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El fin del proceso de instalación del Gobierno Opinión

El fin del proceso de instalación del Gobierno

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Lo cierto es que esta es la “luna de miel” más corta que ha tenido un(a) Presidente(a) desde el retorno a la democracia. Con Gabriel Boric se terminó esa especie de ley implícita con que los actores políticos, medios de comunicación e, incluso, la ciudadanía, le dejaban la pista algo liberada a la administración entrante para acomodarse, permitirle nombrar a sus colaboradores, conocer planes y programas, y la forma de manejar el Estado. Ya antes de asumir, Schalper (RN) llamaba a “atrofiar” el Gobierno del entonces Mandatario electo –y, de paso, “quitarle peso moral” a la Convención–. Cuarenta y ocho horas después de asumir, El Mercurio llevaba, de manera destacada, la columna de un señor que se hace llamar Joe Black y que titulaba “De ‘niño maravilla’ a ‘niño pesadilla’”, en referencia al Jefe de Estado. Un vespertino ha dedicado prácticamente todas sus portadas, desde hace un mes y medio, a ironizar y criticar a La Moneda. Los ejemplos de la mala disposición son muchos.


Todavía el Gobierno no ha cumplido dos meses, desde que asumió el 11 de marzo, y el Presidente Boric ya anunció el fin del proceso de instalación. La verdad es que fue una decisión acertada declararlo. Primero, porque obliga a la nueva administración –desde el propio Mandatario hasta el último funcionario designado– a hacer el switch y realizar un giro desde el diagnóstico a la acción; y segundo, porque entrega una señal a la ciudadanía: entramos en régimen, se acabó el ensayo y error. Claro, aunque ese mensaje subliminal va dirigido principalmente a su equipo, partiendo por sus ministros y ministras. Es un buen intento de marcar un cambio de etapa

Lo cierto es que esta es la “luna de miel” más corta que ha tenido un(a) Presidente(a) desde el retorno a la democracia. Con Gabriel Boric se terminó esa especie de ley implícita con que los actores políticos, medios de comunicación e, incluso, la ciudadanía, le dejaban la pista algo liberada a la administración entrante para acomodarse, permitirle nombrar a sus colaboradores, conocer planes y programas, y la forma de manejar el Estado. Ya antes de asumir, Schalper (RN) llamaba a “atrofiar” el Gobierno del entonces Mandatario electo –y, de paso, “quitarle peso moral” a la Convención–. Cuarenta y ocho horas después de asumir, El Mercurio llevaba, de manera destacada, la columna de un señor que se hace llamar Joe Black y que titulaba “De ‘niño maravilla’ a ‘niño pesadilla’”, en referencia al Jefe de Estado. Un vespertino ha dedicado prácticamente todas sus portadas, desde hace un mes un medio, a ironizar y criticar a La Moneda. Los ejemplos de la mala disposición son muchos.

Tampoco se recuerdan paros de camioneros al inicio de un mandato, ni declaraciones en que se piden soluciones inmediatas a problemas de arrastre como la violencia en La Araucanía o migración ilegal –que, de hecho, estaban “conectadas” a un respirador artificial con Piñera–. Tampoco había estudiantes marchando por las calles u otros actores solicitando respuestas inmediatas a todo. Esas que no es posible responder, porque durante el primer mes existe un proceso de adaptación en todos los seres humanos. Hasta el Presidente.

Además, el clima generado, por una bien coordinada y sospechosa campaña desplegada en redes sociales, también ha influido en la baja percepción de La Moneda. Hashtags groseros, rabiosos, que incluso, a la semana de haber asumido Boric, ya pedían la renuncia del Mandatario. Pero sin duda que han existido errores propios. Descoordinaciones y uno que otro chascarro, aunque el premio mayor se lo lleva la ministra del Interior. De no haber sido por los impasses de Izkia, de seguro la instalación habría sido bastante mejor evaluada.

En materia política, la vocería de Camila Vallejo logra la nota alta de estos primeros cincuenta y dos días de instalación. Segura, firme y clara. Marcel haciendo su juego, y aportando peso y experiencia. Logró zafarse del quinto retiro y ha soltado la billetera fiscal entendiendo que las demandas van en aumento. A Giorgio Jackson le ha costado el rodaje, su experiencia parlamentaria se ha notado menos de lo esperado, sin embargo, y pese a las críticas cruzadas que tuvo por el proyecto alternativo a los retiros, logró desactivar la bomba principal. Como dijo un analista, ganó perdiendo. El resto de los ministros, muy poco visibles.

Por otra parte, el episodio del quinto retiro dejó en evidencia cuánto ha cambiado el país en estos años, desde el 18 de octubre de 2019 en adelante. Una ciudadanía de mecha corta, más exigente y que está sufriendo, producto de la inflación, donde más duele: en el bolsillo cotidiano. Esto le ha jugado en contra al Gobierno, sumado a que las expectativas de cambio eran altas.

En los últimos días, vimos además un cambio en la estrategia de manejo público del Presidente. Volvió a aparecer en una buena puesta en escena después del consejo de gabinete ampliado y en terreno, con su estilo más cercano, lo que lo beneficia mucho, luego de unas semanas en que tuvo muy baja exposición –algo lógico después del traspaso– y que coincidió con la “desaparición” de la ministra del Interior, después de la seguidilla de impasses, más el COVID que la afectó. Eso pudo haber generado la percepción de falta de conducción en un momento complejo por La Araucanía, migración y delincuencia.

Por eso, el anuncio de Boric, de decretar el fin de la instalación, es una apuesta certera para cortar con la primera etapa y proyectar la nueva fase que se iniciará en una semana, al cumplir, recién, dos meses. Me imagino que en ese consejo de gabinete deben haber hecho una evaluación autocrítica del primer tramo, pero también leer bien los datos del contexto. Los mismos chilenos que votaron masivamente por Boric hace unos meses, tienen ahora claro que son dueños de sus fondos previsionales y que pueden disponer de ellos. Creen en los cambios, pero tienen menos paciencia para experimentar el proceso que eso significa: las penurias diarias no lo permiten.

Creo que el Gobierno pagó los costos de la instalación –con un contexto difícil y errores no forzados– y siempre es mejor que esto ocurra al comienzo. El Presidente y su gabinete sabían que enfrentarían un escenario complejo –partiendo por La Araucanía–, aunque siempre es distinta la experiencia, más aún cuando prácticamente todos los ministros y el propio Boric no habían estado antes en el Ejecutivo. Creo, también, que en esta nueva fase –que podríamos denominar de consolidación– deberían asumir un rol más activo todos(as) los(as) ministros(as), lo que podría proyectar un mayor equilibrio entre la fuerza millennial y la experiencia –como un Carlos Montes–. Y, claro, una vez terminada la labor de la Convención, tal vez podría venir un primer ajuste, aprovechando además que se podrían incorporar al Gobierno los Bassa, Politzer, Atria u otros(as) actuales convencionales constituyentes.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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