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Cadem: sin datos para hablar de la Convención Opinión

Cadem: sin datos para hablar de la Convención

Marco Verdugo
Por : Marco Verdugo Sociólogo y Mg. en Estadística. Profesor de Estadística Descriptiva, Universidad de Chile.
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Cadem señala que se realizaron 5.651 llamados, pero solo contestaron la encuesta 706 personas. Si ocupamos esta información, se pueden matizar los porcentajes alarmantes antes mencionados, ya que solo se sabe que 381 personas desconfían de la Convención Constitucional y 325 piensan rechazar la nueva Constitución. Este pequeño acto de transparencia –en el que se explicita la cantidad de respuestas, junto con los porcentajes–, muestra un escenario más incierto que el planteado y refleja que estas opiniones representan el sentir de un pequeño número de personas.


En su publicación del 15 de mayo, Plaza Pública de CADEM señala que la desconfianza en la Convención alcanza un 54% y el rechazo a la nueva Constitución representa un 46% de las preferencias. El escenario pareciera ser dantesco para las fuerzas de cambio, alimentando la idea de que el Rechazo en el próximo plebiscito de salida es cada vez más inminente. Pero ¿con cuánta información cuentan para llegar a estas conclusiones?

Cadem señala que se realizaron 5.651 llamados, pero solo contestaron la encuesta 706 personas. Si ocupamos esta información, se pueden matizar los porcentajes alarmantes antes mencionados, ya que solo se sabe que 381 personas desconfían de la Convención Constitucional y 325 piensan rechazar la nueva Constitución. Este pequeño acto de transparencia –en el que se explicita la cantidad de respuestas, junto con los porcentajes–, muestra un escenario más incierto que el planteado y refleja que estas opiniones representan el sentir de un pequeño número de personas.

Hay que ser justos. En la gran mayoría de los estudios, en todas las áreas del conocimiento científico, se selecciona a un grupo de personas para estudiar a una población mayor. Sin embargo, no explicitar la incertidumbre que acompaña a un análisis basado en 706 casos para hablar de la opinión de más de 13 millones de adultos que viven hoy en Chile, en el mejor de los casos, es un error que debe ser corregido y, en el peor, un acto deliberado que transforma a la encuesta más en una herramienta de propaganda que de conocimiento.

Técnicamente, hay dos tipos de incertidumbres de las que todo estudio debe hacerse cargo y se resumen en las siguientes preguntas: 1) ¿Cuánto se parecen los encuestados a las personas que decidieron no participar de la encuesta, habiendo sido seleccionados para participar en ella?; y 2) ¿Cuánto se parecen los encuestados a las personas que no formaron parte del estudio (en este caso, a la totalidad de las personas de 18 años o más en Chile)?

Ambas preguntas son en realidad imposibles de responder, pues es justamente el desconocimiento sobre lo que piensa la población lo que justifica que se haga el estudio, pero, a su vez, es este desconocimiento el que debe transparentarse en el análisis. Esto implica calcular todas las posibilidades de respuesta de las personas que: 1) No contestaron la encuesta; y 2) No participan del estudio. Pero Cadem, al contrario, resuelve simplemente suponer, sin ninguna justificación, que el pequeño grupo que contestó la encuesta es igual a quienes no la contestaron (ver San Martín, E., y Alarcón-Bustamante).

Esto se grafica de la siguiente manera:

  1. Llaman a María, José, Teresa y Pedro, quienes, siendo mayores de 18 años, están en condiciones de ser parte del estudio.
  2. María no contesta la encuesta porque está trabajando y no tiene tiempo.
  3. José tampoco contesta la encuesta, porque no cree en ellas.
  4. Teresa y Pedro, por su parte, sí contestan la encuesta, porque quieren que su voz sea escuchada.

Sabemos entonces que María y José, por tiempo o disposición, no participaron del estudio, pero obviamente esto no significa que no tengan una opinión sobre lo que se pregunta en la encuesta. Cadem, sabiendo esto, en vez de reconocer que no conoce la opinión de María y José, decide asumir que ellos tienen la misma opinión que Teresa y Pedro. Si esta decisión les suena extraña, es porque efectivamente lo es y, a diferencia de este ejemplo, como hemos visto, la realidad es aún peor, pues Cadem decide asumir que la opinión de solo 706 personas es igual a la de los 4.945 que no contestaron la encuesta y, sobre la base de esto, hace afirmaciones sobre lo que piensan los 13 millones de adultos en Chile. No hay razones técnicas para justificar esta decisión y, como ya se habrán dado cuenta, lo peor es que sus conclusiones dependen en gran medida de ella.

Pues bien, utilizando los cálculos que pone a disposición LIES, se puede hacer el ejercicio de extrapolar los resultados del último informe de Plaza Pública CADEM al grupo objetivo que declaran en la encuesta (todas las personas adultas en Chile):

 

Es difícil para Cadem hacerse cargo del posible error de sus resultados, ya que les significa aceptar que sus datos realmente no suman información a la discusión pública. Esto, pues el verdadero resultado a nivel poblacional, en cada una de sus preguntas, está entre un 0% y 100%. Dicho de otro modo, el negocio de Cadem depende en parte de ocultar la incerteza y de confiar en que todos y todas, pero principalmente los medios de comunicación, olvidaremos que alguna vez pronosticaron que Jadue y Lavín serían los ganadores de las últimas primarias presidenciales y que en 2020 la Convención Constitucional obtendría el 46,5% de los votos (la realidad fue de 79%).

Podríamos demandar una mayor precisión técnica y una lectura más ética de los datos, pero lo que nunca podemos olvidar es que Cadem es una empresa privada y, como tal, persigue propósitos que no dependen de la deliberación ciudadana. Los medios de comunicación, sin embargo, podrían ser utilizados para discutir los alcances de la información que se presenta como científica sin serlo, y facilitar así la conciencia crítica de una población que quiere entender lo que sucede en su país y entorno.

Encuestas privadas y negocios asociados a los datos seguirán existiendo, pero como mínimo reconozcamos sus intenciones, su alcance y su origen, y no les permitamos nunca ser las principales predictoras de un escenario político que se está construyendo, al calor de una ciudadanía que demanda cambios y mejoras sustanciales en sus vidas, traducido esto en la obtención de más derechos sociales para todas y todos y el fin de los privilegios de unos pocos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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