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Tercera advertencia: Nuestra cultura, una falla mental e histórica


¿Cómo podemos conectarnos con energías no condicionadas por la macrocultura vigente para ejercer OTRA imaginación?, ¿cómo podemos construir un conjunto de ideas, con otros valores y lógicas distintos a los establecidos?, ¿cómo podemos desprendernos de la idea de dominio, disfrazada de protección y de continuidad esencialista? Pienso que tiene que ser un proceso lo más alejado de lo que creemos válido y permanente de la macrocultura vigente y que nos impide descubrir a «los impertinentes» y a «los idiotas» que la mantienen. Unos y otros constituyen un todo indivisible: todo impertinente lleva un idiota adentro y todo idiota tiene un impertinente en su interior.



La palabra Idiota viene del griego Idios que significa ‘propio’. La «idiotez», en este sentido, es lo propio de todo ser singular, en la medida que no es más que sí mismo: es la singularidad en bruto, sin frases, sin doble y sin alternativa. Es decir, idiotas son aquéllos y aquéllas que cierran la posibilidad de escuchar, entender, pensar e imaginar desde otro lugar. Aquéllos y aquéllas que, como rebaño, siguen siempre lo enseñado -al pastor (el impertinente)-, pensando que así es la vida, sin atreverse a hacer ningún ensayo de libertad real y de salida adulta, sin atreverse a abandonar las dictaduras: íntimas, privadas y públicas.



Los impertinentes, orgullosamente apegados a los valores de la cultura vigente, son los celadores del sistema, fundado en las instituciones que configuran la misoginia, la reciclan y eternizan. Me parece una doble impertinencia para Latinoamérica que en casi cada cuadra haya una iglesia con su cruz, y que además se nos exija el respeto debido. Los laicos tropezamos constantemente con esta institución y sus discursos, que pretenden dirigir nuestras vidas. Las iglesias constituyen un foco enceguecedor para creyentes y, lo que es peor, para los no creyentes. El adoctrinamiento patriarcal forma personas que no sospechan cuán creyentes son.



Los impertinentes han escrito la Historia «oficial», traspasada de trasgresiones hacia lo humano y de protección a «sus divinos». Con esta historia, no pueden seguir sin responder de su pasado; con esta negación de su pasado, los impertinentes siguen propiciando los exterminios cotidianos, continúan estigmatizando a grupos humanos por su raza, clase, opción sexual, etc. Con esta historia de matanzas, invasiones y persecuciones, siempre justificadas por llevar la «buena nueva» o las «limpias», instalando santos y santas, y como consecuencia, malditos y malditas, con esta historia manipulada sin ninguna honestidad, nos dejan pegados al pasado, sin salida y aterrados.



Pretender que el dominio es connatural al ser humano-varón es una falla mental, histórica y esencialista, nada de inocente, pues ha servido para la permanencia de los intereses de los poderosos y sus instituciones.



Usted puede hacer su propia lista y darse cuenta de cuánto lo atropella: la academia, los medios de comunicación, la educación, la ciencia, el maternalismo, la familia, la psicología, la heterosexualidad, la bondad… todas, impertinencias básicas y fundamentales para «el modelo» y el bien común «de ésta, nuestra civilización».



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Margarita Pisano, fundadora de la Casa de la Mujer La Morada, Radio Tierra y Movimiento Feminista Autónomo

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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