Publicidad

Generación de los ’80: nos llegó la hora

Esteban Valenzuela Van Treek
Por : Esteban Valenzuela Van Treek Ministro de Agricultura.
Ver Más


Recuerdo una polémica con Manuel Antonio Garretón a mediados de los ochenta. El sicólogo calificaba a la generación de los 60 como lúcida, creadora de partidos, de la reforma universitaria y de un modelo de mordernización del país más allá de la estridencia de los discursos. Los de los 80s seríamos la generación «valiente» y punto, la que luchó contra la dictadura, rearticuló movimientos sociales, estuvo en la calle, apostó por los derechos humanos. Sin embargo, se connota, que esta no tuvo grandes proyectos, más allá del restablecer un orden democrático con el valor de luchar en base a una ética que se sobrepuso al miedo. Muestra de esta falta de proyectos, sería, decimos hoy, que la G-80 ha ocupado roles menores en los gobiernos de la Concertación y en el Parlamento.

Entre la lucidez que nos llevó a la «derrota» de la G-60 y nosotros, los testimoniales de los 80, se ubica la generación del 70 del gremialismo que tuvo en el autoritarismo neoliberal un proyecto modernizador y fundacional, una mezcla de pragmatismo tecnocrático con fundamentalismo católico, el liderazgo de Jaime Guzmán, un movimiento social como el gremialismo, ideología falsa pero despolitizadora, sentido de grupo y ahora último eficacia como grupo político emergente expresado en le crecimiento de la UDI y la votación de Lavín, combinando cooperación, recambio, eficacia en los recursos y apuestas osadas.

Pero la verdad es más compleja. La G-80 está marcada por la valoración de la participación, por la importancia de la cultura como construcción de identidad e instrumento de valores progresistas, por un anti-autoritarismo esencial, por la valoración de otras dimensiones del quehacer política, por su malestar con la política tradicional, por el trabajo transversal entre la DC y el mundo de la izquierda democrática, por la apertura a nuevas agendas como medio ambiente, derechos de minorías y descentralización. No hubo un Jaime Guzmán ni un Milton Friedman, ni la Revolución Cubana ni Lenin, ni Maritain ni Jaime Castillo, pero hay una construcción en que se mezclan heterodoxamente Paulo Freire, cristianismo liberacionista, Gramsci y la renovación socialista, ecologismo, nuevo rock y literatura, mucha literatura., la relectura de Allende, la revalorización del reformismo de Frei padre, Felipe González y nuestros próceres locales.

Los G-80 connotan «un miedo al poder», una suerte de «generación de las salas de esperas» o de «los jefes de gabinete». Están dadas las posibilidades para ocupar roles protagónicos, no sólo porque algunos de los más precoces ya tienen hijos que pronto ingresarán a la Universidad -hay que darse cuenta que a los 38 no se es precisamente joven-, sino porque hay mucho que aportar a una Concertación adormecida y poco reformista; agendas libertarias, descentralización, mayor franqueza, emergencia de nuevo empresariado, estilos más colegiados y transversales (distinto a la política tradicional con su sobrevaloración del presidencialismo y los poderes centrales).

El PPD, en particular, es dirigido por «ochentistas»; más diálogo, nuevas agendas, mayor reformismo, son los sellos que se buscarán. Nos llegó la hora. Veremos.

* El autor es vicepresidente del PPD

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias