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«La Pasión de Michelangelo»: la casi leyenda criolla que Esteban Larraín quiso traer al presente

«La Pasión de Michelangelo»: la casi leyenda criolla que Esteban Larraín quiso traer al presente

En el Chile de finales de los ’80, todos habían oído hablar alguna vez de Miguel Angel, el joven de Peñaflor que hacía caer ostias del cielo y hablaba con la Virgen María. Hoy, su historia está de vuelta. Un director chileno se ánimo a reescribirla, con una pizca de interpretación propia, y a ponerla en la pantalla grande. Aquí habló de qué lo motivó, qué lo complicó y qué fue lo que descubrió en el trayecto.


A finales de los ’80, en Chile, eran pocos los que no habían oído hablar sobre Miguel Angel, el joven de Peñablaca, en la comuna de Villa Alemana, que conversaba con la Virgen. Fuese el verdadero milagro de un adolescente que sufría los estigmas de Cristo y hacía caer ostias del cielo, una puesta en escena armada por miembros de la dictadura que buscaban manipular a los ciudadanos a través de su fe, o el esfuerzo desesperado de un adolescente demasiado solo, triste y abandonado como para medir las consecuencias de sus actos; lo cierto es que  fue una historia que no pasó desapercibida.

Hoy, Miguel Angel está de vuelta. Y esta vez, directo a la pantalla grande y en un buen momento para el cine chileno que comienza a proyectar unos sólidos alcances hacia el público y la crítica extranjera. «La Pasión de Michelanguelo» es el nuevo film del director chileno Esteban Larraín, quien en 2005 dirigió el documental «El velo de Berta» -que narra la lucha de una comunidad pehuenche contra una enorme represa que pretende inundar sus tierras- y «Alicia en el país», en 2008 -donde una niña boliviana debe recorrer 180 kilómetros a pie entre desierto, nieve y salares como parte de una antigua tradición quechua-.

Con «La Pasión de Michelanguelo», Larraín busca una vez más ser fiel a sus orígenes: retratar realidades y encarnar historias que son propias de la identidad chilena, que son íntegras de su pasado, su presente y lo serán también de su futuro, y a través de las cuáles podemos comprender un poco mejor por qué nuestra sociedad se mueve, demanda, crece, respira, necesita y hace lo que hace. Esteban Larraín conversó con este medio sobre cuáles fueron sus principales motivaciones, proezas, desafíos y cuál es el trasfondo de esta casi leyenda chilena.

¿Por qué contar esta historia? ¿Qué te atrajo de ella y desde cuándo?

La idea surgió a mediados del 2007, cuando veía un canal de televisión chileno por internet desde París, donde me encontraba trabajando en la post-producción de mi última película “Alicia en el País”. Se trataba de un programa que repasaba los casos más recordados de los años 80 usando abundante material de archivo. Y si bien conocía a grandes rasgos la historia de Miguel Angel, fue la primera vez que me di cuenta de lo fascinante que sería sólo imaginar hacer una película sobre este famoso vidente: los milagros, las multitudes, la arista política, el fanatismo, la historia de Miguel Angel como la gran metáfora de la atávica búsqueda de la identidad nacional… Todo se me imaginaba como el film perfecto que nunca se podría realizar dado lo costoso y complejo que significaría producirlo, sobre todo en Chile donde los costos promedio de un film independiente son de US$ 200.000.

 ¿Qué pasó con esos impedimentos? ¿Cómo se fue concretando la posibilidad de efectivamente hacer el film?

A pesar de lo platónico que parecía la idea, escribí un tratamiento de la historia y se lo presenté a José Román, guionista con quien habíamos co-escrito ya otro largometraje. En algunas semanas tuvimos una primera versión, sobre la cual seguí trabajando solo hasta que a fines del 2009, envié un tratamiento más desarrollado al Atelier del Festival de Amiens, donde a pesar de no ganar conocí a Georges Goldenstern de la Cinéfondation –que ya había visto mi última película- quien me invitó a postular a la Résidence. Así que a marzo del 2009 ya estaba nuevamente en París donde escribí las últimas versiones del guión.

Dejando de lado lo anecdótico, histórico, ¿cuál es la propuesta central del film? ¿Cuál es el tema de fondo?

Creo que el film aborda varios temas, está la búsqueda de identidad y el travestismo social simbolizado en la transformación de Miguel Angel; la religión como herramienta de manipulación y control social; el fanatismo religioso como resultado de esta necesidad de salvación tan propia de nuestra herencia colonialista. Pero pienso que en el fondo esta es una película que reflexiona sobre la fe y cuán personal y por ende válida es la fe como parte de la condición humana. Y no solo hablo de la fe en un sentido religioso si no la fe entendida como una convicción que no necesita pruebas y que por consecuencia se hace parte de nuestra vida de forma cotidiana. La fe y sus versiones laicas como la convicción, la confianza, más que conceptos etéreos, son ideas que generan realidad de forma muy poderosa, han impulsado las más grandes empresas y sostenido por siglos las más antiguas religiones.

 Dame un ejemplo de cómo se encarna este dilema de la fe en la película. 

En el film, el conflicto del Padre Ruiz-Tagle está dado por esta disyuntiva: una persona creyente pero a la vez erudita cuyo propio cartesianismo y la cruda realidad que vive día a día, se enfrenta a la versión más espúrea de la religión: el fanatismo. Pero al mismo tiempo, este fenómeno popular al que asiste le ofrece pruebas al parecer irrefutables de la existencia de algo milagroso. El rostro de Dios que durante años buscó en el rostro de los más necesitados, se le aparece ahora en este muchacho ladino y mentiroso.

 ¿Hay algo de interpretación en cómo se abordó la historia o se optó por atenerse a los hechos históricos?

La película es una versión novelada de los hechos reales. Una de las ventajas de escribir el guión de esta película es que se inspiró en un hecho real sobre el cual existen muchas versiones de lo que realmente pasó. Obviamente durante el proceso de investigación, pudimos determinar con bastante certeza cuáles eran los límites de verosimilitud de estas versiones, como para saber cuánto podíamos alejarnos de esta supuesta “realidad”. El hecho es que nos sentimos en total libertad de darle a la historia nuestra propia visión, la que noveliza mucho lo que popularmente se sabe de Miguel Angel y de lo que sucedió en Peñablanca.

Diría que en términos muy gruesos la historia es la misma, pero por ejemplo a nivel de personajes creo que solo 2 o 3 son identificables con personas reales, todo el resto son ficticios. Tuvimos, eso sí, bastante cuidado de tener una buena base documental para tratar la arista política que es quizás la más polémica de la historia y sobre la cual más se discute hoy en día.

 ¿Cuáles fueron los principales desafíos del rodaje?

Los desafíos fueron múltiples: uno fue cumplir el plan de rodaje en el tiempo programado; el guión contaba con más de 100 escenas y nuestro presupuesto nos obligaba a filmarlas en menos de siete semanas. Eso implicaba tener un criterio despiadado y saber por ejemplo que no se podía hacer más de dos tomas por plano. O saber resolver una escena con un solo plano sin que perdiera el tono narrativo de las escenas siguientes. Obviamente, otra gran dificultad fueron las escenas de masas. Eran escenas en que estaban presentes todos los personajes (alrededor de 12), que debían interactuar entre ellos a nivel de miradas, haciendo al mismo tiempo que nuestro pequeño ejército de extras pareciera cien veces su número, todo esto contra el tiempo, bajo un sol infernal y ráfagas de viento que nos bañaban de polvo. Y quizás otra dificultad fue no perder de vista de qué se trataba la película y cual es su tono –que una mezcla de tristeza y desolación – y no caer en la euforia que producían las escenas de masas y acción.

De todos modos, ayudó muchísimo tener actores de gran calidad y con experiencia en cine. En general, creo que el nivel interpretativo de la película es muy alto y es quizás uno de las mayores virtudes del film.

Esta es la primera película para el actor Sebastián Ayal, ¿cómo fue trabajar con un «primerizo» en el cine?

A pesar de su inexperiencia Sebastián se adaptó rápidamente, no solo al training del rodaje, sino que a trabajar con grandes actores en una situación que podía resultar bastante intimidante.

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