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La aristocracia parlamentaria


Desde el regreso a la democracia, algunos parlamentarios –representantes de la ciudadanía y elegidos por ella- han intentado restringir la mayor cantidad de espacios posibles al interior del Congreso a su exclusivo uso, impidiendo el ingreso a quienes trabajan en él, pero que no ostentan el título de “honorable”. Y hay cosas que no pocos comentan como ridículas y que caen en el snobismo.

Ese es el caso del accidente que la primera semana de junio afectó al ascensor privado de los senadores. Por fallas técnicas estuvo un par de horas sin funcionar. Dado el problema, la administración del Senado se apresuró a alfombrar uno de los dos ascensores que usa el público general, y que se hacen escasos por la gran cantidad de funcionarios que los utilizan, para que los parlamentarios no se vieran en la obligación de compartir con el público general. Arreglado el percance, se retiró la alfombra al ascensor y los honorables volvieron a utilizar el elevador privado.

Y la semana pasada, en la Cámara de Diputados se decidió dejar uno de los dos recintos vecinos a la cafetería -habilitados como ambientes para fumadores- sólo para los legisladores. Uno lucía un cartel que reza: “uso exclusivo señores parlamentarios”.

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