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Venezolanos en Chile: con la mente y el alma en su patria


Son las ocho de la mañana y Mili camina hacia una sala cuna de JUNJI cercana el Estadio Nacional, en Santiago de Chile. Su hija Grecia de un año fue aceptada y ya terminó el proceso de adaptación. Al fin esta pediatra venezolana podrá salir a recorrer hospitales y consultorios para ver si encuentra un trabajo temporal mientras rinde su EUNACOM.

Es lunes y aunque la semana recién arranca Mili está sobrepasada. El fin de semana pintaba para ser el mejor en mucho tiempo, pues su esposo al fin consiguió empleo, y una vecina le prestó una nevera por lo que después de casi cuatro meses podrá comprar comida para varios días. Pero todo quedó opacado con la triste noticia recibida desde Venezuela la madrugada del domingo.

El esposo de su hermana menor había sido detenido por traición a la patria. “Lo sacaron de su casa delante de su joven esposa y su hija de poco más de un año. ¡Fue tremendo! Mi hermana debió dejar a la bebé con nuestra familia en Caracas, y salir en su búsqueda. Dicen que se lo llevaron a Ramo Verde, la misma cárcel donde está Leopoldo López”, dice la mujer con sus ojos llenos de lágrimas.

Ramo Verde es conocida internacionalmente por las tortura a las que someten a quienes son calificados de traidores del chavismo. Ha habido imágenes impactantes que han dado la vuelta al mundo sobre la condición en que se encuentra Leopoldo López y otros detenidos.

El cuñado de Milli es teniente primero y por ser militar temen que la pena sea dura. Con Maduro la traición se paga cara. Y claro ha quedado con el llamado que hizo a las Fuerzas Armadas el sucesor de Chávez, donde los instaba a tomar los fusiles y arremeter contra los supuestos intentos golpistas de la oposición. Las imágenes de la televisión hablan por sí solas y también aquellas que llegan a cada instante a los teléfonos de los venezolanos residentes en Chile. Las protestas y la represión sufrida en las últimas semanas tiene a los inmigrantes del país caribeño sufriendo la impotencia de no poder hacer nada, excepto enviar medicamentos y dinero a sus familias.

Los venezolanos que viven en Chile están organizándose para ayudar a sus compatriotas que viven la escasez de alimentos y sobre todo la falta de insumos médicos. Hoy conseguir harina, o alimentos básicos es casi imposible, sumado al contrabando y los altos precios que por cierto son en dólares. Enviar una caja de zapatos con medicamentos básicos cuesta 100 mil pesos chilenos,( solo el envío) sin contar que existe la posibilidad de que sean confiscados o simplemente robados en las aduanas venezolanas.

“Estamos en una crisis humanitaria tremenda y hay personas que aún no creen. No sabemos qué tiene que suceder para que el mundo despierte ante lo que está haciendo Maduro. Ellos son un grupo de delincuentes que se está robando el país y nos están desterrando y obligando a vivir un auto exilio”.

“Hoy estamos trabajando para vivir acá y ayudar a nuestras familias” dice Verónica. Con sus dos hijos pequeños esta traumatóloga corre todo el día para poder cumplir sus obligaciones laborales, estudiar para el examen de julio y atender los requerimientos escolares de sus niños. Tiene la mitad de su familia en Venezuela y debe enviar dinero y medicamentos. “Estamos en una crisis humanitaria tremenda y hay personas que aún no creen. No sabemos qué tiene que suceder para que el mundo despierte ante lo que está haciendo Maduro. Ellos son un grupo de delincuentes que se está robando el país y nos están desterrando y obligando a vivir un auto exilio” dice esta profesional.

Y es que la vida de los venezolanos en Chile tampoco es fácil. Si bien quienes logran trabajar sin el EUNACOM pueden llegar a ganar hasta tres millones de pesos en el caso de los especialistas reconocidos, viven en una tensa calma sin contar que pueden llegar a estar hasta tres meses sin cobrar el primer sueldo. Entre los motivos están la falta de agilidad en extranjería para conseguir el RUT; o que a veces las nóminas están hechas con antelación y no alcanzan a sacarse las resoluciones.

Muchos de ellos llegaron con los ahorros de sus vidas y han podido sobrevivir hasta seis meses sin trabajar. Pudieron sacar dólares entre pañales y ropa, o tenían una cuenta en un banco extranjero con la divisa internacional. “Mal que mal los médicos aquí y en el fin del mundo siempre vamos a ser valorados por nuestro trabajo, viajamos a congresos, en otros países, trabajamos turnos, a veces en más de dos hospitales y todo eso nos permitía llevar una buena vida y ahorrar. ” dice Mariana que llegó desde el hermoso Caribe el pasado mes de septiembre. Allá vivía en un lujoso departamento frente a las playas del mar turquesa.

[cita tipo=»destaque»]Los venezolanos que viven en Chile están organizándose para ayudar a sus compatriotas que viven la escasez de alimentos y sobre todo la falta de insumos médicos. Hoy conseguir harina, o alimentos básicos es casi imposible, sumado al contrabando y los altos precios que por cierto son en dólares. Enviar una caja de zapatos con medicamentos básicos cuesta 100 mil pesos chilenos,( solo el envío) sin contar que existe la posibilidad de que sean confiscados o simplemente robados en las aduanas venezolanas.[/cita]

Junto a su esposo y su hijo se instalaron en la zona de Los Ángeles porque ya le habían dicho que en el sur de Chile era más fácil encontrar trabajo. Al final terminó en La Araucanía pero para eso debió recorrer un largo camino, donde el acoso y las humillaciones fueron parte del espectáculo. “Iba en un bus a una entrevista cuando el auxiliar me ofreció seguir con él más al sur de mi destino. – Ustedes las colombianas son muy amables- me dijo acercándose mucho a mi rostro. Yo le amenacé con denunciarlo pero me respondió con que al ser extranjera nadie me iba a creer. Ni siquiera creo que valía la pena decirle que no era colombiana pues más allá de la nacionalidad eso no se le hace a una mujer. Lloré amargamente”. Pero ese no fue el único mal rato de Mariana. Feliz se presentó en el Hospital de Rancagua a ofrecer sus servicios como médico intensivista, pero fue humillada por una médico chilena quien a pesar de ser ese centro clínico uno de los más complicados por las falta de especialistas, la puso de vuelta en la puerta sin ni siquiera darse el trabajo de recibir sus antecedentes.

“Una amiga llamó al entonces jefe de servicio y él le dijo que me necesitaban en forma urgente que debía volver y tener una entrevista con él. Esa misma semana me llamaron de Temuco y preferí avanzar sin convertirme en sal”.

Juan Calor Riera es líder de AMEVEN, que es la Asociación de Médicos Venezolanos Andrés Bello. Urólogo de especialidad ha debido dar una dura lucha personal y también con el grupo que lidera. Hace poco más de un año fue acusado por el presidente del Capítulo Regional del Colegio Médico de Valparaiso por ejercicio ilegal de la profesión. La batalla se dio en tribunales y Riera ganó. Si bien ya aprobó EUNACOM teórico, en estos días prepara el examen práctico. Trabaja en la quinta región, pero su corazón está en Venezuela. A cada rato su celular suena con notificaciones de mensajes que en su mayoría contienen imágenes y videos. Muchas de ellas desgarradoras, donde aparecen enfermos en los pasillos de los hospitales, militares intentando detener a los médicos y bombas lacrimógenas en las salas de espera. Las mismas que dan la vuelta al mundo pero que a Juan Carlos le llegan a través de sus protagonistas: sus colegas. Esos que no pudieron salir o simplemente decidieron quedarse a pesar del Apocalipsis que se vive en la tierra de las mujeres más bellas del universo.

“El otro día una periodista chilena a quien no conozco, trató de convencer a una de sus pares -quien a veces nos ayuda en temas de prensa- de que eran falsas todas las noticias. Que todo estaba arreglado y que poco menos Maduro era una víctima del imperialismo. ¿Creerá la prensa chilena que es agradable salir al exilio de la forma en que salimos nosotros?

Ser inmigrante no ha sido fácil para Juan Carlos pero el cariño de los pacientes chilenos que por cierto son la población más vulnerable del país, mitigan ese dolor. “Sabemos que Venezuela va a volver a ser lo que era, pero cuándo, eso no lo sabemos. Hoy están sucediendo cosas pero el mundo mira cual espectador nuestra vorágine. Queremos ayudar desde acá pero incluso salir en los medios locales nos aterra. El otro día una periodista chilena a quien no conozco, trató de convencer a una de sus pares -quien a veces nos ayuda en temas de prensa- de que eran falsas todas las noticias. Que todo estaba arreglado y que poco menos Maduro era una víctima del imperialismo. ¿Creerá la prensa chilena que es agradable salir al exilio de la forma en que salimos nosotros?

Venezuela ha comenzado a despertar de una pesadilla, pero no sabemos si despertará para caer en un abismo más oscuro, sangriento y sin fin; o al fin verá la luz”. El mundo ya nos ha comenzado a escuchar y sepan los hermanos americanos que nadie quiere salir al destierro porque sí. Acá estamos en un país que nos ha acogido, nos ha dado trabajo, educación gratis para nuestros hijos, seguridad y sobre todo cariño. Pero estamos tristes, porque nuestra patria se desangra ante los ojos del mundo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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