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Por una reforma tributaria sustentable


Frente a la actual polémica respecto de la rebaja de impuestos a las personas y la consecuente compensación, vía alza de impuestos a las empresas, los parlamentarios cercanos tanto al gobierno como a la oposición tienen en sus manos la posibilidad de generar una adecuada Reforma Tributaria que encamine al país hacia un verdadero desarrollo sustentable.



La alternativa es simple y consiste en gravar «los males» que produce la actividad económica, como por ejemplo, las basuras, las emisiones contaminantes de la industria, la destrucción de bosque nativo y la sobre-explotación de los recursos pesqueros, entre otros. Una tributación de este tipo ayudaría a proteger el medio ambiente y a mejorar las condiciones sociales, económicas y ambientales de nuestro país.



Esta idea no es nada nueva ni revolucionaria. Recientemente la firma consultora Claro y Asociados ha planteado una propuesta muy similar. Ellos sugieren como alternativa de compensación a la rebaja de impuestos a las personas, gravar «los males de la economía» como la contaminación, en el país y en Santiago, y el consumo de sustancias adictivas como el alcohol y el tabaco.



Proponer un reemplazo parcial de los impuestos tradicionales por impuestos sobre la contaminación o la basura no es sólo una alternativa para compensar la pérdida de ingresos fiscales ante una eventual rebaja de impuestos, sino que, más importante aun, representa un mecanismo eficiente para que los responsables de estos «males» se hagan cargo de dichos costos que hoy todos sufrimos.



Esta idea se basa, en primer lugar, en la imperante necesidad de tomar medidas para proteger el medio ambiente y reasignar los recursos hacia usos más racionales. En segundo lugar, a la luz de la experiencia de los países desarrollados, los impuestos, o cualquier otro mecanismo que modifique la estructura de precios, han resultado ser más efectivos para proteger el medio ambiente que los mecanismos tradicionales de restricción y control, como son las normas ambientales o las exigencias tecnológicas. Finalmente, los impuestos vigentes en la actualidad reducen los incentivos para el trabajo, el ahorro y la inversión, que podría ser absolutamente sustentable.



La reforma planteada hace un par de semanas por los senadores DC, Alejandro Foxley y Edgardo Boeninger, de reducir el gravamen que pagan las personas entre un 10% y un 15% en todos los tramos, no beneficia ni a los más pobres ni a las capas medias, sólo favorece a quienes tienen sueldos que van desde un millón y medio hasta los 7 millones de pesos.



Esto es así, ya que en Chile casi el 80% de los trabajadores ganan menos de 280 mil pesos. Este grupo de contribuyentes conforma el primer tramo en la escala de impuestos a la renta y tal como se estipula en la ley tributaria, están exentos de pagar impuestos por sus ingresos. A diferencia de lo anterior, la aplicación de un impuesto a los «males» que genera la actividad económica, beneficiaría a todos los chilenos por igual y no sólo a unos pocos.



Un reforma tributaria orientada de esta manera podría reducir los actuales impuestos al trabajo y reemplazar los ingresos con nuevas recaudaciones provenientes de castigar la generación de basura y contaminación. Bajo los escenarios propuestos, los ingresos totales del Estado perfectamente podrían no ser alterados y la actual distribución de la carga impositiva se orientaría en contra de aquellos que contaminan más y generan más basura.



Está claro por lo tanto que esta propuesta podría no significar un incremento en el tamaño del Estado, sino que reemplazaría una porción de los ingresos del Estado con ingresos provenientes de impuestos que gravan la generación de «males» o de permisos ambientales para emitir contaminación, los que se otorgarían después de pagar por ese derecho.



No obstante, se debe considerar que el impuesto que pagan las empresas en Chile está muy por debajo de los países que han alcanzado un alto desarrollo. Mientras en Canadá, Francia, España, México, Argentina y otros, las empresas pagan más del 30% de impuesto por sus utilidades, en Chile esta clase de impuestos no supera el 15%.



Del mismo modo, los países de alto desarrollo -tales como Suecia, Estados Unidos, Canadá, Francia, Inglaterra, Italia, y muchos otros- han entendido que el desarrollo es fruto de un esfuerzo democrático que necesita recaudar grandes recursos económicos por la vía de los impuestos para que los gobiernos cumplan con sus obligaciones sociales. De esta forma dichos países recaudan impuestos por un monto equivalente al 30% de todo el ingreso que producen, mientras en Chile, la carga tributaria es sólo es un 19%.



Entonces nuestra propuesta de reforma tributaria apunta a reducir los impuestos a las personas y a los bienes de primera necesidad, pero al mismo tiempo es necesario aumentar la carga tributaria a las empresa y a todos los «males» que la actividad económica produce. Si queremos alcanzar efectivamente el desarrollo pleno de nuestro país, tenemos que aceptar que se deben pagar impuestos y que, por lo tanto, la carga tributaria debe ser más alta de lo que hoy se paga en Chile. De lo contrario, alcanzar un desarrollo sustentable es sólo una absurda utopía.



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Marcel Claude es economista y director ejecutivo de la Fundación Terram.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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