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Tiempo de temporales


Este gobierno partió con enormes esperanzas. Por primera vez una mujer era elegida Presidenta de Chile. Incluso ganaba holgadamente en segunda vuelta. La Concertación conquistaba ambas cámaras. Teníamos un crecimiento económico poderoso y excedentes del cobre que algunos llegaron a comparar con los del salitre. Así partimos reajustando pensiones; reformamos la ley laboral para proteger a los trabajadores bajo el régimen de subcontratistas; se anunciaron 6.000 nuevos carabineros; se instalaron 234 nuevas salas cunas; etc. Y una enorme adhesión ciudadana a una mujer percibida como cercana.



Pero, se produce la rebelión de los secundarios, el debate sobre la inseguridad ciudadana complica al gobierno, la crisis del gas con Argentina genera más incertidumbre y la semana pasada ve caer un diluvio. Los temporales vuelven a mostrar la vida cotidiana de millones de chilenos pobres o de una clase media precaria. Esa vida que nuestra televisión sólo muestra en terremotos y calamidades similares. Se pierde el control de la agenda y la adhesión a la Presidenta de la República baja a 44,4%. Lo que es una mala noticia porque los niveles anteriores eran muy altos; se cayó bajo los índices de los presidentes anteriores en igual fecha y la caída es muy abrupta. Por cierto, incluso cae el apoyo a la oposición. Ello demuestra que se trata de un malestar generalizado con la política chilena.



¿Qué hacer?



Una solución es reforzar la gestión del Estado, garantizar el orden público y dejar de incentivar las movilizaciones ciudadanas. Mal que mal cuando 80% de los chilenos tiene ingresos menores a $300.000, la capitalización individual no garantizará jamás derechos sociales como el de la educación, la previsión o la salud. Pero si fuese cierto que el problema es de autoridad y sólo de autoridad, la adhesión a la Presidenta entre los jóvenes no hubiese bajado como lo hizo. Además, los adultos mayores, en esa misma encuesta, le dan un apoyo sobre el 54%, a pesar que ellos sí resienten el tema de la seguridad y el orden. Pero la Presidenta de la República les dio una esperanza con la propuesta de reforma provisional y con el reajuste inicial de pensiones asistenciales. (Por ello el pilar solidario previsional debe ser para ahora y no para el 2025).



Una segunda solución es ver sin inquietud el proceso político y social. Mal que mal, con un cobre por los cielos, una Presidenta que es expresión de igualdad hecha realidad y con un gobierno que llama a la ciudadanía a expresarse, no podríamos esperar otra cosa. Así es que hay que seguir adelante con las movilizaciones y demandas de cambio. El problema de esta visión es que no ve que la baja de encuestas se produjo entre las mujeres. Y es innegable que un gobierno de centro izquierda de un país con un ingreso per cápita de 7.500 dólares no puede hacer milagros. Máxime si cuenta con poderosos adversarios políticos, económicos y culturales.



Por eso creo que la tercera pista de solución es entender que entramos en una nueva etapa del desarrollo nacional, que requiere de una autoridad decidida y de un liderazgo claro y convocante. Esperamos que el nuevo gabinete se aboque a ello. Debemos crecientemente establecer un Estado Social y Democrático de Derecho, una democracia social, cuya base material sea garantizada por una economía de mercado, no sólo abierta sino que también social y sustentable. Cuando la Presidente de la República propone en su Programa de Gobierno crear un régimen de protección social y en la Convención Concertacionista del 16 de junio sentar ahora las bases de un moderno Estado de Bienestar recoge lo mejor de la herencia socialdemócrata, socialcristiana y liberal social. Y escucha además a los chilenos indigentes, pobres y de nuestra cansada clases medias.



Tras 17 años de democracia; teniendo a la vista que los chilenos constituyen la 8Åž nación más trabajadora del mundo; sabiendo que en más de un ochenta por ciento opinan que el crecimiento económico es muy injusto a la hora de redistribuir sus beneficios, se está pidiendo un cambio. Esos padres chilenos, trabajadores y deseosos de justicia, estuvieron detrás de la rebelión escolar pues un secundario no resiste un paro de semanas sin el apoyo de ellos.



Sólo saldremos adelante con un crecimiento económico sostenido y con políticas sociales dinámicas. La experiencia de Don Patricio Aylwin demostró que podíamos crecer a un siete por ciento, tener cesantía de menos de un cinco por ciento, aumentar impuestos y legislar a favor de los trabajadores. Por eso debemos sentar la idea que estamos frente a un cambio de ciclo dentro de la consolidación democrática chilena. Esta es la base de una «Agenda en pro de la equidad». Apostar a la construcción gradual de un Estado Social y Democrático de Derecho que garantice crecientemente derechos civiles, políticos y sociales para todos. (El Plan Auge va en esa línea, por lo cual es clave hacer un fino seguimiento y apoyo de él). Promover que nuestra economía abierta de mercado – en la línea de los anuncios del Ministro de Hacienda – sea complementada con otros dos adjetivos – social y sustentable -, de tal manera que los chilenos sientan que llegarán tiempos mejores para la igualdad, superando los temporales de la injusticia.




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Sergio Micco. Vicepresidente de la Democracia Cristiana.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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