Publicidad
El fracaso del dúo Bachelet-Burgos: un gobierno, dos culturas y la sombra de Carlos Lorca Opinión

El fracaso del dúo Bachelet-Burgos: un gobierno, dos culturas y la sombra de Carlos Lorca

Edison Ortiz González
Por : Edison Ortiz González Doctor en Historia. Profesor colaborador MGPP, Universidad de Santiago.
Ver Más

Burgos, hombre de clase media acomodada, liberal, abogado, donde el argumento pesa y a quien varios apuntan como parte de los príncipes de la DC, proviene del San Ignacio, de una generación de falangistas imbuidos del espíritu de solidaridad y compromiso social con mucho discurso y políticas subsidiarias hacia lo más vulnerables, pero de “pistola fácil” si a estos se les ocurre sublevarse o representarse a sí mismos.


La Presidenta ha despedido a Burgos en junio, el mismo mes en que hace 31 años comenzó la tragedia de una generación de socialistas y que marcó a fuego su carácter y estilo. La irreparable pérdida de nada menos que su amor juvenil, Jaime López; su mentor político, Carlos Lorca, y una pléyade de dirigentes que junto a la generación de Miguel Enríquez o Rodrigo Ambrosio representan lo mejor de la izquierda chilena en mucho tiempo.

Pero no es solo la casualidad de las fechas lo que cruza a ambos acontecimientos. Son dos subculturas que se han enfrentado y provocado el fracaso del modelo del recambio ministerial de 2015.

Burgos, el pije socialcristiano y liberal

Burgos es hijo único y ese dato es no es menor para explicar el cortocircuito entre ambos: su manía por salirse siempre con la suya ante una Presidenta con un fuerte sentido del feminismo sesentero y con una experiencia de vida traumática que ante el menor problema se cierra.

Lo segundo, su experiencia política. Burgos, hombre de clase media acomodada, liberal, abogado, donde el argumento pesa y a quien varios apuntan como parte de los príncipes de la DC, proviene del San Ignacio, de una generación de falangistas imbuidos del espíritu de solidaridad y compromiso social con mucho discurso y políticas subsidiarias hacia lo más vulnerables, pero de “pistola fácil” si a estos se les ocurre sublevarse o representarse a sí mismos.

Una mezcla de conservadurismo político y compromiso social que apuntó en el pasado a una tradicional clase media y mundo popular que se organizó en torno a las políticas de promoción de Frei Montalva, pero que hoy, sociológicamente, ya no existe.

El político que siente que está desarrollando una misión, que cree que es bueno, moderno, bicicletero y con un humor muy cercano y populista que “vende el poder como si hablara de porotos con riendas”, y que en un mundo sobrecomunicado cae presa fácil de frases que lo mostraban desubicado e insensible, tal como esa de “no somos un gobierno de billetera fácil”, que le puso sus buenos litros de bencina a la protesta social de Chiloé. Creyó que ese estilo lo protegía, pero se equivocó.

Bachelet, la leninista

La Presidenta lo ha hecho de nuevo. Luego de meses de agonía ha hecho caer al tercer ministro DC en sus dos mandatos y ha designado al quinto –¿si no le gustan los ministros DC en esa cartera para qué los nombra?– y sin que nadie hasta hoy, salvo el capricho personal que se ha tomado la política, logre entender la demora en ello, desde que Burgos paseó a cuanto fantasma concertacionista encontró por los patios de La Moneda en agosto pasado.

La jugada es de ajedrez, o de una de esas escenas de antología de El Padrino. Burgos recién ha aprendido que las mujeres “son más peligrosas que las escopetas” y cae ante una jugada simple: Michelle Bachelet lleva tiempo buscando a su sucesor sin que ello signifique una afrenta al PDC, hasta que durante los días previos el panorama se empieza a despejar: Mario Fernández, a quien conoce desde los tiempos en que asesoraba al Ministerio de Defensa en el gobierno de Frei-Ruiz-Tagle y con quien ostenta una excelente relación.

Cuando el asunto está más o menos zanjado, el ‘Peta’ toma vacaciones en pleno frío y está aquí desde el fin de semana. El asunto ha sido cuidadosamente planeado, secreto y compartimentado con su círculo más estrecho y como a ella le gusta: un pasaje digno y a la altura de La Orquesta Roja o del filme de Coppola, que inspiró tanto a esa generación.

Burgos sospecha lo que se trama a sus espaldas –después de todo, por más secretismo que haya, el segundo piso, como se sabe, no es muy prolijo– y aprovechando una reunión para definir algunos cambios en las intendencias ambos se reúnen a primera hora del miércoles pasado.

Burgos, ya cansado y malhumorado, evidencia su estado anímico y le relata los episodios en que ha sido pasado a llevar. Bachelet lo escucha atentamente y le pregunta por un quinto candidato para sucederle, pero antes que lo nombre ella saca el conejo del sombrero: “El Peta”. Jaque Mate.

El jefe de gabinete se ha perdido en la trama y no se enteró de que Fernández ya lleva días en Chile. El DC, entonces, acepta su derrota, se libera, ríe y se va, pero disparando deliberadamente contra el petit comité bacheletista en la entrevista a Canal 13 (no contra la Presidenta, para que no digan que no entiende la jerarquía republicano-monárquica de Chile).

Bachelet nuevamente impuso su criterio y hace patente esa frase que tanto le gusta: “El que se mueve, no sale en la foto”. De nuevo queda en evidencia que, en su caso, siempre es más importante su criterio que la gobernabilidad de la coalición. Y aquellos que se entusiasman con la salida de Burgos y ven ya en el horizonte las reformas, no se preocupen, pronto volverán a tener noticias del estilo presidencial.

La herencia de Carlos Lorca

Los socialistas más viejos, jóvenes a comienzo de esa época, relatan que Carlos Lorca fue parte de un grupo muy homogéneo, Granma, que operaba en la Universidad de Chile y que desde fines de los 60 andaba en busca de partido, tal como en la década del 30 lo habían hecho Allende, Aylwin, Frei, Almeyda o Altamirano. O como en los 50 sucedió con la generación que dio vida al PDC, al FRAP o a Estanqueros.

Cuenta la leyenda que, después de un exhaustivo análisis, donde la balanza debía inclinarse hacia el PC o el PS, Lorca y los suyos eligieron a este último, pese a representar una cultura distinta, precisamente por ello: un partido en permanente pelotera, a diferencia del PC, permitiría al grupo, homogéneo y compacto, hacer un rápido ascenso en la organización, cuestión que sería más compleja en el PC, más cerrado.

El PS era un lugar atractivo, por su gran influencia de masas, muy combativo, aparecía como un partido popular y de clases y con una mayor flexibilidad interna para acoger las distintas vertientes de izquierda que se desgajaban del PC y otras organizaciones.

Relata uno de los jóvenes que le disputó el liderazgo socialista a Lorca que, al momento de la conferencia de 1971 que permitiría su ascenso a la secretaría general de la Juventud Socialista y la consagración de su núcleo hermético, le solicitó al joven médico, como condición para apoyarlo, que no hubiese razia interna en contra de sus opositores y en especial de un dirigente, a lo que Lorca accedió.

Empero, producido el triunfo aplastante del médico, inmediatamente se provocó la persecución de algunos de ellos. El personaje en cuestión entonces le reclamó al nuevo secretario general el incumplimiento de su palabra, recibiendo por respuesta un “no fui yo, fue mi hermano Lucho”. Lorca, antes que El Padrino popularizara el famoso diálogo de Michael Corleone negándole a su mujer haber sido el responsable de la muerte de su hermano, dominaba de memoria la estrategia del “nunca digas lo que piensas”.

En resumen: Bachelet se forma en el grupo liderado en Medicina por Lorca, su hermano Luis, Félix Huerta, Ricardo Pincheira, Jorge Klein, el actual rector de la Universidad de Chile, Ennio Vivaldi, etc. Un equipo estudioso, culto, conocedor del marxismo y de los textos contemporáneos de los filósofos europeos que abordaban el socialismo con el método y la disciplina que exigía el estudio de la Medicina. La actual Presidenta era una más de Granma, educada en los mismos principios y disciplina y muy cercanos a la revolución cubana como su nombre lo indica.

Pero Lorca está lejos de ser el primer antecedente del vínculo del PS con el autoritarismo: el socialismo local tiene, desde su origen, una extraña imbricación con el militarismo –basta ver a Allende y su generación desfilando con indumentaria miliciana y puño en ristre, tal cual lo hacían en Europa las bases del partido fascista, el Movimiento de Primo de Rivera y luego el régimen fascistizado de Franco–,  dando origen a una subcultura política que no pocas veces ha abrazado, por lo menos discursivamente, el autoritarismo.

Parte de eso se expresó con fuerza durante el Ampuerismo y su meta de limpieza étnica: “Nos hemos trazado la tarea de impulsar un movimiento de educación física popular, que atienda al mejoramiento físico de la raza”.

[cita tipo= «destaque»]Ese estilo ha hecho pedazos a Burgos –el último de una larga lista de caídos en desgracia– y tiene al gobierno a un paso de la anarquía más absoluta. El choque cultural con Bachelet y su núcleo, la animadversión de este hacia el PDC y el salirse constantemente de la foto, sentenciaron a Burgos. Aunque estar en esa postal cada día tiene menos valor cuando la Presidenta se va quedando sola.[/cita]

Sin embargo, es el equipo de conducción lorquista el que dejará una huella más perenne en el PS, pues se propusieron como misión profesionalizar al desordenado socialismo, homogeneizarlo y otorgarle una conducción marxista-leninista.

Es un equipo –tal cual como quedó estampado en su testamento político, El documento de marzo– muy procomunista, sectario y cerrado, que funciona sobre la base de la lealtad incondicional de grupo fuerte: quien no está con ellos, podía transformarse fácilmente en su enemigo.

Ese elenco y Carlos Lorca en especial son quienes, como se sabe, forman a la Presidenta y a toda una generación de socialistas en la lógica política de la lealtad, el secretismo y la compartimentación.

Lorca, que alrededor del proceso de Reforma Universitaria pasó a tomar un papel creciente en la organización de la Brigada Universitaria Socialista (BUS), motor de la JS de ese período –con inferencia en la sindicalización campesina, en la CUT, en las poblaciones, en la formación militar–, llega a mediados del 71 a ser secretario general de la Juventud y, en esa calidad, miembro del comité central (c.c.) y de la comisión política (Copol) del PS, ampliando su influencia.

El 73 es electo diputado por Valdivia, ganando la elección en una campaña que moviliza a la fuerza de la JS. En tanto, Michelle, silenciosa, cantante y bailarina, colabora discretamente como excelente militante en todas las tareas: trabajos voluntarios de la JS, pololea con Ennio Vivaldi, hace labores de salud en los campamentos o entrega capacitación a los jóvenes socialistas en Picarquín, en la Provincia de O’Higgins.

Ellos, una vez producido el golpe, se tornan aún más herméticos en la clandestinidad, siendo el núcleo reconstructor que redacta el documento de marzo donde se excluye a dirigentes como Alejandro Jiliberto, quien en Madrid alguna vez me confesó que “desde un comienzo hay un aparato funcionando al interior de esa dirección, controlada por Los Elenos, siendo, el resto de sus miembros, elemento decorativo, que no influye ni incide en las resoluciones”.

Es la dirigencia que intenta resistir en el sector sur de la capital con Lorca a la cabeza en un establecimiento educacional el 11 de septiembre del 73: “Allí habíamos más de doscientos liceanas y liceanos, esperando instrucciones”, pero las armas no llegan nunca, tal cual como ocurre en el Hospital J.J. Aguirre, donde se encuentran Eduardo Gutiérrez y la estudiante de medicina Michelle Bachelet. Los militares ya por la tarde dominan plenamente la situación. No queda nada por hacer, salvo huir y sumergirse en la clandestinidad o exiliarse quien pueda.

Es esta Juventud, menos conocida que los dirigentes del comité central –jóvenes y treintones a diferencia de Altamirano y Almeyda, que bordean los 50– la que se queda en Chile, mantiene la Dirección y se legitima.

De hecho, Lorca explica su ausencia de un evento internacional reunido en Caracas: “Hubiera querido llegar personalmente… para denunciar ante la juventud del mundo las barbaridades y horrores de que somos testigos y víctimas” (Carlos Lorca, septiembre de 1974), pero era más importante resistir en Chile.

En otra, dirigida al XII congreso del Konsomol leninista de la URSS explica a los jóvenes comunistas rusos que el fracaso de la UP se debe a “la expresión en el proceso de concepciones pequeñoburguesas de importante gravitación. La tendencia al evolucionismo que no comprendía el papel que jugaba la institucionalidad y las condiciones y oportunidad de su reemplazo, sembrando ciertas ilusiones en un desarrollo pacífico del proceso. Esta tendencia radicó fundamentalmente en el gobierno” (Carlos Lorca, Carta al XII Konsomol).

En otra misiva, dirigida a Jorge Arrate, meses previos a su detención y desaparición, dirá: “Estamos lentamente, con cierta ineficiencia, nuestra falta de experiencia en el trabajo clandestino… pese a ello, hemos logrado reconstruir el comité central, integrado por camaradas elegidos en La Serena… y hemos dado un primer paso para reconstruir la organización partidaria y el movimiento de masas” (Carlos Lorca, febrero de 1975).

Este elenco, incluida Michelle Bachelet, logra resistir un tiempo, para luego sus miembros ser detenidos, torturados, desaparecidos y, finalmente, los que logran sobrevivir, salen al exilio, ubicándose en la RDA, con la voluntad de hacerse del poder partidario. Constituyen la llamada «patrulla juvenil», convencidos de que deben tomar la dirección del PS.

En esa lógica están Camilo Escalona y Michelle Bachelet, quienes trabajan en el frente interno, siendo algunas de las funciones revisar la correspondencia de los camaradas que entran y salen desde allí. De hecho, cuando los seguidores de Altamirano no entienden el quiebre y lo responsabilizan, este responderá que, entre otras cosas, “estaba aburrido de que me revisaran la correspondencia y la censuraran”. En los 90 José Rodríguez Elizondo llegará a decir, casi premonitoriamente, que por esa época “la RDA… se convertía en la clave principal de los desarrollos políticos que aún están procesándose en Chile”.

En Berlín se validan por su heroísmo, la lucha, la cohesión de lo que vivieron juntos, la herencia de Lorca, pero cargan con una historia inconfesable de traiciones y veleidades que les pesa cuando hacen política. Son muy autoritarios y conspirativos. Allí toman alianzas tácticas con uno u otro líder del PS y cuando cae el Muro de Berlín y luego de haber rechazado el proceso de renovación socialista y la alianza con el PDC, dan un giro copernicano en su política de alianzas, oficializan su apoyo a Aylwin, participan en condición de accionistas minoritarios en la unidad socialista de diciembre de 1989 e ingresan al gobierno.

De la apelación a las masas, pasarán rápidamente a la negociación con el empresariado y se entregarán, muchos de ellos, sin pudor al neoliberalismo. Se sienten maltratados por la transición hasta que llega Michelle Bachelet, allí empiezan a ajustar cuentas con la vieja guardia de la Concertación y terminarán, como fue el caso de la Mandataria y su factótum, Camilo Escalona, peleados entre sí.

Por último, como la actividad política requirió cada vez más financiamiento, varios de los que colaboraron con Don Cloro, con posterioridad al retorno democrático, mantuvieron los enlaces en el exterior y comenzaron a hacer negocios propios. Así se fue configurando un estilo de vida caracterizado por el confort, el buen vivir, las condiciones para generar lucro, cuando la muerte de la utopía los vuelca al más duro individualismo.

Pero sociológicamente no han cambiado de matriz política: siguen siendo autoritarios, lo que se refuerza por la convivencia con las élites de los socialismos reales y por la convicción –que expresa muy bien Escalona– de ser destinados a dirigir una organización: los iluminados y dueños de una verdad.

Ese estilo ha hecho pedazos a Burgos –el último de una larga lista de caídos en desgracia– y tiene al gobierno a un paso de la anarquía más absoluta. El choque cultural con Bachelet y su núcleo, la animadversión de este hacia el PDC y el salirse constantemente de la foto, sentenciaron a Burgos. Aunque estar en esa postal cada día tiene menos valor cuando la Presidenta se va quedando sola.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias