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Aznar cumplió todas sus promesas

El recital de anoche resultó una fiesta con más de cinco bis, en que el músico argentino dio cuenta de gran parte del repertorio. Eran casi las 21 horas en Santiago cuando arrancó Mecánica Popular, entonando una dupla de temas con bastantes decibeles en el ambiente. Pero en la noche habían más expectativas. La luz sugería las guitarras sobre el escenario, donde el ritual de canto sería responsabilidad de Pedro Aznar.


El argentino cumplió todas sus promesas: cantó a Violeta Parra en una versión más dura. Recorrió todos los puertos de su repertorio y en el mensaje habló de la posibilidad de "aprender a vivir en este tiempo". Sumando algo de rock y jazz a la rítmica latinoamericana presentó una estética mestiza y tuvo que salir más de cinco veces ante la voracidad de un público apasionado.



La esencia del encuentro estuvo en el recorrido por los discos
Cuerpo y Alma, David y Goliat, Caja de Música y algunos estrenos. Comenzó interrogando ¿Cómo vivir en un mundo en llamas? y siguió con Tu amor, una de aquellas melodías que inspiraron a tantos grupos nacionales en la década de los ochenta.



En la visita por distintos rumbos de su discografía estuvo presente la cuna de los maestros americanos, que al sonido de un piano causal, guitarra y percusión latina se ampliaban en el fraseo delicado y poderoso de Aznar.



Impregnó a todos con un estilo que une al jazz con la chacarera.
Continuó con un trabajo de musicalización de los poemas de Jorge Luis Borges. Hubo fantasía en medio de notas contra sílabas, mientras la insistencia cándida de un motivo en el teclado llevaron al escenario una cajita de música.



Más adelante, tal vez, los musicólogos se encargarán de explicar la procedencia de esa extraña lengua universal que todos dominan, que es algo más que fonemas y melodía. Aznar dijo que el idioma de esa canción es "una reconstrucción de una lengua perdida" que encontró en una vasija. Pero hay otros que aseguran que la vasija no era Etrusca, sino que mucho más arcaica y de Creta. También se especula que en ese peculiar canto, Aznar rescata el dialecto de una tribu nómada, de una civilización que no tuvo grandes artefactos y que podía curar con las mismas invocaciones del estribillo de A primera vista. "Cuando me crecieron alas volé y cuando te vi me enamoré", dice antes de las insistencias y la melancolía coreadas.



El rumbo seguía a gran altitud. Con una sola guitarra pintó en la
música el tema Fotos de Tokyo, del álbum David y Goliat (1986). Permaneció en las alturas cuando entre las progresiones sonó el bajo sin trastes. Hubo algunas fallas técnicas antes de hablar del Amor de juventud, la historia del sentimiento primerizo de quien recoge rosas, como las que él lanzó a los presentes en uno de tantos bis.



Avanzada la noche tomó ubicación en el teclado para el tema de Elton John, en una versión en español que Aznar hizo de Ya no hay forma de pedir perdón. Ahí lanzó el canto a las nubes, mientras hablaba de una absurda y triste historia, de fuego y de espera.



En materia de estrenos presentó Zapatillas y libros, de un
disco que prometió para fin de este año.



"Fue compuesto para un acto del ciclo educacional argentino en medio de la situación caótica que hay en mi país, que es un poco la realidad del antiguamente llamado tercer mundo. Me dio la impresión que iba a ser una cosa frívola y quise hacer algo que mostrara la cara que menos se quiere ver de la situación cultural en Argentina. Dos días antes un ministro, que duró menos que un cebiche en la mesa, dictó una serie de medidas para golpear nuestra ya apaleada cultura. El acto no se hizo porque o si no, nos iban a matar a todos", explicó.



El otro estreno fue Muñequitos de papel, una pieza maestra que con algo de cántico indígena se unía al bajo eléctrico percutido en la cápsula con un desatornillador.



Empezó la distorsión en el ambiente y la sugerencia era para la
rítmica mapuche. Aznar puede volcar los signos y actualizar el
sonido o hacer comprender qué quiere decir vigencia del canto de
Violeta Parra. En la muestra brindó un Qué he sacado con
quererte
, abundante como las frustraciones de los habitantes
urbanos.



Homenajeó a Atahualpa Yupanqui y del disco Yo tengo tantos
hermanos
presentó Soledad, Jujuy, una pieza que
musicaliza un poema. Luego, del solo de cajón peruano evocó un
pajarito en María landó, corría sangre africana en las venas de América Latina. Era un presunto cierre. Pero la ovación comenzaba a confundirse entre más y más peticiones de bis, él y sus tres músicos se comunicaron, complaciendo al exigente público.



Encontró un lugar a temas del inconsciente colectivo, como A cada hombre cada mujer, de la época en que estuvo en Serú Girán y Mientes, de un poco después.



En la segunda salida se dio y le dio el gusto a Francesca
Ancarola. "Es una de las mejores voces de Chile", dijo antes de
compartir La cigarra. Las ganas de seguir cantando eran
insaciables. Entonces, transitó otra vez en el escenario con algo de David y Goliat, del disco grabado con Pat Matheney, Nubes negras y finalísimamente Black Bird, de Los Beatles.



Después de eso, ¿alguien se atrevería a preguntar si el rock sigue vigente? o ¿qué tiene Latinoamérica como para enamorarse?





Vea en video:



El recital de Pedro Aznar en el Teatro Oriente





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