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Opinión: Devolver la dignidad al SII debería ser prioridad número uno en 2013


Christián Aste es abogado del estudio Alliende, Villarroel, Contreras y Eguiguren / Lecaros y Aste

Constituye práctica común en las empresas, hacer un balance de gestión por el año que pasó, y definir para el año siguiente, un plan de acción, que se haga cargo de los desafíos propios de cada industria. Por lo general, cuando la última línea es azul y mejor que el año que le precedió, el resultado es bueno, y la dirección o administración de la compañía es normalmente ratificada en su función. Esto que pasa en las empresas, ocurre también, pero con indicadores distintos en los organismos estatales.

La diferencia es que en éstos no importa la última línea. De hecho, ocurre y con frecuencia que aunque los números finales sean extraordinarios, el colectivo social igual cambia a la dirección política. Lo mismo ocurre al revés, puede que el resultado de gestión sea pésimo, pero que los que dirigen sean ratificados y por aclamación. La razón, es muy simple y se explica con el hecho de que mientras a los accionistas o dueños de las empresas, les importa incrementar su patrimonio, a la gente lo que le interesa es sentir que quienes los dirigen los representan, y actúan del modo que ellos consideran debe actuarse, asumiendo un estándar moral mayor que el que se exige en la esfera individual. Por eso es que los políticos que tienen más conexión con la gente, tienen más votos. No saca más voto el más inteligente o el más atractivo. Gana quien interpreta mejor lo que el colectivo social quiere. Esa interpretación se logra cuando mejor se conoce a la gente, y para eso vale estar cerca de ella.

Todo lo dicho, es a propósito de lo que ha ocurrido con el Servicio de Impuestos Internos. Nunca antes se había hablado tanto y tan mal del SII. Se asumía que el Servicio hacía lo que correspondía hacer y en el marco de la ley. Por eso nadie cuestionaba sus procedimientos ni menos sus decisiones. Se partía de la base que dicha institución aplicaba el principio de igualdad, y que obraba conforme a derecho. Sin embargo y como es de público conocimiento esto cambió, en el gobierno del Presidente Piñera. Los funcionarios piden, y a gritos, que la administración actual, esto es, el Director y el equipo que trajo de PwC salga, renuncie, se vaya. ¿Por qué?, porque lo sienten ajeno a la institución. Consideran que es gente que por haber estado en la vereda del frente, ve con ojos distintos, y por lo mismo está inhabilitada de intervenir. Si lo hacen de un modo u otro hay desconfianza. Si apoyan a un contribuyente específico, se dice que es porque trabajaron para él. Si se oponen a un acuerdo, o ponen trabas, es porque quieren validarse o legitimarse en la institución. En definitiva hay una crisis de confianza, que se palpa, y que está en el ambiente.

Creo que ese es el primer gran desafío para el 2013, revertir esta crisis. No se trata de números. Es intangible y compromete un activo de mucho valor. El Servicio es una marca en sí mismo. Ha sido sinónimo de excelencia, de aplicación, de equidad, de compromiso, de modernidad y eficiencia. Nada de eso puede perderse. Creo que ayudaría a que esto ocurra, que el futuro director y su equipo, emerja de la misma organización. No me parece plausible argumentar que afuera existen mejores profesionales. No lo creo. Al revés, los cambios que llevaron a que el Servicio se constituyera en un ejemplo, han sido consecuencia del trabajo serio y responsable de la gente que ha trabajado allí por décadas. Ellos conocen la orgánica. Saben de las debilidades, y mejor que todo, conocen a la gente. Sus fortalezas y debilidades.

La nueva autoridad, debe asumir como desafío restablecer las confianzas con los gremios. No puede ser que los conflictos que se producen al interior de una organización lleguen a los Tribunales. Cuando eso ocurre, existe el riesgo de que se generen odiosidades, que después resultan muy difíciles de erradicar. Conjuntamente con ello, debe apuntar a buscar salidas administrativas. Los temas tributarios son complejos. Cada concepto puede interpretarse en uno u otro sentido.

El contribuyente generalmente cuando actúa, lo hace de buena fe y asumiendo como verdadero lo que lee de la norma. El problema, es que lo que lee, es interpretado por la autoridad, misma que fiscaliza. Esa interpretación aunque no es judicial, fuerza a que el contribuyente ajuste sus procedimientos, independientemente de que no esté acuerdo. Lo hace porque no quiere problemas con la autoridad. Quiere trabajar y ganar su dinero con reglas claras. El Servicio debe actuar con mayor flexibilidad cuando los conflictos son consecuencia de la interpretación y no de la infracción objetiva a supuestos que nadie discute. En vez de llenarse de liquidaciones y giros, y juicios, el Servicio debiera apuntar a las conciliaciones administrativas, o promover cambios legislativos, que permitan promover procedimientos alternativos que suspendan la tramitación judicial, en aras a una conciliación o avenimiento.

En efecto, creo que más importante que defenderse y ganar los juicios, es lograr que el contribuyente siga siendo contribuyente. Que siga invirtiendo y pagando impuesto, y que no termine quebrado, yéndose o cambiando su negocio por un tema de impuesto. Insisto, los contribuyentes lo que quieren es hacer un buen negocio. Con reglas claras. Pagar lo que corresponda. Organizarse de la mejor forma posible, y sin problemas. El Servicio en esta parte tiene mucho que decir. Desde ya focalizarse en quienes están fuera del sistema. Debe también promover el uso de los incentivos tributarios (donaciones, franquicias y capacitaciones). No debe olvidarse que los beneficios que ellos conllevan y que explican y justifican su existencia, son mayores que la menor recaudación a que están asociados.

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