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Más del 60% de discapacitados psíquicos tiene problemas de integración

Los encuestados son personas adultas diagnosticadas principalmente con esquizofrenia (68%) y bipolaridad (sobre el 10%), que en general llevan un máximo de un año asistiendo el centro de rehabilitación psicosocial (54%) y tienen en un 44% estudios de educación media completa.


Más del 60% de los discapacitados psíquicos tiene altos problemas de integración social, reveló un estudio de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Central, dado a conocer este lunes.



La investigación realizada por los académicos Arístides Giavelli, Andrés Cabrera y Félix Navarro está destinada a detectar las "Necesidades de Integración Social (NIS) de los discapacitados psíquicos".



En la oportunidad se estudió la situación, dificultades y obstáculos de los usuarios de los Centros de Rehabilitación Psico-social (dependientes del Servicio de Salud Metropolitano Oriente) y la impresión de sus familiares.



Asimismo el estudio determinó que el nuevo modelo ambulatorio, si bien resulta relativamente eficiente en el aspecto médico (un 82% de los "usuarios" se declara satisfecho con los recursos farmacológicos y profesionales, y un 86% valora la contención que recibe de los profesionales), existe una importante necesidad de integración social no resuelta. Así, el 66% de las usuarias mujeres consultadas afirma tener una alta y mediana alta necesidad de integración social, lo mismo ocurre con el 59% de los usuarios varones, lo cual es avalado por el 53% de los familiares que los lleva a estos establecimientos.



Igualmente, evidenció que sólo una pequeña parte (en torno al 10% del total estimado para esta zona), de los enfermos se atiende en este tipo de establecimientos (estatales o municipalizados), y se desconoce si el resto recibe algún tipo de atención y dónde, demostrando así que un sector importante de los niños, jóvenes, mujeres y senescentes, no aparecen vinculados a estos servicios.



"Esta investigación, aporta metodológicamente con la creación de un instrumento cuantitativo para la medición de las necesidades de rehabilitación psico-social, sociolaboral, tratamiento clínico y psico-educación que presentan tanto los usuarios de los centros de rehabilitación social como sus familiares o cuidadores. De modo que en un futuro cercano pueda ser complementada con otras investigaciones con el fin de ir mejorando el actual sistema de atención", señala Arístides Giavelli, a cargo de la investigación.



Los encuestados son personas adultas diagnosticadas principalmente con esquizofrenia (68%) y bipolaridad (sobre el 10%), que en general llevan un máximo de un año asistiendo el centro de rehabilitación psicosocial (54%) y tienen en un 44% estudios de educación media completa. De los usuarios consultados, el 64% son varones y el 36% mujeres, los cuales se agrupan en forma mayoritaria entre los 38 y 49 años.



Una de las áreas más sentidas por los encuestados es la rehabilitación socio-laboral, donde el 68% de los pacientes hombres declara tener necesidades en el rango medio-alto y un 78% de las mujeres indica necesidades altas y medianamente altas. Se trata de una situación que empeora al iniciarse el tratamiento, lo que plantea un mayor desafío al Plan Nacional puesto que éste es uno de sus objetivos prioritarios. De esta forma, el 40% de los consultados no contaba con trabajo remunerado al momento del diagnóstico, situación que aumentó a un 66% una vez declarada la condición de discapacidad psíquica. Asimismo, el 64% señala que el temor a perder la pensión les inhibe de buscar trabajo, ya que prefieren ese dinero seguro y estable, antes que un trabajo con el riesgo de perderlo, ante lo cual es muy difícil volver a acceder al beneficio asistencial.



Sin embargo, de los usuarios consultados en el estudio sólo un 38% forma parte de actividades de capacitación para acceder a algún tipo de empleo remunerado. "Llama la atención que en estas actividades los usuarios sólo tienen contacto con sus pares y los profesionales asistentes, pero no con otras instancias propias de la vida en comunidad, lo que plantea la importancia de reestudiar el sentido y el logro real que están teniendo estas experiencias. Es importante recordar aquí el caso de la amasandería administrada por la agrupación de familiares y usuarios de discapacitados psíquicos de Peñalolén, quienes -en su opinión- fueron erradicados de Ñuñoa, lugar en que el fruto de su trabajo era mejor remunerado", indica el investigador.



La integración social es otra de las áreas más débiles registradas por el estudio. Más del 50% de los pacientes hombres y cerca del 80% de las mujeres indica requerir algún grado de habilidad comunitaria y más del 90% en ambos sexos dice tener carencias en sus capacidades de establecer relaciones interpersonales. Además, señalan tener dificultades relativamente medias en el uso del tiempo libre y afirman no tener dificultades en el autocuidado y quehaceres domésticos.



Esto último es un punto curioso si se compara con las respuestas de los familiares, quienes opinan justamente al contrario, que los pacientes tienen pocas dificultades en el uso del tiempo libre y mayores necesidades de autocuidado y habilidades domésticas, lo cual puede deberse al hecho de que a cada cual le es más fácil ver el aspecto que más le incomoda. Presumiblemente son los familiares los encargados del quehacer doméstico y de ayudarles en su aseo personal (lo que supone un peso, preocupación o cansancio para ellos) y los pacientes realizan relativamente pocas funciones, para las cuales no deben tener dificultades. Mientras que son los pacientes los que sufren las pocas alternativas para disfrutar el tiempo libre, se aburren, y los familiares no tienen grandes expectativas sobre este aspecto.



Es relevante destacar que un porcentaje considerable de los usuarios de los CRPs afirma no identificar señales previas a un estado de crisis, experimentando así mayor sensación de descontrol y vulnerabilidad frente a esta realidad psíquica, y pudiendo además favorecer el mantener el estigma social cuando dichas crisis -que no son tan habituales- ocurran en presencia de otros.



"Los familiares no están del todo conformes con las herramientas entregadas a sus parientes y manifiestan su inquietud ante la falta de habilidades sociales que les permitan compartir y relacionarse con otros diferentes al grupo familiar más reducido, ya que esto fomenta el mantenimiento del estigma social y la marginación que acompaña tanto a los pacientes como a sus familias", explica Arístides Giavelli.



En relación con esto, el estudio arrojó que un 57% de los familiares no cuenta con un adecuado conocimiento del diagnóstico de su pariente, junto a un 63% que no cuenta con las herramientas para hacer frente a situaciones estresantes y angustiosas, facilitando el aislamiento social del grupo familiar completo, obstaculizando la generación de redes de apoyo que podrían facilitar o aliviar la experiencia de convivir con un familiar con conductas y comportamientos diferentes a los acostumbrados.



"En la práctica, el quehacer psiquiátrico específico resulta satisfactorio para los usuarios, pero en sí mismo no favorece o facilita la integración social de estos. Y esta dimensión logra una mayor relevancia por la positiva disposición que existe, tanto en los usuarios como en sus familiares, hacia las instituciones y profesionales que los acogen, lo que podría hacer posible la generación de acciones en común de todos los actores involucrados, en pro tanto de la remisión de síntomas, la estabilización de los cuadros y la integración social y laboral de los enfermos", concluye el académico e investigador de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Central.

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