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¿Sientes una necesidad incontrolable de mover piernas o brazos? El Síndrome de Piernas Inquietas, un trastorno neurológico que afecta la salud Salud

¿Sientes una necesidad incontrolable de mover piernas o brazos? El Síndrome de Piernas Inquietas, un trastorno neurológico que afecta la salud

Es un trastorno de origen neurológico en el que existe una necesidad incontrolable de mover piernas y/o brazos, con mayor frecuencia en tiempos de reposo. Como una sensación de “hormigueo”, “calambres”, “pinchazos”, “dolor”, “piernas locas” es descrito por quienes lo viven, que son entre el 5% y 10% de la población. Suele afectar la calidad del sueño, salud mental e incluso la alimentación.


Así como la apnea, el insomnio, el ronquido y otros, el Síndrome de Piernas Inquietas (SPI) o también llamado «piernas local», es un trastorno del sueño de origen neurológico que puede afectar a personas de todos los géneros y edades. Puede aparecer a cualquier edad, pero es más frecuente a partir de la cuarta década. Niños y niñas también pueden vivirlo.

¿Cómo se manifiesta? El síntoma principal es la necesidad irresistible de mover las piernas y/o brazos, que a veces se acompaña de sensaciones molestas, lo cual se incrementa en periodos de reposo, como estar sentado o acostado. El movimiento genera alivio y por eso surge la necesidad de caminar y trasladarse de lugar. 

Así pues, suele afectar la calidad de sueño, ocasionando somnolencia durante el día, asimismo estimula la aparición de cuadros de ansiedad y depresión que repercuten de manera importante sobre la calidad de vida de las personas afectadas.

Para la nutricionista de Clínica Somno, Bárbara Febres, la alimentación también puede verse afectada. “En niños puede empeorar o mejorar, por eso si ya existe si ya es diagnosticado se recomienda evitar alimentos con cafeína como, por ejemplo, el chocolate, café, té y/o bebidas gaseosas, ya que estos alimentos pueden empeorar el trastorno”, sostuvo. 

Nicolás Mahana, psicólogo del mismo espacio, aseguró que en afecciones como estas, el componente biológico “suele ser fundamental”, y se puede encontrar como “causas psicológicas”, el vivir con niveles elevados “de ansiedad y/o estrés” y el SPI una manera de expresarlos.

“El síndrome es multifactorial, por lo que depende de alteraciones tales como el metabolismo del hierro, la función renal, polineuropatías, diabetes y déficit de vitaminas, en especial B12 y D”, explicó el neurólogo Ignacio Gutiérrez. 

“Si bien no es una enfermedad específicamente genética, sí existe una susceptibilidad genética a padecer este síndrome y a desarrollarse por los factores descritos anteriormente que pueden predisponer al niño a padecer el trastorno”, añadió.

Los síntomas repercuten de manera directa en el desarrollo neurológico y psicomotor, especialmente de niños y niñas. De allí la importancia de un diagnóstico y tratamientos adecuados. 

Diagnóstico y tratamiento

Para diagnosticar este síndrome, es común que el doctor realice una evaluación física y otra neurológica. En primer lugar, se solicita al paciente exámenes de sangre para estudiar el hierro, además de “una polisomnografía o una actigrafía con canal de electromiografía de extremidades inferiores”.

En cuanto a los tratamientos, dependen de la causa del síndrome por lo que sí ocurre por deficiencia de hierro pueden recetarse suplementos. En casos diferentes a este, existen otras alternativas.

“Las principales vías de tratamiento pueden incluir el uso de ciertos fármacos para ayudar con la sintomatología, la ingesta de ciertos micronutrientes, terapia psicológica (conocida como TCC-i) enfocada en mejorar las condiciones para el sueño y en bajar la ansiedad y/o cualquier problema psicológico relacionado con ella, y ciertos cambios en el estilo de vida”, aclaró el psicólogo. 

La duración del tratamiento psicológico va a depender de varios factores, señaló el especialista.

“Las causas del problema, del grado de éstas, y de la presencia o no de otras condiciones de salud mental que puedan estar asociadas”, añadió. Por ejemplo, si la causa es psicológica el tratamiento puede extenderse entre seis semanas y varios meses o años, dependiendo del caso. 

En el plano de la alimentación, la nutricionista dijo que es común tener “anemia, diabetes y hasta deficiencia renal”, por lo que en esos casos especialmente, el tratamiento nutricional debe incorporar alimentos altos en hierro que permitan mejorar la anemia, restricción de alimentos con azúcares simples, y mantener una alimentación variada y con horarios establecidos “para así encontrar mejoras”. 

Al tratarse de un síndrome crónico, el tratamiento y los cuidados son permanentes ya que llevando hábitos adecuados a las necesidades del síndrome y su expresión en la persona, se podrá “mejorar e incluso mitigar del todo el problema”, subrayaron los especialistas.

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