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Allamand


Lo dijo Andrés Allamand en la entrevista del domingo por la noche en TVN: para la derecha política, los chilenos que están fuera de Chile tienen que demostrar cercanía emocional con el país para poder conquistar su derecho a voto allí donde se encuentren. Demostrar, dijo Allamand, una clara y contundente proximidad con Chile. Es decir, ganas de que a Chile le vaya bien, familiaridad con Chile, amor por Chile. Hacer evidente, en suma, el compromiso con Chile. Entonces, y sólo entonces, casi un millón de chilenos que viven fuera tendrá derecho a voto según la posición adoptada por la Alianza por Chile. El periodista, por cierto, se quedó de piedra ante tamaña muestra de patriotismo y convicción en horario prime.



Es sorprendente, pero así es. Allamand es chileno, mayor de edad, y todos suponemos que no está bromeando y sabe de lo que habla. Por algo lo invitan a la televisión. Además es senador designado por su sector, o sea que corrió solo en Valdivia, y entonces tiene la película más que clara cuando se trata del derecho a sufragio y de cómo hacer para que un voto valga más que dos y a veces incluso más que tres y hasta cuatro votos. Allamand es transparente en su demanda y cobra honorarios por legislar para Chile, o por no legislar, como en este caso. Pero siempre por Chile; ése es su pathos.



La suya es una vida dedicada: Allamand mata a sus compañeros de partido por Chile, abraza a sus enemigos por Chile, no duerme por Chile, se va de Chile por Chile, atraviesa el desierto por Chile, se separa por Chile y se enamora de Marcela Cubillos por Chile. Es el cóndor y el huemul unidos en un solo himno por Chile. Y además es escritor, de modo que debemos darle crédito a su razonamiento. Es amigo de los literatos del CEP y en principio disfruta mucho de las artes escénicas. Bien. Estamos todos en la misma cuerda, Poeta.



Imaginemos por un momento, sin embargo, que la Cámara del Libro y la Sociedad de Escritores se hacen parte de esta lógica. Exigen entonces de Allamand tres horas diarias de lectura en el rincón del Senado y una prueba final antes de permitir la publicación de su libro «El desalojo». Imaginemos que el capítulo chileno de la Academia de la Lengua Española, harta de sus bodrios confesionales, decide llamar a la pizarra a este dilecto bisnieto de Enrique Mac Iver. Imaginemos que la Comisión examinadora, tras un análisis exhaustivo de la obra completa de Andrés Allamand, llega a un juicio negativo y le niega competencia para escribir y firmar libros. Porque no da el tono, hila mal las frases, es pendenciero y vengativo, porque los libros son para educar a Chile y a los chilenos. De hecho, «El desalojo» es un título ofensivo. Así que nunca más: prohibido que Allamand escriba y publique libros en Chile y sobre Chile mientras no demuestre un vínculo real con la palabra escrita.



Si no es en nombre de una extrema mezquindad y arrogancia, es difícil legitimar el juicio anterior. Y sin embargo en ésas anda nuestro legislador. Examinemos ahora su biblioteca y a la derecha que le presta los libros. Porque de eso se trata, sin lugar a dudas. El próximo año, este sector cumplirá medio siglo sin ganar una elección presidencial. La última vez fue con Jorge Alessandri, y sacó menos de un 35% de los votos. Cincuenta años sin ganar con los votos es demasiado tiempo. Quizá demasiado. Por suerte existen los golpes de estado, porque de otra forma a la derecha se le haría muy difícil demostrar su compromiso y vínculo emocional con Chile. Hay que considerar esta variante del problema que plantea la Alianza. O demostramos compromiso con Chile, como exige Allamand, o nos atenemos a las consecuencias. Por suerte para ellos, los que viven en el extranjero quedan eximidos de resolver el dilema.





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Roberto Brodsky, periodista y escritor.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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