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La rebelión de RN Opinión

La rebelión de RN

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Más allá de la sorpresiva alianza entre parlamentarios RN y PC, de fondo, hace meses que Renovación Nacional se convirtió en el partido díscolo del Gobierno, lo que hace recordar la conducta de la DC con Michelle Bachelet. Su presidente, Mario Desbordes, no solo ha polemizado de manera frecuente con Jacqueline Van Rysselberghe, marcando diferencias con el gremialismo, sino que además cuestionó duramente el corazón de la Reforma Tributaria –la reintegración–, luego criticó a La Moneda por su escasa capacidad de anticipación en el tema de las 40 horas y, finalmente, remató calificando de “error” el 4% adicional que deben pagar los no asalariados en la reforma previsional. ¿Qué hay detrás de todo esto? El temor al “efecto Macri”.


Definitivamente, el Gobierno no lo está pasando nada de bien. Han sido semanas negras y la tormenta no parece acercarse a su fin en lo inmediato. A la confusión en que entraron después del anuncio de la indicación de las 41 horas –que reflejó una improvisación sorprendente, junto con percibirse como una reacción hasta algo infantil para empatar con Camila Vallejo– se ha sumado ahora una fuerte molestia y rechazo de parte del oficialismo y, por supuesto, del empresariado, quienes catalogaron ambos proyectos como desastrosos para la economía y el empleo.

El fin de semana, el presidente de Evópoli –en entrevista en El Mercurio– reconoció, utilizando una frase que ya parece ser parte de la cultura de los políticos de este país, que se había enterado “por la prensa” de la iniciativa del Ejecutivo.

En la UDI, un grupo de parlamentarios partió haciendo un llamado a votar contra la indicación de La Moneda, luego siguió Evópoli, partido que ha insistido en que el Gobierno debe volver a defender el proyecto original de flexibilidad laboral, sin contar que la iniciativa de Vallejo tiene el respaldo de varios diputados de RN, encabezados por el presidenciable y senador Manuel José Ossandón.

El Gobierno –bastante descolocado y con un ministro que ha sido blanco de duras críticas por parte de Chile Vamos– una vez más reaccionó tarde y convocó a los grupos técnicos de los partidos, los que, por ahora, solo han sido capaces de señalar que el proyecto debería implementarse en ocho años, cosa que la oposición –mayoría en el Congreso– de seguro rechazará.

[cita tipo=»destaque»]Aunque en Chile estamos lejos de la reconstrucción de la excoalición que gobernó al país por 20 años –Concertación y Nueva Mayoría– la posibilidad de que un electorado desencantado de los sueños prometidos se vuelque por quienes los guiaron antes o, incluso, por populismos extremos como el de JA Kast, es una realidad que en Renovación Nacional entendieron rápidamente: es mejor tomar distancia, si es necesario, de un Gobierno que la propia derecha se ha encargado de dar por finalizado anticipadamente, al presidencializar la agenda.[/cita]

Pero, más allá de la sorpresiva alianza entre parlamentarios RN y PC, de fondo, hace meses que Renovación Nacional se convirtió en el partido díscolo del Gobierno, lo que hace recordar la conducta de la DC con Michelle Bachelet. Su presidente, Mario Desbordes, no solo ha polemizado de manera frecuente con Jacqueline Van Rysselberghe, marcando diferencias con el gremialismo, sino que además cuestionó duramente el corazón de la Reforma Tributaria –la reintegración–, luego criticó a La Moneda por su escasa capacidad de anticipación en el tema de las 40 horas y, finalmente, remató calificando de “error” el 4% adicional que deben pagar los no asalariados en la reforma previsional. ¿Qué hay detrás de todo esto? El temor al “efecto Macri”.

Veamos el comportamiento de RN más allá del locuaz Mario Desbordes. Es el partido que más tempranamente tiene a varios de sus líderes en competencia para las presidenciales de 2021, partiendo por el propio Ossandón, a los que se suman el senador Francisco Chauán y, por supuesto, el peso pesado Andrés Allamand.

Recordemos que hace un tiempo el Presidente Sebastián Piñera le dio un duro golpe a este último –con exceso de ironía incluida– cuando expresó sus intenciones de estar “disponible”, contrario a lo que hizo con Joaquín Lavín, a quien alabó públicamente, lo que se interpretó en el oficialismo como una señal potente de respaldo a quien encabeza hoy todas las encuestas presidenciales. Una paradoja, ya que aquí vimos a un Mandatario tratando de colgarse del éxito del alcalde, intentando sacarse una foto a su lado, algo que generalmente ocurre al revés.

Más allá de las evidentes señales de su intento de distinguirse del Gobierno, en Renovación Nacional –en una suerte de rebelión– parecen apuntar a construir una plataforma que incluya una mayor sintonía con los sectores medios y bajos, cosa que La Moneda ha perdido, lo que no solo se comprueba en la fuerte baja registrada en las encuestas en dichos sectores, sino también en el golpe que dio Vallejo con su simple propuesta.

Las personas quieren más calidad de vida y no ven con buenos ojos que el gran empresariado salga a defender las iniciativas del Ejecutivo en que –aparentemente– mejorarían su posición, como lo es la reintegración, la rebaja de impuestos o, incluso, la amenaza de mayor desempleo con la baja de la jornada actual de 45 horas.

La semana pasada y producto de las elecciones primarias en Argentina, se prendieron todas las alarmas, no solemente en el Gobierno, sino también en los países encabezados por la derecha, como Brasil –Bolsonaro tuvo otro momento de locura al señalar que su país sería invadido por argentinos–, Colombia –Iván Duque ha caído fuertemente en las encuestas– o Paraguay. Todos hoy están viviendo los embates de una economía mundial débil producto de la guerra comercial y la volatilidad de los estados de ánimo de Donald Trump, además del mal manejo interno, luego de generar sobreexpectativas de “tiempos mejores”, especialmente en los casos de Chile, Argentina y Brasil.

Para el Presidente Piñera, la caída de su amigo Mauricio Macri fue un golpe duro, ya que representa una alerta roja de lo que puede replicarse en Chile. Exceso de confianza en el ciclo glorioso de la derecha que se iniciaba en Latinoamérica, como se señaló en el encuentro de Prosur en marzo en nuestro país, también un exceso de promesas de empleo, crecimiento, seguridad ciudadana y, por supuesto, un exceso de responsabilizar a la centroizquierda de los males del pasado, presente y futuro.

Aunque en Chile estamos lejos de la reconstrucción de la excoalición que gobernó al país por 20 años –Concertación y Nueva Mayoría– la posibilidad de que un electorado desencantado de los sueños prometidos se vuelque por quienes los guiaron antes o, incluso, por populismos extremos como el de JA Kast, es una realidad que en Renovación Nacional entendieron rápidamente: es mejor tomar distancia, si es necesario, de un Gobierno que la propia derecha se ha encargado de dar por finalizado anticipadamente, al presidencializar la agenda.

Y de seguro no solo será RN el que pondrá en duda su lealtad con La Moneda de aquí en adelante, sino también la propia UDI, que tiene la mejor carta para suceder a Piñera y que, a la hora de privilegiar esa opción, no se perderá frente a un Gobierno debilitado. Tal vez sea Evópoli el único dispuesto –lo ha demostrado estas semanas– a resistir hasta el final, con el precio y las compensaciones que eso implique.

Esperemos que la tentación populista impuesta por Macri –les quitó el IVA a varios productos hasta después de la elección, además de subir el empleo mínimo, algo que se resistió durante todo su período– no contagie a Piñera y al oficialismo, porque empezar a vivir el “efecto Macri” con dos años de anticipación puede ser nefasto para Chile.

La tentación de cumplir el sueño del Mandatario, de construir un legado que lo haga pasar a la historia como el “mejor Presidente”, puede hacerlo tomar decisiones muy malas, es decir, “gobernar sin convicción”, como sentenció Hernán Larraín Matte el fin de semana y eso, ya se sabe, se paga muy caro.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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