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El abuso sexual por parte de religiosos y el rompimiento de las apariencias Opinión

El abuso sexual por parte de religiosos y el rompimiento de las apariencias

Francisco Maffioletti Celedón
Por : Francisco Maffioletti Celedón Docente Facultad de Psicología UDP
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El abuso sexual infantil, y en general la violencia sexual hacia la mujer, han marcado los medios de comunicación y la atención ciudadana este último año. Ello, a pesar de que son temáticas que han estado presentes durante siglos, y en algunas oportunidades de formas bastante más gravosas que las que actualmente se ventilan en la discusión pública. En ese sentido, no deja de llamar la atención la violenta reacción que estos suscitan en las personas, y la escasa consciencia que se tiene acerca de estas realidades. A momentos pareciera como si se estuviese ante hechos que por primera vez suceden.

Pero lo verdaderamente llamativo, es que la intensa e irracional respuesta inicial rápidamente se diluye con el paso de los días, e incluso de las horas, imponiendo la cotidianidad todo el peso de su acostumbrada indolencia. Otro elemento que resulta decidor en este tipo de sociedades neoliberales arribistas, como la chilena, es la tremenda indiferencia de fondo que se observa cuando no se es particularmente afectado por situaciones vulneradoras, imponiéndose la excepción como una especie de premio y reconocimiento a que uno no es de aquellos. Nos referimos a las víctimas, los marginales, los pobres, los relegados, lo que padecen las injusticias y arbitrariedades, en tanto no son “gente como uno” (GCU).

Al parecer, la única forma de romper el gélido círculo de la indiferencia estaría en que dichas desgracias se tornen una realidad cercana, transformando la compasión por el otro (el distinto) en una preocupación por mi propia realidad. Por ello, el caso Karadima ha sido un modelo prototípico de que este tipo de cuestiones pasa “hasta en las mejores familias”, y que, por tanto, nadie está libre de padecerlo. Son 15.700 niños, niñas y adolescentes víctimas de abuso, cada año.

[cita tipo=»destaque»]Somos un país con una fuerte raigambre religiosa, a pesar de declararnos un Estado laico, pero esos valores relacionados con la consideración por el otro (amor al prójimo), con la rectitud, el respeto, la humildad, entre tantos más, son vividos hacia afuera, como si se estuviera ante un público que nos mira, como si la careta social que con gran fervor mantenemos, fuese la fachada de una casa que por dentro exige un refresh, que es muy caro de realizar. Gracias a Dios hubo unos Hamilton, Murillo y Cruz (nótese la ironía clerical), que decidieron pagar ese costo, que arriesgaron la expulsión del paraíso de El Bosque, que dieron la espalda a los beneficios de ser un par, para resistir estoicamente durante años ser apedreados, degradados, y tratados como un distinto. Gracias a Dios aún hay gente integra, que antepone la verdad al maquillaje, y con ello les recuerda a todos que no se puede vivir para siempre en el engaño, y que el infierno es en la tierra cuando de la apariencia se vive. [/cita]

Algo similar sucede con las demás formas de delincuencia, que no resultan verdaderamente preocupantes hasta que no llegan a la puerta (o portón-azo) de nuestro domicilio. Desde hace más de 10 años suceden en Chile alrededor de 1.400 homicidios anuales, pero basta solo uno en una Comuna de la zona oriente para que la sensación de vulnerabilidad se vea acrecentada y se tome el espacio público.

Somos un país con una fuerte raigambre religiosa, a pesar de declararnos un Estado laico, pero esos valores relacionados con la consideración por el otro (amor al prójimo), con la rectitud, el respeto, la humildad, entre tantos más, son vividos hacia afuera, como si se estuviera ante un público que nos mira, como si la careta social que con gran fervor mantenemos, fuese la fachada de una casa que por dentro exige un refresh, que es muy caro de realizar. Gracias a Dios hubo unos Hamilton, Murillo y Cruz (nótese la ironía clerical), que decidieron pagar ese costo, que arriesgaron la expulsión del paraíso de El Bosque, que dieron la espalda a los beneficios de ser un par, para resistir estoicamente durante años ser apedreados, degradados, y tratados como un distinto. Gracias a Dios aún hay gente integra, que antepone la verdad al maquillaje, y con ello les recuerda a todos que no se puede vivir para siempre en el engaño, y que el infierno es en la tierra cuando de la apariencia se vive.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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