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La muerte de una laguna

Por: Arturo Ellis Monreal


Señor Director:

La laguna de Aculeo está seca. Esta noticia ha acaparado los titulares de la prensa como si fuera algo inesperado. Lo anunciamos hace 25 años y a nadie le importó. Por el contrario, fuimos tratados de alarmistas y de ignorantes. Nunca fue tomada en cuenta nuestra opinión científica, sino que primaron los intereses creados. Hoy que la situación es irreversible, se buscan culpables.

Se culpa de la actual situación al cambio climático, que estaría provocando una intensa sequía de varios años de duración. Si bien esto es un factor a considerar, no es el más importante. La zona central de Chile sufre periódicamente de períodos más húmedos y otros más secos, producto de su condición de zona transicional entre el norte seco y el sur húmedo. La situación actual es de escasez hídrica, pero sus causas poco tienen que ver con la variabilidad climática.

Las causas verdaderas y profundas son políticas y debemos buscarlas en la legislación vigente, principalmente en el Código de Aguas, promulgado en dictadura, que consagró la propiedad privada sobre un bien nacional de uso público como el agua y dio lugar a que ésta se transformara en objeto de especulación, como un bien de mercado cualquiera. Eso les da derecho hoy a muchos poseedores de derechos a desviar las aguas para su uso personal, para irrigar plantaciones o para el consumo inmobiliario, regando jardines y llenando piscinas.

Por otro lado, la falta de planificación territorial ha permitido la proliferación de urbanizaciones amparadas en la figura de las “parcelas de agrado”, que han provocado una presión insostenible sobre los recursos hídricos, además de contribuir a la destrucción de la vegetación nativa de las lugares en que se emplazan, cuestión que se agrava en el caso de las laderas de mayor pendiente, que quedan desprovistas de su cobertura vegetal.

Tenemos que considerar el hecho que la laguna recibe toda su agua de las precipitaciones, en forma directa sobre su superficie e indirecta a través de los cauces naturales que drenan la cuenca y por el aporte subterráneo productos de la infiltración de las aguas lluvia. No existe otro aporte hídrico. El desvío de los cauces naturales que alimentan la laguna, con fines agrícolas y residenciales, impide el reabastecimiento y la enorme cantidad de pozos, legales e ilegales (más de mil) ha ido reduciendo paulatinamente el nivel freático, al punto que en la actualidad es necesario perforar cada vez más profundo, lo que deprime aún más el nivel. Por lo tanto, privada de sus fuentes naturales de abastecimiento, la laguna está seca en la actualidad, lo que pensamos será imposible de revertir. Es lo que ocurre cuando en un sistema se extrae más de lo que se recarga.

Hoy se planea irresponsablemente el llenado artificial a través de aguas traídas por el canal El Aguilino desde el río Angostura, ocupando el exceso de caudal durante las crecidas invernales. Esto plantea, en primer lugar, el que la laguna deja de ser un cuerpo natural para convertirse en una especie de estanque que se debe llenar periódicamente. Pero lo más delicado no es eso. Dijimos al principio de este artículo que uno de los factores de destrucción de un lago es el embancamiento. Esto consiste en la acumulación de sedimentos en el fondo que terminan colmatando el cuerpo de agua hasta llenarlo y convertirlo en un llano. Este es un proceso que en la naturaleza puede tomar muchos miles de años, pero que, acelerado por el hombre, puede destruir un lago en corto tiempo. Las aguas del río Angostura acarrean gran cantidad de sedimentos, sobre todo durante las crecidas. Estos sedimentos, depositados año tras año en el fondo de la laguna, terminarán por llenarlo y convertirlo en una llanura, lo que sellará para siempre el destino de lo que alguna vez fue un símbolo de Paine. Esto podría mitigarse a través de decantadores que quitaran una parte de los sedimentos. Pero se trata de un método muy costoso que ningún privado va a asumir.

Y esto nos lleva a la pregunta final: ¿para qué queremos laguna? En la actualidad, todo el borde costero se encuentra en manos privadas al punto que no existe libre acceso a la ribera. ¿Vamos a pedirle al Estado que realice costosas inversiones para uso y goce de unos pocos?
Lamentablemente, la muerte que anunciamos hace más de dos décadas ya es una realidad y ya es demasiado tarde para tomar medidas de mitigación, demasiado costosas y difíciles de implementar. Debemos enfocar nuestro esfuerzo en la protección de las cuencas para evitar su desertificación, proteger la flora, la fauna y las fuentes de agua para que Aculeo no tenga el mismo destino que su laguna.

Arturo Ellis Monreal
Geógrafo, U de Chile

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