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Sangre de pichón


Birmania queda tan dramáticamente lejos que casi no nos dimos ni cuenta de que había cambiado de nombre. Ahora se llama Myanmar. De esas tierras legendarias, por donde Neruda pasó algo de su Residencia en la Tierra, sólo conocemos -de oídas- sus famosos y soberbios rubíes sangre de pichón. Los mejores y más valiosos del mundo. Desde 1962 el país es gobernado por una régimen militar y las últimas elecciones parlamentarias se efectuaron en 1990, sufriendo el partido oficialista una derrota aplastante por parte de la Liga Nacional para la Democracia, liderada por la Premio Nobel de la Paz Aun San Suu Kyi.



A pesar de todo, nada parece haber cambiado allí. Hoy una fuerte insurrección ciudadana, dirigida por monjes budistas, enfrenta a los militares en las calles. Junto con la creación improvisada de varios centros de detención, principalmente en colegios, donde de mil prisioneros ochocientos son monjes, la junta de gobierno decretó la suspensión de los servicios de telefonía de larga distancia e internet. La medida busca impedir que se difundan al exterior detalles de la brutal represión desplegada por el gobierno.



El número oficial de muertos es de nueve personas, pero el embajador de Australia en Rangún ha manifestado enfáticamente que la cifra es significativamente mayor. Se sabe que ayer la suma de víctimas seguía aumentando y que entre los caídos figura un reportero japonés destacado en el país. Sangre y más sangre en el país de los rubíes. Un toque de queda desde las 9:00 pm a las 5:00 am intenta frenar esta fuerte embestida de los pacíficos monjes que conducen al pueblo birmano contra la dictadura de los militares. Es significativo que sea el general Than Shwe, experto en la guerra psicológica, quien haya sido puesto al frente de las operaciones represivas. Algo está por desbordarse en la remota Birmania. Y por sus calles corre a raudales algo que no es exactamente sangre de pichón.



Antonio Gil es escritor y periodista

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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