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Irak y el vaticinio de James Baker


La política, como fenómeno que nace y se proyecta a partir de una situación compactada y «más local», se ha convertido en el espacio más afectado -en el sentido de distorsión – por la globalización. En sincronía, resurge el fenómeno de la deconstrucción del imaginario de algunas naciones con identidad pos colonial, y se acentúa con la reducción del rol del estado.



Todos estos fenómenos impulsados por la globalización, el nuevo «cajón de sastre» de una teoría sin nombre, son los que están definiendo una nueva naturaleza del poder. La globalización reemplazaba al término nuevo orden mundial, como clave de análisis y funcionamiento. Pero la inquietud no es tan nueva, porque ya en el siglo XIX, se percibían los mismos procesos.

Ernest Renan (1823-1892) el magistral filósofo, y filólogo francés, apasionado por el Oriente y las culturas semíticas, con escritos prohibidos por la iglesia en su tiempo, describe a las naciones como algo necesario, aunque augura que no son eternas. Ya preveía entonces una confederación europea. Dice «La existencia de las naciones, es buena y necesaria. Su existencia es la garantía de la libertad, que se perdería en un mundo con una sola ley y un solo dueño. Por la diversificación y por facultades con frecuencia opuestas, las naciones sirven a la construcción común de la civilización». (E. Renan, texto de 1982, en Nation and Narration; Homi Bhabha, Ed.1990).



Irak y su proceso actual, deriva de una antigua ambición de desintegrarlo.

En la Guerra del Golfo en 1991, cuando EEUU interviene militarmente con al apoyo de las Naciones Unidas hace capitular el ejército iraquí y acaba con la invasión a Kuwait. En el momento no se reconoció el error de no haber podido desmantelar el régimen de Sadam Hussein y de paso, iniciar el proceso de deconstrucción de la nación iraquí. Al estar en posesión de una de las mayores reservas de petróleo en el mundo, Irak podía ser una punta de lanza para el futuro proceso de globalización. En 1991, los grandes estrategas de la política internacional, estaban abrumados buscando una explicación al repentino desmembramiento del poder soviético, y se farreaban la oportunidad.



Aunque la URSS comenzaba a desmembrarse, no se anticipaba que los EEUU con todo el espacio de poder a su disposición, no sabrían qué hacer con él. El error comenzó a revertirse años después, cuando parte del equipo que apoyaba a George Bush padre, estaba fuera de la estructura del Gobierno, precisamente elaborando el actual plan que ha desestabilizado a la zona del Golfo Pésico. Dick Cheney, el actual Vicepresidente era la cabeza de ese equipo.



La gran equivocación de 1991, fue haber permitido la continuación del régimen de Sadam Hussein bajo el tutelaje de las Naciones Unidas con la resolución No 986. Al someter la ONU a Irak bajo un sistema de duras sanciones económicas, el régimen de Sadam sobrevivió en calidad de «país mártir» hasta esta última invasión de 2003.



Para el Gobierno de Sadam, el resultado final de la Guerra del Golfo de 1991, fue una victoria de Irak. Tarik Aziz, el Ministro de Relaciones Exteriores iraquí en 1995 y que se mantuvo hasta la invasión en 2003, lo cuenta así en una entrevista para T. D. Allman (The New Yorker, 17 de junio, 1996).



«Por supuesto que nos sentimos victoriosos. Cuando me encontré con el señor James Baker, el Secretario de Estado en una reunión en Ginebra en 1991, antes de comenzar la intervención militar contra Irak, me advirtió: ‘Si ustedes no capitulan ahora, y si no tomamos el control de las reservas petrolíferas de Irak, aprovechando que la ex URSS parece colapsar, Irak regresará a la era preindustrial, terminará siendo un botadero, y su destino saldrá de vuestras manos». Aziz le dice al reportero: «¿No ve? Somos victoriosos. «¿Hasta cuándo?», replica Allman. Aziz responde: «Para siempre».



Lo vaticinado por James Baker está sucediendo exactamente ahora, a partir de la invasión de 2003. Los que diseñaron la anterior estrategia -donde el actual gobierno iraquí es un actor principal- de dividir o federalizar el país de acuerdo a la repartición del poder por jerarquías – chitas por allí, kurdos por allá, con la minoría sunita en el limbo- pensaron que el principio de dividir para reinar, se podría aplicar en Irak. Después de casi cuatro años de fracasos, podrán volver a sus tableros de diseño, o devolver dignamente sus honorarios.



J.F. Cole

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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