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Dialoguemos sobre relaciones económicas internacionales y comercio, pero en serio Opinión

Dialoguemos sobre relaciones económicas internacionales y comercio, pero en serio

Eduardo A. Santos Fuenzalida
Por : Eduardo A. Santos Fuenzalida Experto internacional en asuntos de comercio
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Sorprende el nivel de “simplismo” al que hemos llegado –o al cual hemos sido empujados– con el diseño e implementación de la política de relaciones económicas internacionales y comerciales. Administración tras administración –independientemente del color político– ha operado así, en especial, durante las dos últimas décadas. Lo único que parece importar es dar garantías a la inversión extranjera y que las exportaciones puedan aportar más dólares a la economía chilena. El resto, parece ser secundario, como si este modelo de integración a la globalización no tuviera consecuencias negativas que considerar y que, además –en la actualidad–, está bajo profundos cambios y ajustes.


A partir de un estudio realizado en colaboración con ProChile, el 5 de octubre, la Subrei anunció con bombos y platillos –y aparentemente con mucho orgullo– que “Chile se posiciona como el mayor proveedor mundial de 26 productos”, para agregar que “además del cobre, destacan carbonato de litio, diversas frutas, alimentos del mar y variados minerales … [señalando que –en total– figuramos con]… 58 productos en el primer, segundo y tercer lugar del ranking de exportaciones mundiales”. La carrera por el campeonato mundial estaba desatada, y culmina con la noticia de que “Chile se ubica ya como el cuarto mayor exportador de semillas de hortalizas, cranberries en conserva, clementinas frescas y vino embotellado” (Subrei, Sala de Prensa, Noticias, mi énfasis).

Al leer el comunicado de la Subrei, llegué a pensar que era la administración de Sebastián Piñera la que hacía el anuncio. No, es la administración de Gabriel Boric la que aplaude. Frente a estas cifras –y a riesgo de ser calificado como mala onda– me quedo con un vaso medio vacío. Más bien, un vaso muy vacío (en lugar de “lleno”, como lo calificarían algunos), pues no creo que haya mucho que aplaudir. Estoy seguro de que si examinamos los primeros años del siglo XXI, no teníamos tantas marcas “mundialistas”. ¿Acaso debemos celebrar que hayamos profundizado este modelo de desarrollo? Creo que no. Solo hemos profundizado la dependencia de la extracción, procesamiento (solo en algunos casos y “a medias”) y exportación de recursos naturales y alimentos con bajo valor agregado.

Sin ser un experto en todos los temas incluidos en el listado de la Subrei (LIDERAZGO EXPORTADOR 2021), no veo ningún producto que me haya hecho caer de espaldas, por lo avanzado en materia de tecnologías tipo siglo XXII. Más bien, todos estos son productos cuya extracción, procesamiento (reitero, solo en algunos casos) y exportación nos tienen “atrapados” en un “callejón con pocas salidas” y que, además, conducen a la degradación del medioambiente, y a la depredación de nuestros recursos naturales.

Lamentablemente, no encontré mayores detalles del estudio, más allá de la información incluida en el comunicado de prensa y en el listado de productos adjunto. Así, no sabemos cuántos años cubre el estudio, pero, al parecer, el campeonato corresponde solo a lo exportado en el 2021. La Subrei indica haber obtenido las estadísticas de la base de datos del ITC, pero no incluye la clasificación a 6 u 8 dígitos de la línea tarifaria correspondiente a los productos seleccionados, para identificarlos en la base de datos y estudiar el listado con una perspectiva histórica.

Por ello –por el momento– no ha sido posible tener mayor claridad de cómo ha evolucionado este listado durante las últimas décadas. En algunos casos fue posible identificar los productos (por ejemplo, las cerezas frescas, manzanas y ciruelas deshidratadas, filetes de salmón del Pacífico y salmón entero del Atlántico, entre otros productos) y puedo asegurar que este listado es muy dinámico, con algunos productos que desaparecen del ranking mundial, y con un número mayor que ingresa al ranking, a lo largo de los años. Con algunos productos vamos ganando el campeonato, pero en otros, las cifras del ITC parecen contar otra historia, a medida que entran y salen exportadores del ruedo.

El caso de las exportaciones de uva de mesa es emblemático. Hace dos décadas estábamos ligeramente a la cabeza de Italia y los Estados Unidos, y Perú escasamente figuraba en las estadísticas. Aproximadamente, el 2004 / 2005 nuestras exportaciones se dispararon y empezamos a creernos los campeones del mundo. El 2020 perdimos el campeonato. Adivinen quién fue el campeón en el 2021. Perú. Según las estadísticas de la base de datos del ITC, hoy figuramos en cuarto lugar. La ironía de esto es que nadie parece haberse dado cuenta del cambio en la liga de los uveros, excepto nosotros. ¿No les dan ganas de llorar? Francamente, creo que a muy pocos les importa quién es el 1ro o el 2do o el número “x”. Por lo menos en mi trabajo, nunca lo noté. Sí, se nota cuando los productos son de mejor o peor calidad, o cuando tenemos algún problema grave. Muy pocos han olvidado el caso de las “uvas envenenadas”. Y, a no ser que sea un comprador internacional, nadie realmente sabe (y a nadie le importa) quién fue el mayor exportador de uvas en el 2021. Pero a nosotros parece que nos gusta hacer sonar la trompeta por estas cosas.

Suena feo, pero no puedo dejar de mencionarlo: me sorprende que en la administración de Gabriel Boric, la Cancillería parezca estar orgullosa de estos “récords”. Francamente, no lo entiendo. Tal vez creí (¡ingenuamente!) que esta administración tendría una aproximación diferente al tema del comercio exterior. Estaban en el programa de la candidatura el cambio de modelo productivo, la protección del medio ambiente y de los recursos naturales, las pymes, y la mujer campesina, entre varios otros temas. ¿A quién o quiénes queremos impresionar –o asustar– con ese ranking? ¿No tenemos nada mejor que mostrar? Puedo asegurar que ninguno de los países con los que “competimos” se impresiona con estas cifras.

Es justo añadir que el Subsecretario Ahumada, junto a la publicación de ese comunicado, intenta salir al rescate de sus colegas, agregando que espera avanzar hacia una matriz productiva verde e intensiva en conocimiento, que gracias al comercio exterior sea capaz de crear más y mejores empleos para las emprendedoras y los emprendedores de todas nuestras regiones”. Pero el problema es que aún no logran explicarnos cómo esperan hacerlo y siguen enredados con la ratificación del TPP11, tratado que solo profundizará este “estilo” de hacer política comercial y nos aleja aún más de Latinoamérica. Y, Presidente, ¿qué haremos con el TPP ahora que lo aprobó el Congreso? ¿Nos pondremos colorados al menos? 

Sorprende el nivel de “simplismo” al que hemos llegado –o al cual hemos sido empujados– con el diseño e implementación de la política de relaciones económicas internacionales y comerciales. Administración tras administración –independientemente del color político– ha operado así, en especial, durante las dos últimas décadas. Lo único que parece importar es dar garantías a la inversión extranjera y que las exportaciones puedan aportar más dólares a la economía chilena. El resto, parece ser secundario, como si este modelo de integración a la globalización no tuviera consecuencias negativas que considerar y que, además –en la actualidad–, está bajo profundos cambios y ajustes.

El enorme alboroto en torno al TPP11, las “side letters” de la Cancillería, su ratificación en el Senado, y una parte importante del Gobierno que parece “sacarle el trasero a la jeringa”, creo que ilustran claramente lo que ocurre: no hay conversación o discusión seria de estos temas. No creo haber escuchado ni una sola palabra en relación con la “apertura comercial” que ya alcanza otro récord mundial. Ya está “normalizada” la apertura e integración al mundo “por la nuestra”. Ser los primeros –no los “mejores”– a como dé lugar. No parece haber real interés o motivación para “reexaminar” o conversar acerca de lo hecho y lo que vendrá.

Obviamente, estoy simplificando –algunos podrían decir “caricaturizando”– algo que es complejo. Entendido, pero estoy tratando de destacar que hace mucho que dejamos de conversar de estos temas y hemos asumido que más de los mismo –incluyendo el TPP– estaba bien, y es lo mejor que podemos hacer. Su reciente aprobación –con poca o ninguna discusión pública– y el reciente Comunicado de la Subrei con los “récords” mundiales alcanzados por nuestras exportaciones de materias primas y recursos naturales con bajo valor agregado, muestran que seguimos estancados en el pasado.

Hagamos una pausa y pretendamos que podemos retroceder unas dos o tres décadas, a aquellos años en que debatíamos sobre los TLC, antes de que cayéramos en el “frenesí” negociador y normalizáramos la apertura económica “por la nuestras”. Lo concedo, no soy gran “hincha” de los TLC, pero en un mundo globalizado y con una economía muy pequeña como la nuestra, es difícil, si no imposible, cerrarse al comercio y a la inversión extranjera. Despejada esa posible duda, estoy listo para conversar acerca de estos temas, pero dialoguemos, y dialoguemos en serio acerca de todo esto. Ah, y no olvidemos la arquitectura institucional de la que disponemos para hacer frente a estos desafíos.

Señoras y señores, ¿conversamos? Los espero. Ah, y no olvidemos lo ocurrido con las uvas de mesa. Nos puede volver a pasar –y ya nos está pasando– con varios otros alimentos. Lo reitero, me molesta cuando tocamos la trompeta frente a estos “récords” mundialistas porque, entre otras cosas, nos lleva a mirar en menos a nuestros competidores, que es muy peligroso e innecesario. Compitamos, pero también veamos cómo podemos colaborar, pues el mercado mundial de los productos primarios es muy inestable –además de manipulado–, en particular el de alimentos. Tenemos muchos y diversos intereses en común en Latinoamérica. ¿Recuerdan lo que ha dicho el Presidente Boric? Juntos tenemos la posibilidad de salvarnos. ¿Lo haremos?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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