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La neo-sociedad civil chilena y la movilización estudiantil


Sin duda que el movimiento estudiantil en Chile ha generado una serie de lecturas desde un prisma social, político y económico. Sin embargo, pareciera que este -además- tiene un ‘plus’: el surgimiento de lo que podríamos definir como la neo-sociedad civil chilena.



Post período militar, se asumió que el retorno a la democracia rearticularía las demandas dando paso a una fuerte Sociedad Civil. Parafraseando a O’Donell y Schmitter, la transición a la democracia guiaría a una amplia resurrección de la sociedad civil, donde muchos grupos tomarían ventaja de las nuevas circunstancias políticas para crear (o recrear) y expandir sus organizaciones y articular sus reclamos.



Desde una perspectiva filosófica, Hegel define a la Sociedad Civil como un estado en la relación dialéctica entre la macro-comunidad del Estado y la micro-comunidad de la familia. Es decir, donde la sociedad civil representa un momento en el proceso de la formación del Estado. Para el Centro de Sociedad Civil del Colegio de Economía y Ciencias Políticas de Londres [http://www.lse.ac.uk/], el cuerpo institucional de la sociedad civil, en teoría, es distinto de aquellos del Estado, la familia y el mercado, aunque en la práctica los límites entre ellos son complejos, no claros y negociables. Finalmente, Bobbio destaca la dicotomía que puede llegar a representar este tema al sostener que el concepto en sí es una lucha permanente entre el Estado construyendo sociedad y la sociedad construyendo Estado.



En el caso de Chile, ya fuera porque las condiciones no fueron las propicias [apenas vuelta la democracia] o porque a partir del gobierno del ex – Presidente Eduardo Frei no hubo mayor interés de las elites económicas y políticas, finalmente la participación de la Sociedad Civil en la construcción de la democracia se diluyó en el tiempo. En efecto, y gracias a una mirada retrospectiva, es posible distinguir que la generación y difusión de lo que sería una Sociedad Civil organizada fue absorbida por lo que se llegó a conocerse como la política de los acuerdos o de los consensos. Siguiendo los argumentos de Adam Przeworski, esto habría sido el esperado resultado desde que una vigorosa oposición y una clara competencia entre partidos, cuando aún las instituciones representativas eran débiles, habría resultado peligrosa para la continuidad de la estabilidad democrática. Así, no fue extraño que a finales del gobierno del ex-presidente Ricardo Lagos las organizaciones que representaban a la Sociedad Civil ya no tuvieran un significativo peso político.



Efectivamente, a pesar de la existencia de 436 organizaciones representantes de la Sociedad Civil en Chile [como sostiene El Portal de las ONGs-www.ong.cl], múltiples temas que debían haber encontrado un punto de equilibrio, siguiendo la lógica de Bobbio, terminaron en lo que podríamos representar como una nueva dicotomía: un ‘Estado Democráticamente Totalitario’; es decir, con el triunfo del Estado sobre la sociedad. No fue extraño, entonces, que fuera la política de los consensos, acuerdos y pactos la cual, durante los últimos 15 años, y por sobre de las demandas de la sociedad, haya determinando de manera unilateral las políticas públicas a seguir. Ejemplos al respecto sobran: medio ambiente, minorías étnicas, minorías sexuales, educación superior y explotación de los recursos naturales entre otros.



Desde esta perspectiva, y considerando su transversalidad y profundidad, el movimiento estudiantil es una potentísima señal de que en el país se estaría comenzando a construir una nueva definición de Sociedad Civil; la cual estaría reaccionando a tres claras distorsiones. La primera, el triunfo del modelo neo-liberal que transformó al Estado Chileno a un mero agente. La segunda, la falta de representación por los mecanismos tradicionales [como partidos políticos] para canalizar las demandas. Y tercero, el comprobar que la estructura y definición que da forma a la Sociedad Civil ha terminado por agotarse entrando en una clara crisis de representación.



De esta forma, y luego de tres gobiernos democráticos, los estudiantes han dado una clase magistral de organización, la cual, además, ha sido capaz de canalizar un generalizado y latente descontento resultante de más de 33 años de mala calidad y desigualdad de la educación. Sin embargo, y lo cual se transforma en lo medular del tema, es que no es aún claro si este proceso logrará alcanzar la fuerza necesaria para convertirse en la antesala de la elaboración de una nueva visión de sociedad; basada, claro está, en la neo-sociedad civil chilena.



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Rodrigo Álvarez Valdés. Doctorando en el Dpto. de Estudios Políticos de la Universidad de Auckland, Nueva Zelanda. Master of Arts de la Universidad de Tsukuba, Japón. Blog: http://rodrigoalvarezvaldes.blogspot.com.
email: rodrigoz2004@yahoo.co.nz


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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