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El peligro de las dietas de shock a medida que se acerca el verano Salud

El peligro de las dietas de shock a medida que se acerca el verano

A medida que se aproxima el verano, la preocupación por el aspecto físico ante el aumento de peso se hace cada vez más común. En ese sentido, algunas personas deciden comenzar dietas muy bajas en calorías para perder peso lo más rápido posible. Sin embargo, expertas advierten lo perjudicial que puede ser para la salud seguir este tipo de mecanismos.


Luego de las celebraciones de las Fiestas Patrias, aumentan las dietas, las visitas al gimnasio y toda actividad que permita bajar esos kilos de más producto del invierno, del sedentarismo y de las comidas calóricas. Sin embargo, el apuro por perder peso hace que las persona recurran a dietas que ponen en riesgo su salud.

El ayuno prolongado o extremo, la dieta cetogénica sin supervisión, dietas détox, el consumo de vinagre de manzana o la dieta del aire, son algunas de las más recurrentes.

Para la doctora Magdalena Farias, médico nutrióloga, especialista en nutrición clínica, estas dietas que prometen una baja de peso exprés son un engaño.

“Cuando sometes el cuerpo a una restricción o ayuno prolongado empieza a generar ciertas adaptaciones. Si bien pueden se puede perder una parte de tejido adiposo, también puede perder masa muscular, deshidratarse, generar alteraciones a nivel de los electrolitos plasmáticos, cefaleas, constipación, alteraciones del sueño, de la vigilia y del estado de ánimo”.

Por su parte, María Paz Bizama, doctora de NUclinic, clínica BUPA Santiago y Hospital Dipreca, explica que estas dietas pueden llevar a trastornos alimenticios complejos. “Si nos centramos sólo en el objetivo de perder peso, y no en buscar un resultado paulatino y a largo plazo, podríamos desarrollar una mala relación con la comida, tendiendo a “demonizar” ciertos alimentos, o priorizando la idea de seguir la dieta restrictiva”.

“Eso podría gatillar un descontrol, cuadros de ansiedad y riesgo de trastornos de la conducta alimentaria como, por ejemplo, el trastorno por atracón o bulimia nerviosa”, agrega.

¿Por qué se causa el efecto rebote?

Bizama explica que el efecto rebote sucede porque el cerebro humano interpreta la pérdida de peso como un ataque, o una señal de alerta roja. En ese sentido, de talla que se codifica la dieta como si en el exterior hubiese una hambruna, una guerra. Esto ocurre porque el mayor miedo del cerebro humano es a morir de inanición, y al realizar la restricción calórica brusca, teme que la vida esté en peligro.

“Por esta razón se desencadenan una cascada de reacciones metabólicas que ralentizan el gasto calórico o la tasa metabólica basal. Con esto, el cuerpo gasta menos calorías y se tiende a la reganancia de peso. Es como si el cerebro estuviera feliz al tener sobrepeso porque tiene las “despensas llenas de reservas energéticas y la posibilidad de inanición y de muerte es menor”.

¿Qué hacer frente al sobrepeso?

Enfrentar el sobrepeso y la obesidad requiere de un enfoque integral, personalizado y en base a evidencia científica y con ayuda profesional. En ese sentido, la experta detalla que para comenzar se debe educar al paciente para que comprenda que la obesidad es una enfermedad crónica, por lo que se debe generar la intención y motivación para realizar los cambios necesarios.

En esta línea, se deben tener en cuenta todos los factores, como los aspectos biopsicosociales, genéticos, epigenéticos, culturales, económicos y de salud mental que confluyen en su desarrollo.

“Hoy la obesidad es una enfermedad cuya prevalencia ha ido aumentando y cada vez hay más consciencia en los distintos sistemas de salud, tanto en centros de salud especializados como en centros de atención primaria, donde hoy los médicos están más capacitados para poder hacer un diagnóstico e identificación de los pacientes que requieren un abordaje un poco más dirigido”, señala Farías.

Añade que el abordaje debe tener una mirada desde las distintas disciplinas, teniendo en cuenta los factores de estilo de vida relacionados con el peso:  actividad física, patrón de alimentación, higiene del sueño, alteraciones de los ritmos circadianos y el manejo del estrés.

Asimismo, explica que actulamente hay herramientas farmacológicas que se pueden poner a disposición de los pacientes que viven con obesidad. Estos tratamientos cuentan con respaldo de evidencia científica y se ha comprobado su seguridad. Sin embargo, debe tener la aprobación de expertos en la materia.

 

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