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Contratistas y minería privada


Sin lugar a dudas, el denominado despertar de los trabajadores chilenos se produce en el mes de agosto de 2006, con la huelga de los autodenominados «Patos Negros» del Sindicato NÅŸ 1 de Trabajadores de Minera Escondida Ltda. Huelga de 25 días, que demostró que los trabajadores organizados pueden llegar a materializar sus justas y muchas veces postergadas reivindicaciones, dejando atrás más de dos décadas de espera.



Luego, prosiguieron una serie de negociaciones en la minería tanto privadas, como estatales, con resultados similares. Todo este escenario, fue el aliciente para que los más desprotegidos, burlados y discriminados, despertaran del letargo; y estalla con ello una incipiente intención de negociación interempresa en la provincia de Arauco, dejando a su paso un mártir, «el compañero, Rodrigo Cisternas», muerto a manos de Carabineros de Chile en mayo de 2007. Sin embargo, este oscuro trance histórico deja el precepto de que este tipo de aspiraciones de los trabajadores subcontratados, era posible.



En junio de 2007, se funda la Confederación de Trabajadores del Cobre, conformado por los trabajadores contratistas y subcontratistas que laboran en las distintas mineras del país. Acto seguido y después de varios intentos por dialogar con la administración de Codelco Chile, se define el paro general de trabajadores subcontratados de la estatal, negociación que se destaca por una marcada campaña comunicacional para desperfilar las aspiraciones de los movilizados; además de una serie de prácticas antisindicales, donde destaca un bono (soborno) para los que no estaban envueltos en el conflicto, persuadiéndolos de no adherir a la huelga.



No obstante lo anterior y gracias al surgimiento de nuevos e inteligentes líderes como Cristian Cuevas y Manuel Ahumada, entre otros dirigentes sindicales, los trabajadores continuaron con las movilizaciones, apelando al diálogo con la empresa, logrando la anhelada mesa de negociaciones a la que se sumaron asesores de connotada trayectoria como: Orlando Caputo, Graciela Galarce y Carlos Tomic, así como miembros de la iglesia Católica, entre otros mediadores.



Después de más de un mes de huelga, con quiebres en las conversaciones y distanciamientos entre las partes, más los conflictos y enfrentamientos con Carabineros, finalmente se logra el consenso y se firma, tal vez, la reivindicación de mayor éxito en este sector de los trabajadores, quienes han debido cargar por décadas con una mochila llena de injustificable postergación, puesto que sus aspiraciones remuneracionales, representan en la actualidad menos del 2% de las utilidades alcanzadas por la minería en el año 2006.



Pero esto no termina aquí y se ha anunciado de parte de sus líderes, nuevas y justificadas movilizaciones. Esta vez, se replicarán en la minería privada, sector que posee costos de producción mucho más bajos en comparación a las ya casi centenarias minas estatales, pero que de todas maneras han utilizado a destajo este recurso que otorga el Estado de Chile, aún cuando no se justifique económicamente, pagando a los trabajadores subcontratados hasta un tercio (en promedio) de las remuneraciones de los de planta y con menos beneficios sociales. Todo esto, a pesar que desarrollan las mismas tareas laborales que los trabajadores directos.



Este nuevo y esencial paso hacia la minería privada del cual la Federación Minera de Chile que agrupa a la mayoría de los sindicatos de la minería foránea, apoyará en todo momento, debido a que esta lucha emprendida por los trabajadores subcontratados es la lucha general de la clase trabajadora chilena, puesto que los trabajadores de planta, somos amenazados permanentemente de ser externalizados, es decir, convertirnos en trabajadores subcontratados, un martirio laboral que debe ser abolido, sobre todo, en aquellas labores ligadas al giro principal de las empresas, limitándolas a labores de servicio y transporte, como sucede en la mayoría de los paises desarrollados.





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Pedro Marín Mansilla, Federación Minera de Chile

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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