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Jordan, futuro rey de Francia ANÁLISIS

Jordan, futuro rey de Francia

Mauricio Electorat
Por : Mauricio Electorat Escritor y académico chileno. Autor de "El paraíso tres veces al día", "La burla del tiempo", "Las islas que van quedando" y "No hay que mirar a los muertos", entre otros textos.
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La batalla cultural consiste en levantar al pueblo contra las élites corruptas. La familia Le Pen lo entiende muy bien. No necesita de un multimillonario delirante como Trump, ni de un militarote como Bolsonaro: tienen a Jordan, un influercer que proviene de los suburbios del sistema.


Visto desde París, el mundo parece tan convulso como cuando uno lo mira desde Chile. No tendría por qué ser de otra manera, en estos tiempos de inmediatez hipertecnológica, dirá usted. Sí, claro. Salvo que acá uno tiene la sensación de estar en el meollo del asunto. ¿De qué asunto? Digamos que las amenazas que se ciernen sobre esa construcción surgida de la Ilustración que llamamos las democracias occidentales –también llamada Modernidad– se perciben de manera mucho más acuciante en cualquier gran ciudad europea que en Chile.

Por razones evidentes:  Europa es uno de los principales “teatros de operaciones” de lo que la extrema derecha llama “la batalla cultural”. El hecho que en los dos pilares de la Unión Europea la ultraderecha vaya ganando parcelas considerables de poder –con los neonazis de Alternativa por Alemania y, en Francia, la Unión Nacional, partido de la saga de los Le Pen– hace presagiar una tormenta perfecta. Y si le agregamos la Italia de Meloni, el Partido de la Libertad de Geert Wilders en Holanda, que acaba de ganar las legislativas, los gobiernos ultraderechistas de Hungría y Polonia y Vox en España, aparece como una tormenta muy cercana.

En Francia, país donde las élites son hiperdiplomadas, la Unión Nacional de Marine Le Pen eligió como secretario general a un jovencito de 28 años que tiene el mérito de no haber pisado jamás una universidad, ni mucho menos una de esas “Grandes escuelas” donde se forman los dirigentes de la industria, las finanzas y la política. Su nombre es Jordan Bardella y es el ícono perfecto para ganar lo que la ultraderecha entiende por “batalla cultural”: frente a los políticos “tradicionales”, levantan un rostro de “tik toker”, muy joven, hijo de inmigrantes, ultraconservador, xenófobo, perfectamente ignorante, pero cuya sonrisa engominada y fraseología hueca, más propia de la publicidad que de la política, lo ha transformado en el rey de las redes sociales.

Jordan reina en el universo virtual con millones de seguidores, la mayoría de ellos jóvenes sin mayor formación y sin ninguna posibilidad de pertenecer al Olimpo de las élites, muy ocupadas en reproducirse a sí mismas. Así, mientras Marine Le Pen trata de esconder bajo la alfombra todas las barbaridades con que su padre construyó su sólida y necrófila base electoral (admiradores de Pinochet, negacionistas del Holocausto, nostálgicos de la Argelia francesa), Bardella seduce como un modelo de Calvin Klein a las multitudes de jóvenes desheredados del sistema. Él es uno de ellos y si puede encumbrarse al aerópago del poder, entonces hay esperanza.

La “batalla cultural” consiste en levantar al “pueblo” contra las élites “abusadoras, corruptas” y, esto es lo único cierto, perfectamente endogámicas. La familia Le Pen lo ha entendido muy bien, no ha necesitado de un multimillonario delirante como Trump, ni de un militarote como Bolsonaro: aquí está Jordan, con la compostura de un telepredicador, la pinta de un jugador de baloncesto y la incultura de cualquier hijo de los suburbios del sistema, para llevarlos al Eliseo. Porque, claro, el problema es que el Frankenstein creado por Marine Le Pen para ganar la madre de todas las batallas ya ha destronado en las encuestas a su creadora como candidato potencial al Eliseo.

¿Qué estrategia adopta Macron en este escenario? Una muy sencilla, pero que puede explotarle en la cara: adoptar parte del programa de la ultraderecha y mostrarle la puerta de salida al ala socialdemócrata de su propio partido. Un regalo para Jordan y Marine, que preconizan que los electores preferirán el original a la copia. El riesgo, cada día más probable, es que Macron pase a la historia no como un presidente moderado que supo hacer la síntesis entre las izquierdas y las derechas democráticas, sino como el jefe de Estado que le pasó la banda presidencial a la primera mujer presidenta de la República francesa… que será entonces líder mundial de la ultraderecha, o al primer “influencer” que llega al poder en una de las principales democracias occidentales. No hay buena alternativa.

En la tragedia clásica francesa esto se llama un “choix cornélien”, una elección entre dos alternativas igualmente trágicas, como en el teatro de Corneille. Eso es lo que les espera a los franceses en las elecciones europeas de este año, percibidas como un anticipo de las presidenciales de 2027. Con este paisaje europeo y el probable regreso de Trump a la Casa Blanca, Putin debe estar frotándose las manos… 

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