Publicidad

Balmaceda y las Presidenciables del 2005


El Centro de Estudios para el Desarrollo (CED) acaba de publicar un libro titulado Patriotas y Ciudadanos, en cuyo capítulo cuarto, escrito por Sergio Villalobos, se nos presenta un interesante análisis histórico donde se establece una cierta «correlación» entre los gobiernos de José Manuel Balmaceda y de Pedro Aguirre Cerda.



En lo principal, este historiador sostiene que el uno y el otro, salvando muchas diferencias, parecen hitos de una misma tendencia marcada por la necesidad de cambiar a la economía y la sociedad.



Para efectos de este artículo, me centraré más en la parte dedicada a Balmaceda, puesto que Aguirre Cerda resolvió mejor que aquél el desafío del cambio. En contraste, el Presidente mártir, como lo señala Villalobos, actuó en una época marcada por el fuerte predominio oligárquico. Aunque disentía de los intereses de esa clase, nunca formuló planes económicos y sociales que la contrariasen abiertamente. Cosa que sí hizo Aguirre Cerda al implementar un programa de gobierno en que los planteamientos nacionalistas acompañados con un rol activo del Estado, sin dejar de creer en la función esencial de la empresa privada, hicieron posible la irrupción de los sectores medios y populares al devenir de la sociedad chilena de ese entonces.



En definitiva, Balmaceda había jugado impotente en medio de los grandes procesos.



Vista así la historia de ese período, no podemos dejar de establecer, por medio de la analogía, un paralelo con el momento político al que se enfrenta la Concertación.



No es exagerado señalar que en la actualidad, y quizás a partir del año 1998, nuestra alianza de gobierno se ha visto expuesta a una contradicción que no hemos sabido resolver bien. Esta consiste, en un plano más abstracto, en navegar entre dos opciones de proyecto económico-social claramente diferenciados. Uno, el liberal y, el otro, el que representa el giro socialcristiano y socialdemócrata.



En un plano más concreto, esta contradicción se manifiesta, por un lado, en que mientras se propone a un neoliberal, altamente calificado, para presidente del Banco Central, por otro lado, se lamentan los mismos proponentes por el ideologismo exacerbado de nuestros empresarios y por su falta de contribución al objetivo de mayor cohesión social y al crecimiento con equidad.



Esto me recuerda el refrán que dice: «no se puede servir a dos señores».



Una dosis de realismo político indica que la contradicción anteriormente señalada, no podrá ser resuelta en el corto plazo. Ello en atención a que la actual coyuntura nos exige poner la energía en la estabilización política y económica del país, sobre todo, considerando las turbulencias externas e internas.



Aun cuando se acepte que en política la flexibilidad táctica es una virtud, ésta no puede convertirse en una norma que nos impida reconocer la necesidad de sincerar nuestras opciones estratégicas, que son finalmente las que le dan sentido al juego democrático.



Entonces, si se trata de oportunidad, no cabe duda que las próximas elecciones presidenciables serán el momento para resolver y decantar nuestras opciones de modelo de desarrollo para Chile. Esto no tiene por qué convertirse en una tragedia política. Mal que mal, como país hemos progresado notablemente a lo largo de la última década, particularmente, en la adhesión a la idea democrática. Es decir, lo principal no está en juego.



Para que este proceso sea de desate, debemos combatir algunos prejuicios que nos han inmovilizado en el último tiempo. Uno, es la fuerza del pensamiento único, que tiende a hacernos creer que en economía sólo existe una alternativa que nos permitirá recuperar la senda del crecimiento y la equidad.



Esta naturalización del mercado, en su vertiente liberal, no tiene sentido, puesto que una construcción social como lo es el sistema de mercado debe ser objeto de análisis, crítica y, en el mejor de los casos, de perfeccionamiento. Por ello, me parece nefasto siquiera pensar que se nos ha impuesto una idea, que por válida que sea, no ha cumplido satisfactoriamente las expectativas que emanan de nuestras aspiraciones más sentidas y que constituyen nuestra impronta socialcristiana-socialdemócrata.



El segundo mito, es la idea que lo moderno es ser liberal y, por tanto, cualquier opción que se salga de este marco es retrógada y añeja. Los porfiados hechos nos muestran cómo en los países de Europa occidental el modelo de Estado Social de Derecho o Estado de Bienestar sigue imperando, con gobiernos de centro derecha y centro izquierda, con una moneda cada vez más sólida y con altos niveles de protección y cohesión social.



Nos acercamos pues, a un momento de definiciones importantes. De nosotros depende que la Concertación vuelva a convertirse en una opción de cambio y en una promesa de un gobierno transformador y exitoso para el Chile del bicentenario, como lo fuimos la mayor parte de la década de los noventa.



Evitemos que la historia se repita entre un Balmaceda que sabía lo que había que hacer sin hacerlo y un Aguirre Cerda que tuvo que esperar casi cinco décadas para hacer lo que debió hacerse antes.



Diciembre del 2005 puede ser el momento en que a los chilenos se les ofrezca la oportunidad de optar entre dos visiones de la economía y la sociedad que legitimamente deben concursar ante los ciudadanos. La opción liberal, representada por la derecha y aquellos sectores de la Concertación que hace rato están en ella, sin atreverse a dar el paso hacia el lado, y la opción progresista, de una economía mixta y verdaderamente social, que debe representar la Concertación si quiere ser fiel a su naturaleza. Desempatarnos puede ser un gran hito para la consolidación de nuestra democracia. Clarificar las opciones será mucho más dinamizador y motivador para una acción política basada en ideas, que administrar la ambigüedad de manera indefinida.



(*) Investigador del CED, ingeniero comercial y doctor (c) en Management.



_______________

Vea otras columnas del autor

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias