Es una obra elegantemente brutal, necesaria además, en la medida que la memoria del terror nos enseña a pensarlo como ese espacio ominoso que no debe volver a ver la luz nunca. Se exhibe este sábado y domingo en La Reina.
En el marco de los 50 años del golpe de estado, muchas obras han generado memoria, una memoria que nunca deja de enfrentarnos a la dolorosa realidad y, aunque esa realidad siempre es más tremenda, más grande que sus representaciones, es necesaria, pues el ejercicio de recordar, aunque doloroso, siempre es saludable, porque recordar nunca es estéril, recordar no solo es volver al pasado, sino también, resignificarlo.
El montaje teatral “Yo amo a los perros” se sitúa en esta lógica, puesto que vuelve sobre un muy triste episodio de la dictadura: la tortura y, en particular, la tortura con perros.
El texto y la dramaturgia de Guillemor Alfaro, trabajan coherentemente en términos estéticos y conceptuales, porque, si bien no trazan con lo doloroso y quemante de los hechos, se las arreglan para no caer en lo vulgar ni menos en lo evidente, más bien, a través de los diálogos y escenas, construye un marco onírico, surreal y conceptual que va desmadejando un lugar oscuro, ominoso incluso: la mente de la torturadora que entrenó perros para violar mujeres.
Un ejercicio difícil, por todos lados.
Quizá el recurso más brillante para sacar adelante este proyecto tan complejo en términos emocionales y morales es, precisamente, dotar de voz al perro, al animal instrumento del terror y mostrar, a través de él, la deshumanización de la torturadora. Dicho recurso es manejado de forma sutil, sin caer en lugares comunes, sin caer en la tentación de condenar a priori, si no, justamente, de mostrar las razones de por qué tales actos son más que condenables, del mismo modo, se logra construir una atmósfera de asombro, cruda a momentos, horrorosa y, a falta de una frase mejor, diré que se trata de ingresar a un mundo “extraño”.
Con todo lo que eso pueda implicar.
Las actuaciones solventan la propuesta de forma cabal. Roberto Pávez y Valeria Salomé utilizan sus recursos vocales, corporales, cinéticos y emocionales con precisión, construyendo a cada instante las tensiones y distensiones de la acción, que dotan de complejidad a la relación entre la torturadora y su perro, una relación perversa, oscura y que, finalmente, es muy bien lograda, en tanto provocan la necesaria incomodidad en la audiencia, un efecto que se instala con molestia en nuestro cuerpo.
La música de Ángel Solovera, genera un espacio auditivo pertinente a este mundo y relación. Sin hacerse notar por sobre textos o actuaciones, se interna u desliza en los hechos representados, dando color y potenciando la escena. El vestuario de realizado por Andy Moreno, sigue la misma lógica, aportando estéticamente, pero sin superponerse al montaje.
“Yo amo a los perros” es una obra elegantemente brutal, necesaria además, en la medida que la memoria del terror nos enseña a pensarlo como ese espacio ominoso que no debe volver a ver la luz nunca.
COORDENADAS:
18 y 19 de noviembre. Aldea El Encuentro. Avda. Fernando Castillo Velasco 9750. La Reina.
FICHA ARTÍSTICA:
Director y Dramaturgia: Guillermo Alfaro
Elenco: Valeria Salomé y Roberto Pávez
Técnica: Jorge Dutzan
Música: Ángel Solovera
Realización de vestuario: Andy Moreno
Peluca: Carla Casali
Diseño Gráfico: Lorena Pérez
Producción: Valeria Salomé
Fotografía: Manuela Martinoya
Social media: Rocío López