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España: una respuesta racional a la sin razón


El resultado de las elecciones españolas tiene dos interpretaciones. Para la derecha norteamericana y sus aliados españoles es una victoria de Al Qaeda. Con los trenes de la muerte y el consiguiente pánico de la población, los islamistas derrotaron al gobierno del Partido Popular, un entusiasta aliado de la guerra contra el terrorismo de Bush, que incluye la ocupación de Iraq. Los españoles habrían votado por el apaciguamiento (palabra que recuerda la debilidad occidental frente al nazismo) y, según la prensa norteamericana, dado un duro golpe a Bush.



Para la mayoría de los europeos esa tesis es difamatoria y despreciativa. Sostienen que la guerra de Iraq aumenta, no disminuye, el terrorismo. Y el atentado en Madrid volvió a poner el tema en primer plano en España y su efecto negativo para el PP se realzó por la manipulación gubernamental de la información, la «mentira de Estado» en palabras de Le Monde. El resultado de la elección, por consiguiente, sería una respuesta racional a la sin razón, que incrementa la capacidad de lucha contra los terroristas.



Según una encuesta reciente del Pew Research Center, la mayoría de la población en Francia, Alemania, Rusia, Turquía, Jordania, Pakistán y Marruecos piensa que la guerra contra el terrorismo de Bush no es un esfuerzo sincero para reducirlo internacionalmente. Y, lo que es peor, en Pakistán el 65%, en Jordania el 55% y en Marruecos el 45%, tienen una opinión favorable de Osama bin Laden.



El segundo gobierno de Aznar logró la mayoría absoluta en las Cortes, durante las elecciones de 2000. Su estilo autocrático se hizo cada día más evidente. Decidió por sí solo apoyar la guerra en Iraq y designar a Rajoy como delfín, al peor estilo del PRI mexicano. Privatizó en favor de sus amigos, como Pinochet en Chile. Sostuvo que el triunfo de sus adversarios sería una desastrosa retirada política y económica. Y se notó su pasado franquista. Usó los medios de comunicación estatales para difundir posiciones españolistas, que desconocen la pluralidad del Estado. Acusó a la oposición de representar una España Roja y Rota. Ridiculizó al movimiento de familiares de las víctimas de Franco, que quiere ubicar las tumbas secretas de miles de desaparecidos durante la dictadura. Explotó políticamente una reunión del jefe de la Izquierda Republicana Catalana (era parte del gobierno autonómico de Cataluña, que preside un socialista), con ETA, para discutir una tregua nacional, pero no hizo detener a los etarras.



Después de bajar su popularidad por apoyar la guerra de Iraq, se oponía el 90% de la población, la recuperó el 2003 debido a la marcha de la economía. El PP llegó a superar al PSOE en intenciones de voto por seis puntos porcentuales, a comienzos de 2004, que disminuyeron a sólo tres a una semana de los comicios. Parte de la explicación es que en las democracias de hoy se desdibujó la diferencia entre derecha e izquierda. Y el resultado es la abstención de los jóvenes, base natural de la izquierda, y la consiguiente victoria de las minorías favorecidas, es decir, del electorado de derecha. Las excepciones son una fuerte tradición socialdemócrata, como en Escandinavia, o una derecha inelegible, hagan lo que hagan sus adversarios; los casos de Gran Bretaña y Chile son dos buenos ejemplos.

En ese contexto político, se produjo la terrible mañana de los trenes de la muerte, a la hora en que sus pasajeros son estudiantes y obreros. Los españoles no reaccionaron con miedo, como supone la interpretación de la victoria de Al Qaeda (atribuimos a los demás nuestras debilidades). Por el contrario, la solidaridad de los madrileños fue admirable y sus servicios de emergencia funcionaron a la perfección. Y el día siguiente, 12 millones de ciudadanos desbordaron las plazas y calles de toda la España para enfrentar la barbarie.



Aznar no cejó en su arrogancia. Consiguió una apresurada resolución del Consejo de Seguridad (al igual que EEUU en el caso de Haití), que culpa a ETA de la masacre, a pesar de las razonables reticencias de Francia, Rusia y Alemania. Ocultó los indicios que señalaban a Al Qaeda y culpó a ETA o, más absurdo, a una alianza entre ambos. Y presionó a los medios nacionales y a los corresponsales extranjeros para difundir su verdad.



Intentó adueñarse de la expresión pública de resistencia del pueblo español y se negó a reunirse con los demás partidos para consensuar la acción ante el peligro terrorista. En el día de la reflexión, el anterior a la elección, en que se supone que no hay propaganda política, Rajoy habló por TVE, estación estatal, que además cambió el programa anunciado, Shakeaspeare in Love, por un documental del asesinato de un dirigente socialista por ETA, sin consultar a los familiares de las víctimas, como era costumbre. Todo ello fue considerado una inmoralidad.



Las autoridades norteamericanas opinaron sobre la elección. Según el Secretario de Defensa, Rumsfeld, daba lo mismo que el autor del atentado fuera Al Qaeda o ETA. El mismo día de la votación, Condoleezza Rice, consejera de Seguridad Nacional, dijo en un programa de NBC: «creo que los españoles entienden que tienen un fuerte y buen liderazgo con el presidente Aznar y que su gobierno, en lucha contra el terrorismo, no puede ser intimidado».



En ese cuadro, Zapatero era un buen candidato. Un fuerte contraste con el crecientemente duro Aznar; como lo prueba que un columnista lo describió como un cervatillo inocente e idealista. En la campaña contestó el cargo de Rajoy de que no tenía principios ni convicciones, con dos ejemplos. Su primer principio es «no matarás», y por eso se opuso a una guerra injusta. Y su segundo principio es «no mentirás», y por ello criticó el manejo que Rajoy hizo del escape de petróleo del Prestige, en las costas de Galicia.

Los jóvenes, al igual que en Francia cuando Le Pen desplazó a Jospin para la segunda vuelta presidencial, se movilizaron masiva y espontáneamente. Los celulares y correos electrónicos fueron los medios. Se reunieron ante las sedes del PP y corearon: Ä„Queremos saber la verdad, antes de votar! Ä„Aznar, es tu guerra, nuestros son los muertos! Al votar, se escucharon insultos hacia dirigentes del PP, lo que es inusitado.

En las elecciones el PSOE subió, desde el 2000, de 7.918.752 a 10.909 687 votos, y de 125 a 164 bancas. El segundo ganador fue la Izquierda Republicana Catalana, pese al virulento ataque del PP, de 194.715 a 649.999 votos y de una a ocho bancas. Los perdedores fueron el PP, que bajó de 10.321.178 a 9.630.512 votos y de 183 a 148 bancas; y el partido catalán CiU (centroderecha), que disminuyó de 970.421 a 829.046 y de 15 a 10 bancas. Izquierda Unida mantuvo su votación, algo más de 1.200.000, pero bajó sus bancas de 8 a 5.

Como lo demuestran las cifras anteriores, más que un trasvasije de votos hubo un incremento de la votación, cerca de 10 puntos porcentuales, al 77,21% de los electores potenciales, que favoreció al PSOE y la IRC. El PP y la CiU tuvieron una baja moderada de votos. Empero, debido al notable aumento de la votación del PSOE e IRC, cambió radicalmente la composición de las Cortes. Y Cataluña, la región más próspera de España, es ahora de izquierda. Aumentó su representación de 19 a 31 diputados, mientras la derecha bajó de 27 a 16.



En su primera conferencia de prensa una vez electo, Zapatero dijo que el nuevo gobierno será monocolor, austero, eficaz, dialogante y tolerante. Cambiará la forma de dirigirse a los ciudadanos y el entendimiento entre los españoles. Los gobernantes serán humildes, no manipularán, ni mentirán. Escucharán antes de decidir y respetarán las críticas; un nuevo talante. Y el poder no lo cambiará. Dijo estar abierto a la reforma de los estatutos autonómicos, y se comprometió a convocar una conferencia de presidentes de las autonomías, después de realizar una ronda de contactos y dialogar con cada uno de ellos.



Manifestó que España será «más europeísta que nunca», recuperará «unas magníficas relaciones» con Francia y Alemania, y situará sus prioridades tanto en la Unión Europea como en Latinoamérica (mencionó a Argentina, Ecuador y Chile) y el Mediterráneo. Normalizará las relaciones con Marruecos y mantendrá relaciones cordiales con EE.UU. y el resto del mundo.



Sostuvo que la invasión y ocupación de Iraq eran un desastre y que Bush y Blair deberían hacerse una autocrítica, porque no se puede bombardear a un pueblo por si acaso. Anunció que retirará la tropas españolas el 30 de junio, salvo que las Naciones Unidas tomen las riendas de la misión, y no que solamente la sancionen (como en Haití). Y en esa política no está solo. Poco antes del atentado, según una encuesta italiana, dos tercios de la población quiere retirar sus tropas de Iraq. Y el primer ministro holandés, otro aliado en la aventura, en visita a la Casa Blanca, después de las elecciones españolas, no se comprometió a mantener su aporte después del 30 de junio.



Por su parte, Zapatero creará una alianza nacional contra el terrorismo, no su propia guerra, para lo cual convocará a todas las fuerzas políticas españolas y participará activamente en la Unión Europea, para enfrentar esa amenaza a nivel internacional.



En resumen, un notable triunfo para la juventud del siglo XXI. Es curioso, repudia la política imperante, pero es el último bastión para oponer la racionalidad a la sin razón. Y las grandes ganadoras son la democracia y la lucha contra los terroristas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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