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Esta es y así juega la Rojita mundialista Sub 17

Esta es y así juega la Rojita mundialista Sub 17

21 chicos lucharán desde el 17 de octubre por hacer un papel digno en el máximo certamen de esta categoría y vencer el escepticismo del medio nacional.


Fueron casi 130 los testeados en múltiples convocatorias y partidos disputados desde 2013, pero al cabo de dos años solo 21 de ellos llegaron al final del proceso y representarán a Chile en el Mundial Sub 17 que se jugará en nuestro país a partir de la segunda quincena de este mes.

Un número tan alto de preseleccionados es inusual, incluso a un nivel infantil en que el talento innato pero aún en bruto de los jugadores dificulta a los entrenadores tomar decisiones a la segura. Hubo procesos anteriores cuyos contingentes finales estaban prácticamente definidos desde sus inicios, demostración clara de la categoría de esas generaciones.

Pregúntenle, por ejemplo, a Leonardo Véliz si en 1992 cuando tomó a la Sub 17 que remataría tercera en el mundial del año siguiente no sabía ya del valor excepcional de Rozental, Neira, Tapia, Lobos, Poli, Osorio o Galaz. O a Vladimir Bigorra, que en 1996 convocó de entrada a Mirosevic, Maldonado, Zúñiga, Ribera, entre otros, para clasificar al Mundial de 1997.

No ocurrió lo mismo con la actual selección.

En medio de la cadena de malos resultados durante un año y medio de conducción del argentino Alfredo Grelak hubo muchos críticos que exigieron su salida apostando porque un nuevo conductor obraría milagros convocando nuevos jugadores, supuestamente mejores que los que había.

Grelak debió irse a mitad de marzo pasado junto con su mentor Hugo Tocalli tras el fracaso en el Sudamericano Sub 17 de Paraguay, donde Chile fue último en su grupo, cosechando solo derrotas.

Al día siguiente de su alejamiento la Rojita ya tenía sucesor. La apuesta era ahora un entrenador chileno, «conocedor del medio», empapado de los defectos y virtudes de nuestros jugadores infantiles y hasta capaz de renovar el plantel.

Para eso estaba Miguel Ponce, el «Chueco», con pasado formador en inferiores y dispar suerte después en equipos adultos.

Ponce se dio el tiempo en los últimos seis meses y medio para hacer su propio sondeo. Pero comprobó -al revés de lo que esperaban los soñadores- que su antecesor no había errado demasiado en la composición del equipo. No había mucho más y simplemente Grelak no supo cómo salir del embrollo.

Aquello lo demuestra el que en la nómina mundialista de 21 jugadores Ponce solo sumó cuatro jugadores totalmente nuevos. Respecto del plantel de 22 elementos que sucumbió en el Sudamericano, mantuvo a siete y borró a quince que fueron reemplazados por otros diez que ya habían estado con Grelak.

Dado ese contexto, el «Chueco» apostó por un 4-3-3 y recuperar la confianza sobre la base de un mejoramiento colectivo apoyado en mayor dinámica e intensidad de juego, con presión en todo el campo. «Queremos jugar a un ritmo de Primera División», es su idea fuerza. Algo de eso ha logrado, como lo demuestra la campaña invicta de la Rojita por Inglaterra y Sudáfrica en la segunda quincena de septiembre, con cuatro triunfos y una igualdad, más el empate 1-1 de ayer sábado ante México, en el Estadio Nacional.

NOMBRE POR NOMBRE

En el arco la titularidad la disputan Zacarías López (San Marcos de Arica) y Luis Ureta (O’Higgins). La tercera alternativa es Ignacio Azúa (Universidad de Chile). Los dos primeros jugaron el Sudamericano, aunque López ha ocupado el pórtico con más frecuencia, lo que le da ventaja de cara al Mundial.

En la defensa de cuatro hombres las bandas las ocupan Simón Ramírez (Huachipato) y Diego Soto (Universidad de Concepción), mientras que en el centro juegan Juan José Soriano (Universidad Católica) y Fabián Monilla (Universidad Católica), este último, uno de los cuatro exclusivos «hallazgos» de Ponce. Ganó la pulseada y asoma como titular, lo que no ocurre con su compañero de club, que luego de ser un fijo ha debido alternar con Camilo Moya (Universidad de Chile). Una opción por el lateral diestro o el centro es Diego González (Audax Italiano).

La zona media es la que sufrió el remezón más sísmico. El seleccionador detectó allí las mayores falencias que impedían a Chile predominar en el juego y borró a siete de los ocho volantes usados en el Sudamericano. Solo sobrevivió el armador René Meléndez (Audax Italiano), titular desde los albores de esta selección. Su alternativa es Luciano Díaz (Colo Colo), con más característica de media punta, posición habitual en su club, aunque Ponce lo prefiere como armador. Otras posibilidades son Gonzalo Jara (Universidad Católica) y Marcelo Allende (Cobreloa).

Delante de la defensa se mueven Ignacio Saavedra (Universidad Católica) y Yerko Leiva (Universidad de Chile), hasta ahora con más opciones que Hugo Herrera (O’Higgins) y Brian Leiva (Universidad Católica), este último también con cualidades ofensivas. Ninguno estuvo en el Sudamericano, y su mayor capacidad de marca ha incidido en la recuperación de la Rojita.

En la delantera también hubo renovación profunda. Del Sudamericano únicamente permaneció Gabriel Mazuela (Universidad de Chile), goleador en ese torneo y con mucho desmarque, aunque su delgadez puede hacer que el «Chueco» termine optando por goleadores más corpulentos como Luis Salas (Colo Colo), Walter Ponce (Unión Española) y Mathias Pinto (Universidad de Chile), todos con cualidades técnicas interesantes. Al inicio del proceso, Pinto era titular fijo por su prestigio en el fútbol menor, pero fue perdiendo terreno, al punto que hoy es alternativa. De todos modos, su convocatoria y la del albo Salas son de plena lógica porque en esta serie de nacidos en 1998 no ha habido en los últimos dos años otros anotadores a su altura. La ausencia de ambos en el Sudamericano fue uno de los flancos que Grelak regaló para la crítica.

De todos modos, el olfato goleador de estos cuatro atacantes depende de que la creación de juego recuperada en los últimos meses persista en el Mundial. Justamente, la mano de Ponce se ha notado en una mayor recuperación del balón y, por ende, de control del partido, factor esencial jamás conseguido en la era Grelak. Correr detrás del balón sin alcanzarlo casi parecía una instrucción por su persistencia, más que una incapacidad de los jugadores.

Resta un último amistoso, el tercer partido en menos de un mes frente a Sudáfrica, al que de visita se derrotó en los dos lances previos. Precisamente el buen juego desplegado ante un rival africano veloz, potente y con bastante habilidad, alientan esperanzas de que Chile pueda superar al menos la fase de grupos en el Mundial que empieza el 17 de este mes.

Sus rivales -Nigeria, actual campeón mundial, Croacia y Estados Unidos- asoman como vallas difíciles de sortear. Ojalá el mejoramiento colectivo de los últimos meses predomine sobre la presión de ser local y de cargar con una pesada mochila de escepticismo en nuestro medio futbolístico.

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