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Censo 2024: Perdimos una oportunidad BRAGA

Censo 2024: Perdimos una oportunidad

Daniela Quezada
Por : Daniela Quezada Directora de Estudios de ODEGI. Ayudante de investigación en Centro de Investigación para la Educación Inclusiva.
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El no incluir preguntas referentes a orientación sexual y sobre el desarrollo de trabajo no remunerado de cuidados, parecen ser contraproducente con la perspectiva que se espera sea adoptada por un gobierno que se dice feminista y que ha puesto el reconocimiento en ambas aristas.


Junto con la llegada del 2024,  se publicó el cuestionario del Censo de población que se aplicará  durante este año. Inmediatamente, surgieron voces alabando la inclusión de nuevas temáticas y también otras cuestionando la decisión de dejar otras fuera. ¿A qué se debe todo este alboroto? La información que se incluye (o no) en el Censo es utilizada para tomar una serie de decisiones, cómo el tipo de políticas públicas y población a la que van dirigidas, y la definición de las características de la muestra para la ejecución de investigaciones y estudios. De ahí que las preguntas que entran o no en el Censo sean de vital importancia.

Dentro de los cambios que presenta este instrumento se encuentra la reincorporación de las preguntas asociadas a servicios básicos, además de preguntas nuevas sobre caracterización social y demográfica de las personas. Entre estas últimas están aquellas preguntas por identidad de género, nacionalidad, identificación afrodescendiente y situación de discapacidad.

Como feministas aplaudimos la inclusión de estas nuevas preguntas, ya que permitirán al Estado y a organizaciones de la sociedad civil, caracterizar a las mujeres y a las diversidades sexogenéricas desde una perspectiva interseccional, conociendo de esta manera, por ejemplo, cuántas mujeres o personas no binarias son afrodescendientes o migrantes.

Sin embargo, pese a estos avances, también existen ciertos temas que no fueron abordados. En primer lugar, el Censo no incluye una pregunta por orientación sexual, lo que implica que perdimos la oportunidad de caracterizar a las personas de la comunidad LGBTIQA+. De esta manera, si bien tenemos otras encuestas que capturan este y otros temas en mayor profundidad como la ENSSEX o la Encuesta Nacional de Juventud y con una población mayor como la CASEN, estos instrumentos requieren de marcos muestrales válidos como aquél que podría haber entregado el Censo.

En segundo lugar, el Censo no recoge el desarrollo de trabajo no remunerado de cuidados, lo que supone que perdamos la oportunidad de saber cuántas personas cuidadoras existen en la actualidad. En este sentido, las preguntas solo permiten identificar a quienes trabajan sin pago para un familiar en un negocio de su propiedad, y no a quienes destinaron tiempo cuidando a personas dependientes para lograr su desarrollo y bienestar (Battyány, 2015). En este sentido, Chile podría seguir el ejemplo del Censo de Costa Rica que consulta a las personas que no desempeñan un trabajo no remunerado, si cuidaron personas o realizaron algún tipo de trabajo doméstico.

Ambas decisiones parecen ser contraproducente con la perspectiva que se espera sea adoptada por un gobierno que se dice feminista y que ha puesto el reconocimiento del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado y la visibilización de las poblaciones pertenecientes a diversidades sexogenéricas entre sus ejes centrales. Al parecer, tendremos que esperar otros 10 años para que los tomadores de decisiones consideren temas como el cuidado o la orientación sexual en la principal operación estadística existente en el país.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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