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Expediente X: Periodistas abducidos

Las normas del Pentágono son estrictas y los periodistas embedded no pueden dar ningún dato preciso. Se limitan a relatar generalidades. Es una especie de maldición para una profesión que se debe justamente a la precisión de los datos.


Veo una imagen inconcebible en guerras pasadas. Un reportero de la cadena CNN, vestido de soldado paracaidista, despacha una entradilla desde el mismo avión del que están saltando los efectivos de la 173Åž Brigada Aerotransportada del Ejército de EEUU. Conozco la misión de los militares: deben capturar un aeródromo en un sitio supersecreto del Kurdistán para establecer una base desde la cual se abrirá el frente norte para asediar Bagdad. Pero no tengo claro qué hace allí el tipo de la CNN. ¿Es periodista? ¿Soldado? ¿Acróbata? ¿Doble cinematográfico?



La mayoría de las cadenas de televisión anglosajonas tienen el detalle de colocar un cartelito debajo del nombre de sus periodistas: «Fulanito de Tal, embedded con el Séptimo de Caballería». ¿Cómo se traduce embedded? El diccionario sugiere «integrado», «encajado» o «incorporado». O sea, un periodista «integrado» en una unidad militar, igual que un cabo de intendencia o un cocinero. Esta es la última moda impuesta por el secretario de Defensa Donald Rumsfeld que reclutó a todos estos periodistas embedded en una serie de cursos para corresponsales de guerra que concluyeron, muy oportunamente, justo un par de meses antes de que comenzaran las hostilidades. Si Rumsfeld está de por medio, lo justo sería traducir embedded como «abducidos» y abrir ahora mismo un expediente equis sobre este asunto.



Un buen amigo -redactor de periódicos- ha sido «abducido» por la 3Åž División de Infantería (mecanizada), una de las unidades de vanguardia que, según el Pentágono, ha matado a más de mil soldados iraquíes cerca de Nayaf, al sur de Bagdad, pero no ha tenido una sola baja. Cuando hablamos por teléfono no me puede revelar ni su posición ni ningún otro detalle. Cuando el tipo que oye su conversación cree que me va a contar algo que puede poner en peligro a la División, la comunicación se corta accidentalmente. Las normas del Pentágono son estrictas y los periodistas embedded no pueden dar ningún dato preciso. Se limitan a relatar generalidades. Es una especie de maldición para una profesión que se debe justamente a la precisión de los datos.



No ocurre lo mismo con los reporteros de televisión. Las imágenes de acción hablan por sí solas, aunque los datos esenciales estén rigurosamente censurados. Por eso pasa lo que pasa con el reportero-paracaidista de la CNN y los despachos de televisión acaban convirtiéndose en meros reality show donde los protagonistas son los propios periodistas.



Los periodistas embedded no son nuevos. El Pentágono los ha recuperado de Vietnam, donde algunos corresponsales de guerra escribieron piezas notables, tan irónicas y agudas que la guerra acabó siendo impopular en Estados Unidos y Nixon tuvo que ponerle fin. Esta vez, Rumsfeld ha aprendido la lección y todos los periodistas integrados a las diversas unidades militares han sido cuidadosamente instruidos. Por eso, hoy no hay ningún medio de comunicación estadounidense que no se declare «sensible a la hora de dar información que pueda poner en peligro las operaciones y las vidas», aunque se trate de operaciones tan descaradas como quitarles la vida a otros.



Lo que alimentan los datos imprecisos y la rigurosa censura es la descarada manipulación de la opinión pública norteamericana y mundial. En apenas una semana de hostilidades ya se han visto casos notables. El jueves 20 de marzo, nada más entrar las tropas norteamericanas en territorio iraquí, la agencia de noticias kuwaití Kuna informó que la estratégica ciudad portuaria de Um Qasr había sido capturada. La noticia llegó con seis días de anticipación. Porque aunque el viernes 21 un portavoz militar británico -el almirante Michel Boyce- juró y rejuró que la ciudad estaba bajo su control, lo cierto es que en Um Qasr todavía se combatía.



Algo similar ocurrió con Basora, donde portavoces británicos insistieron el martes 25 que se estaba produciendo una insurrección popular chiíta contra Sadam Husein. El levantamiento no consiguió saltar de la imaginación de los propagandistas y Londres plegó velas al día siguiente afirmando que la insurrección había sido una pequeña manifestación callejera. Sin embargo, la cadena Foxnews llegó a afirmar que soldados iraquíes disfrazados como estadounidenses se dedicaban a fusilar a civiles casa por casa en Basora. No explicó Foxnews cómo podrían obtener los iraquíes el costoso equipo estándar que llevan los soldados de EEUU y, mucho menos, como imitarían el acento de Kansas con esos enormes bigotes de brocha Sadam-style que llevan casi todos en ese país.



Parece que más que una insurrección en Basora, lo que había era una batalla propagandística para ver si la confusión provocaba, de una vez por todas, la famosa revuelta.



En la lista de mentiras y despropósitos también hay que apuntar que la captura de la localidad de Nasiriya se anunció tres veces, pero hasta el día de hoy se sigue luchando en sus alrededores. Un hito esperpéntico fue la rendición, el primer día de guerra, de la 51Åž División de Infantería iraquí, con su comandante a la cabeza, anunciada a bombo y platillo por el Pentágono. Al final, el dichoso general no era más que un teniente que quería conseguir un mejor trato por parte de sus captores.



A la vista de lo que ocurre, parece que en esta guerra la información sí ha quedado en manos de dobles cinematográficos abducidos por Donald Rumsfeld.



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