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Gabriela Wiener, escritora peruana: “Migrar no es un delito” BRAGA Daniel Mordzinski / Penguin Random House

Gabriela Wiener, escritora peruana: “Migrar no es un delito”

Antonia Sepúlveda
Por : Antonia Sepúlveda Periodista en El Mostrador Braga.
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Sus textos han sido traducidos al inglés, portugués, polaco, alemán, francés e italiano. En su actual visita a Chile, la escritora y periodista peruana conversó con El Mostrador Braga sobre el racismo en Latinoamérica y España, la política, el proceso constituyente chileno y la literatura. “Así como al periodismo que hacemos algunas le llaman activismo, a la literatura que hacemos algunas también le llaman activismo. Si la literatura es ese lugar excluyente, quédate con tu literatura; si el feminismo es ese lugar excluyente, solo de unas elegidas, como la literatura, quédate con tu feminismo. Creo que quienes estamos escribiendo, estamos escribiendo desde unos sitios, unos cuerpos, unas situaciones. Estamos apareciendo para contar otras historias que han sido contadas siempre por los mismos”, expresó.


Gabriela Wiener ha trabajado regularmente como periodista, publicando columnas de opinión en diversos medios españoles (actualmente vive en Madrid) y colaborando en The New York Times en español. Ganó el Premio Nacional de Periodismo de su país por un reportaje de investigación sobre un caso de violencia de género. Es además creadora de varias performances literarias que ha puesto en escena junto a su familia y de la obra de teatro Qué locura enamorarme yo de ti

En esta oportunidad, la escritora peruana se encuentra visitando Chile como invitada internacional para los Premios Periodismo de Excelencia 2022, que entrega la Universidad Alberto Hurtado (UAH). Además de presentar la versión actualizada de su libro de crónicas sexuales, Sexografías, de Penguin Random House, publicado por primera vez en 2008.

-En Huaco Retrato hablas sobre el racismo y la xenofobia a que te enfrentas como mujer peruana viviendo en España, sin embargo, es un discurso que permea incluso entre pares latinoamericanos. ¿De dónde crees que surge ese rechazo hacia las propias raíces?
-Para eso hay que remontarse hasta la colonización, es decir, finalmente quienes se independizaron no fueron los pueblos, nosotros los indígenas, no fue la gente andino descendiente quienes se independizaron de España, fueron los criollos, los herederos directos de los colonizadores, esa gente que constituye las élites políticas y sociales de nuestros países, quienes han gobernado en toda la historia. Así que, en países como el Perú y, en particular, en nuestra capital Lima, existe muchísimo racismo, que además está completamente intrincado con el clasismo. En el Perú, cuando el indio migra a las urbes, a las capitales, a las ciudades de provincia o a Lima, inmediatamente es relegado a ciertos tipos de trabajos precarios.

-¿Y pasa solo con el indígena?
-Lo raro, y no tan raro a la vez, es que jamás verás a blancos hacer ningún trabajo de este tipo. En Perú, cuando ha llegado gente normativamente guapa, o cuando llega gente de Chile o Argentina, tal como dice la canción “La maldición de Malinche”: “Hoy le seguimos cambiando/ Oro por cuentas de vidrio, y damos nuestra riqueza/ Por sus espejos con brillo/ Hoy, en pleno siglo XX/ Nos siguen llegando rubios, y les abrimos la casa/ Y los llamamos ‘amigos’/ Tú, hipócrita, que te muestras/ Humilde ante el extranjero, pero te vuelves soberbio/ Con tus hermanos del pueblo”. En la televisión peruana de los 80 y 90, los migrantes blancos inmediatamente trabajaban en televisión, encontraban rápidamente un buen lugar de trabajo. Cuando llegaron españoles durante la crisis económica de 2008, directamente llegaban a los directorios, a gerentes, pero ¿qué pasa cuando los latinoamericanos tocan la puerta de países donde todavía mandan las élites, donde el racismo está extendido, que solo ciertas personas que encajan en esos estereotipos consiguen buenos trabajos y valoración? Eso ha pasado en países como Chile y Argentina, donde una primera migración ha sido desde los países andinos. Bolivianos, peruanos, ecuatorianos, etc.,  son rechazados por los del Rechazo, como les dicen aquí (ríe), quienes consideran a estos migrantes la escoria de su país. 

-¿Qué es lo peor del racismo que describes?
-Lo terrible del racismo es que se vuelva el gran tema instrumentalizado con propósitos electorales, como se vive hoy en Chile, relacionado directamente con la seguridad, los crímenes, las mafias, etc. Lo que hace este discurso es volver a instalar el miedo, un miedo que ataca a las personas de clase baja, quienes creen que los extranjeros les vienen a quitar lo poco y nada que tienen. Con todo lo que ha traído la colonización, sea el actual sistema de explotación de los territorios, de multinacionales, que se compran pedazos de suelo de país, que convierten la migración en un delito, y migrar no es un delito. Basta de identificar la migración como si fuera sinónimo de delincuencia, crímenes; de convertir a las personas más vulnerables y más desprotegidas, empujadas por la necesidad, en ladrones. Tanto si es real como si no lo es.

La desesperación existe, y nadie puede saber lo que es estar desesperado si no lo ha vivido alguna vez. Boric no debe haber estado desesperado nunca en su vida. El Gobierno debe escuchar a la gente que ha estado desesperada, dejar que se organicen políticamente. Escúchalas, a ver qué están demandando. No desde un lugar de asistencialismo y pena, sino desde el reconocimiento de los Derechos Humanos. Todo este mensaje de la criminalización se instala desde la derecha, y la izquierda lo legitima con su parálisis.

-¿Qué opinas del concepto “apropiación cultural”? ¿Cómo definimos hoy quién es o no válidamente latinoamericano, en esta nueva ola de latinización?
-Cuando veo a Rosalía, que tiene el éxito que tiene, con todo el talento del mundo evidentemente, que es una maravilla y a mí me encanta, la bailo, etc., no dejo de pensar que, cuando veo a una persona triunfar de esa manera desbocada y brutal, no le sucede igual a una puertorriqueña, una costarricense, una guatemalteca, porque no las producen como si lo hacen con Rosalía. Feliz por Shakira, alegre por Karol G, contenta por el reggaetón, pero yo voy con mis amigas latinas a bailar reggaetón a una discoteca española, y están todos los españoles ocupando la pista de baile, moviéndose al compás de la latinada, la cumbia, etc., y nosotras en un rinconcito. Eso es el extractivismo, que existe, y el epistemicidio también, que es básicamente robar los saberes. Lo que hacen es seguir produciendo réditos para las instituciones o personas blancas, para seguir teniendo a las personas racializadas o de nuestros países o de sectores más populares, más abajo. Y esto ocurre en el mismo discurso capitalista, de estilizar o convertir lo latino en negocio, en moda. Ven a mi museo blanco a dar una charla sobre colonialismo, ven a mi universidad, etc. 

Vamos a crear poder popular, como decía Pedro Lemebel a los machitos de izquierda, porque no lo dejaban militar debido a la purpurina. Más vale incluir a las lesbianas, a las negras, a las marrones, las asiáticas; también somos clase trabajadora. Incluyan nuestros sueños y críticas al extractivismo, a la homofobia en tu revolución, porque, si no, no me invites, haré mi revolución por otro lado.

-Y como mujer latinoamericana, que escribe desde una posición que, desde el conservadurismo, puede ser criticada al hablar de la corporalidad, la sexualidad, etc., ¿cómo reivindicar la figura latinoamericana hoy sin caer en esa hipersexualización y acoso?
-Yo publiqué mi libro Sexografías en 2008 y lo primero que me dijeron fue “huy, pero cómo una persona tan horrible como tú va a escribir sobre sexo, si a ti no te va a follar nadie”. Todavía se ve a las personas no blancas como gente que no es sujeto deseante que decide sobre su cuerpo, que habla de su sexualidad. En ese momento, me di cuenta sobre la marcha que lo que hacía, escribía, es algo político. En Europa, por ejemplo, hay una obra que se llama Las latinas, que habla de esos estereotipos, y uno de ellos es obviamente la latina caliente, que ojalá simplemente fuera la idea de que está rica o que está buena, que le gusta el sexo, el baile y disfruta y se viste como quiere, eso sería una mirada desde los feminismos, pero, en realidad, ese estereotipo lo usan contra nosotras para hablar de que somos putas, que bueno, sí, también puede haber putas, pero no me he vestido así para ti. Esos hombres piensan que esa es la manera en que la latina, a través de su sexualidad, quiere seducir a un español o a un hombre blanco que la saque de la pobreza, que vamos a ir a robarles su plata o lo único que queremos son papeles. Hay que seguir reflexionando y debatiéndolo, pero desde luego existen unos estereotipos que van en contra de nosotras y que son formas de segregarnos y tirarnos para abajo.

-A propósito de que tu visita se enmarca en el Premio de Periodismo de Excelencia que entrega la UAH, ¿consideras que el activismo puede nutrir el valor periodístico? ¿Es posible ser periodista y activista simultáneamente?
-Para partir, espero que nunca más nos inviten a mesas de diálogos que se titulan “¿Periodismo o activismo?”, porque en Argentina, por ejemplo, el periodismo fue un factor político imprescindible para alcanzar el derecho a aborto. Esto, además, porque existen muchos tipos de periodismo; puedes hacer periodismo empresarial, por ejemplo. Si vamos a hacer activismo, lo vamos a hacer desde nuestros intereses, que en este caso es hacer justicia a las mujeres, hacer justicia a las migrantes, hacer justicia a las pobres, hacer justicia a las trans, a los niños y niñas violadas por el poder eclesiástico. Todo periodismo y todo lo que hacemos en términos de producción, tiene una ideología, una mirada política. No sé quién nos hizo el cuentazo de que teníamos que ser neutrales, objetivos y observadores, estar desde un rincón mirando las cosas. Esos serán los poetas flâneur, que miran y contemplan; pero los que estamos trabajando en la realidad, y creo que el periodismo es un oficio que trabaja con la realidad y el presente, ¿cómo no vamos a querer la transformación? Hay periodistas de política y hay periodistas políticos. Yo que me he desarrollado como periodista en espacios bastante libres como la crónica y las columnas de opinión, jamás he hecho un periodismo neutral, sería imposible. Así que, si me vas a llamar activista, hay que llamar activista también a los periodistas que trabajan para el poder o, mejor dicho, operarios mediáticos.

-En alguna entrevista reciente dijiste que no hablarías de poliamor, ya que toda tu vida y experiencia poliamorosa o no-monógama ha nutrido tu literatura, pero que te aburre ya hablar de lo personal, ¿no es así?
-No, no. No me aburre hablar de lo personal, porque yo hablo desde lo personal, pero sí aburre hablar siempre de lo mismo. Yo no estoy acá para hablar de esos temas. Aburre que siempre te encasillen en lo mismo, tengo muchas otras cosas que decir.

-Siendo una de las escritoras y periodistas latinoamericanas más exitosas, aún mantienes latente el síndrome del impostor: el sentirse mala escritora y fea. ¿Cómo crees que podemos descolonizarnos de los estereotipos de belleza y exitismo?
-Las mujeres, en general, nunca nos hemos sentido escuchadas, hemos sido bastante borradas, hemos tenido que hablar el doble de fuerte. Por eso a veces nos dicen histéricas, porque hemos tenido que aprender a levantar la voz para ser oídas, porque siempre nos atropellaba alguien. Entonces, es bien difícil sentirse reconocida si no te lo dicen, si no te dan el espacio para explayarte. Yo trato de entenderme a mí. Haciendo ruido o hablando de las luchas. Hablando en contra de esa violencia normativa, sexual o racista, porque son cosas que me han tenido callada, invisible. ¿Cómo no voy a luchar en contra de eso, cómo no voy a nombrar las cosas por su nombre? Así como al periodismo que hacemos algunas le llaman activismo, a la literatura que hacemos algunas también le llaman activismo. Si la literatura es ese lugar excluyente, quédate con tu literatura; si el feminismo es ese lugar excluyente, solo de unas elegidas, como la literatura, quédate con tu feminismo.

Creo que quienes estamos escribiendo, estamos escribiendo desde unos sitios, unos cuerpos, unas situaciones. Estamos apareciendo para contar otras historias que han sido contadas siempre por los mismos. Ya sabemos que El Universal ha sido siempre masculino, y quienes escribían sobre las mujeres eran hombres. Estamos escribiendo desde el mundo en que nos colocaron, ahora, hay otros que buscamos otros mundos, por supuesto, pero están en este. Nosotros estamos creando presente a través de nuestras escrituras. Por supuesto que hemos estado acomplejadas, nadie nos ha dicho que no tenemos la culpa, pero considero que eso está cambiando, estamos atreviéndonos a decir que tu mundo, tu sistema, me ha hecho sentir así todo este tiempo y ya no quiero sentirme así. Quiero estar en la escritura que me hace sentir bien, en el cuerpo de la escritora que puedo ser, que soy capaz de ser. Y si lo que hago te parece que no merece estar en la literatura, le pondré otro nombre a lo que hago. 

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