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Escritor Mauricio García Villegas: “El delirio político hace imposible alcanzar consensos básicos”

Escritor Mauricio García Villegas: “El delirio político hace imposible alcanzar consensos básicos”

El escritor colombiano y doctor en Ciencia Política visitó nuestro país en el marco de la promoción de su último libro, “El viejo malestar del Nuevo Mundo”, ensayo donde aborda los pesares de la política latinoamericana a partir de las emociones. Perspectiva que busca un mejor entendimiento de los problemas que aquejan a la región, como “la violencia, la corrupción, la falta de unidad social, la ineficacia del Estado o las dificultades para consolidar la democracia”.


Para Mauricio García Villegas, los resentimientos, el odio y el “delirio político”, son algunas de las emociones que han jugado un papel determinante en los asuntos sociales y políticos de América Latina. Las llamadas “emociones tristes”, concepto que desarrolla con la intención de comprender la incapacidad de llegar acuerdos por parte de los gobernantes, para construir los consensos básicos que permitan solucionar los principales problemas que afectan al continente.

El académico colombiano señala que “esta gran frustración con el mundo político” permite que hoy vuelva a aparecer la figura de “los caudillos”, y expresiones populistas que instalan la falsa concepción de que “la solución a los malos políticos, es la no política”. Por lo que propone reflexionar sobre cómo avanzar hacia instituciones más fuertes y el control de las malas emociones que socavan la democracia.

-Esta fue una semana compleja en América Latina a propósito de los acontecimientos de violencia política ocurridos en Ecuador. ¿Cómo leer estos episodios a partir de los pesares del continente que nos plantea el libro?
-Si bien este no es un libro de coyuntura, es un libro para tratar de entender un poco las desgracias de América Latina a partir de las emociones. Generalmente el continente se ha entendido a partir de la economía, a partir de la política, de las ideologías, de los conflictos, de los movimientos sociales, etcétera. Y todo eso está muy bien, pero yo quise entenderlo en particular desde “las emociones tristes”, llamadas así por Baruch Spinoza, un filósofo holandés del siglo XVII, que decía que había ciertas emociones como el odio, el miedo, la venganza, el resentimiento, la envidia, que eran emociones que disminuían a las personas, que las perjudicaban, que si dejaban que esas emociones florecieran terminaban estropeándose, entonces proponía que había que limitar esas esas emociones hasta donde fuese posible.

Yo creo que algo parecido les pasa a los países, a las naciones y a los continentes como América Latina, donde las emociones tristes han tenido un peso particular, sobre todo en la vida política y en la vida pública. Por eso hemos tenido tantas dificultades. Es un continente lleno de buenas ideas y buenos proyectos, pero muchas de esas cosas han sido estropeadas por las emociones tristes, y en particular, por la violencia causada por el odio, la venganza y el resentimiento.

No sé cuál será la información final sobre el asesinato en Ecuador, pero no es la primera vez que pasa, en Colombia hubo una época de asesinatos de candidatos a la presidencia a finales de la década de los 80. En ese caso era por partidismos políticos y por venganza, todo esto mezclado con narcotráfico, que es lo que suele suceder. El narcotráfico es una gran tragedia latinoamericana.

Yo creo que América Latina se debería unir para acabar con esta política de guerra contra el narcotráfico que no está conduciendo a ninguna parte. Los Estados Unidos y la élites conservadoras en todo el continente se empeñan en mantener esta política y eso no ha producido sino desastres, las mafias son cada vez más poderosas. Antes esto era solamente en Colombia y en México, ahora en Centroamérica cada vez está más presente y esto está descendiendo. No excluyo que se convierta en un problema mayor incluso en países como Chile.

-¿Por qué pensar en lo político desde las “emociones tristes”?
-Las emociones tristes no solamente están en los individuos, sino que también en las colectividades. Cuando no se controlan, cuando no se limitan, cuando terminan desaforadas, son muy malsanas para la vida social y para la vida política. Es una cosa que ha pasado siempre en América Latina, que por los resentimientos, las envidias políticas, por el delirio político -que es otra noción que está estudiada en este libro- terminan en enfrentamientos, que hace imposible alcanzar consensos básicos en los cuales todos los políticos estén de acuerdo.

En el siglo XIX eran las guerras civiles y los caudillos y algo parecido pasó en el siglo XX. Y un poco América Latina sigue en lo mismo, con una gran frustración por el mundo político, una gran frustración frente a los políticos que no responden a las necesidades que la población reclama. Una gran exigencia de justicia, por un lado, y de seguridad por el otro lado y, en medio de esas frustraciones, algunos países lo que hacen es hacer de nuevo un llamado a los caudillos y al populismo para que resuelvan los problemas. Y el caudillismo y el populismo no son la solución, como se ha demostrado a lo largo de la historia política de América Latina.

-Miedo, desconfianza y delirio son tres conceptos que desarrolla a partir de las “emociones tristes”. ¿Cómo se han manifestado esas emociones en los países?
-Hay tres capítulos centrales sobre emociones, uno sobre el miedo, otro sobre la desconfianza y otro sobre el delirio. Cada una de esas emociones atrae otras emociones. Entonces, el miedo generalmente va muy de la mano con las furias y los odios. En ese capítulo se explica la importancia que ha tenido el miedo en América Latina desde la conquista, cuando los españoles sembraron el horror en todo el continente. Y eso perduró de manera distinta durante la Colonia, en buena parte por la Iglesia, por el miedo al infierno y por lo que representaba.

Después, en la República, el miedo fue muy importante, sobre todo por los caudillos. Una época de caudillismo, que después se manifestó en el populismo, y el populismo es un heredero del caudillismo. Es una época de sociedades divididas entre el caudillo y los que lo siguen, y los otros que son considerados como enemigos o como traidores. Y esos caudillos han sido de derechas o de izquierdas, conservadores o liberales, ha habido de todos los pelambres, no es solamente una ideología.

Lo anterior, tiene que ver con el tercer capítulo de las emociones, que es el capítulo del delirio en América Latina. El delirio ha sido muy importante. Los españoles, que ya tenían una imaginación desbordada cuando llegaron aquí y vieron estas montañas maravillosas, las selvas, las sociedades indígenas, los animales.

Esto siempre ha sido muy relevante para la literatura y para la creación artística, que es nuestro mejor producto de exportación. Pero ha sido nefasto en la política, porque la unión entre la utopía y la política ha sido nefasta. Querer construir paraísos en la tierra ha sido un propósito siempre venido a menos.

Desde los griegos sabemos que las pasiones desaforadas y, sobre todo, las pasiones del odio, la venganza y la envidia, pueden estropear a las personas individualmente o a la sociedad. La Ilíada empieza diciendo cómo es posible que la venganza nos haya conducido a la situación en la que estamos. Y eso se sabe desde siempre: lo que hacen los padres con los niños es controlar sus emociones, enseñarles a limitar su propia rabia y su propio egoísmo. Eso es la educación. Nosotros somos un poco salvajes cuando somos muy pequeños.

Alemania era el país más desarrollado y posiblemente más culto de Europa en la primera mitad del siglo XX y se dejó llevar por las pasiones populistas del nazismo, y terminó casi autodestruyéndose con la Segunda Guerra Mundial.

Las constituciones son la metáfora de Ulises encadenado. El derecho y las constituciones son normas que atan a los pueblos para que sientan emociones pero las controlen, para que esas emociones no se apoderen de ellos. En Alemania lo que hicieron fue acabar con las instituciones, acabar con la Constitución de Weimar, y por eso Hitler hizo lo que hizo, porque todo quedó en manos de la emoción suscitada por él, pero, claro, en América latina estamos en una gran crisis con las instituciones, por eso este libro es un llamado a respetar y creer en las instituciones.

Yo sé que acá en Chile hay un lío tremendo con el proceso constituyente, por eso las constituciones tienen que concebirse con una idea de largo plazo, de consensos. Una Constitución no puede ser un programa de gobierno con una camiseta partidista. Eso no quiere decir que la política no cuente, por supuesto que cada cual intentará redactar la Constitución según sus valores, pero tiene que haber un espíritu de acuerdo.

-Otro de los temas que aborda el libro es la necesidad de recuperar el americanismo. ¿Qué nos une como América Latina, a pesar de las diferencias que marcan a cada país del continente?
-Sí, la hipótesis de este libro es la de que América Latina es un pueblo muy parecido, que hay diferencias, por supuesto, pero esas diferencias son más cosméticas y más externas. Estoy convencido de que aquí vive la misma gente, el mismo pueblo. Tres siglos de Colonia no pasaron en vano… con la misma religión, la misma lengua, la misma cultura, eso nos hizo muy parecidos. La prueba de eso es que tenemos problemas muy parecidos de ineficacia institucional, de desconfianza, de miedos. Somos muy parecidos en relación con el aparato estatal y con la corrupción. Somos muy parecidos en la manera como concebimos al individuo, a la familia, la justicia, la libertad, los valores fundamentales, en eso todos nos parecemos.

Mejorar las vías de comunicación, crear un mercado común y crear instituciones fuertes son parte de la solución a nuestros problemas. América Latina es débil en parte porque cada país negocia solo frente a las grandes potencias. No es la única solución, por cierto, pero es parte de esa solución, volver a la idea americanista. Yo sé que eso suena utópico, pero algún día va a pasar y espero que no pase después de una tragedia, que es por lo que en general se unen las naciones. En Europa se han unido mucho por las guerras, ojalá que eso acá no pase cuando haya una catástrofe ecológica o humanitaria, ojalá que nos unamos antes que eso.

-Según como están las cosas en América Latina, con la aparición de expresiones populistas y el descrédito de las instituciones, a su juicio, ¿está en riesgo la democracia?
-Sí, por supuesto, en América Latina siempre ha estado en riesgo. Como hay tanta desconfianza, tanto desánimo, tanto descrédito de los gobiernos y de las instituciones, ya nadie cree en nada. En los últimos años siempre han ganado los partidos de oposición. Como pasa eso, todos queremos que se vayan todos porque ningún político sirve. Creemos una cosa que es terriblemente falsa y es que la solución a los malos políticos es la no política, es no tener políticos, y eso no es una solución. La solución a la mala política es tener buena política.

Como hay tanto desgano y tanto desaliento frente a las instituciones, es como un círculo vicioso. Eso contribuye a que los Estados y los gobiernos sean menos eficientes en el cumplimiento de sus propósitos, porque parte del cumplimiento de sus propósitos tiene que ver con la colaboración de la ciudadanía.

Entonces muchos dicen que la solución de esto es tirar la democracia a la basura y que llegue un tirano, de derecha o de izquierda, pero que llegue una persona con mano fuerte y que ponga orden. Esa es la tradición de los populismos y los caudillos, que en América Latina no ha producido sino tristezas.

Así sea muy difícil, la solución es encontrar consensos, es pensar más en términos de país y de continente, y menos en términos partidistas. Pensar más en términos de largo plazo, no de un gobierno específico que dura cuatro años. Pensar en términos intergeneracionales, pensar menos egoístamente y pensar más en el futuro. Eso es muy difícil en América Latina, no tenemos esa tradición, pero se necesitan líderes que piensen de esa manera. Esa es la solución, la solución no es tirar la democracia por la borda y llamar a un chafarote para que nos resuelva los problemas.

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