Publicidad

La ficción nuclear de Chambers


Parte de la campaña de desinformación sobre las alternativas que tiene Chile frente a la crisis energética es el discurso pro-nuclear, el cual busca instalar en el lector distraído falsas impresiones sobre la realidad de esta tecnología. Un ejemplo es la columna titulada ‘La opción nuclear para Chile’, publicada el 26 de noviembre recién pasado en El Mostrador.cl, en la cual Douglas Chambers, director del área de Radiactividad y Estudios de Riesgo de Senes (Canadá), afirma que la energía nuclear sería viable por «económicamente sostenible» y «ambientalmente limpia y segura».



Aunque el lector lo sabe, es necesario reiterar que la opción nuclear no es lo uno ni lo otro. Precisamente, los altos costos y riesgos asociados a esta tecnología detuvieron su expansión y hoy enfrenta dependencia de un recurso no renovable, el uranio; el grave problema no resuelto de los desechos nucleares y las tensiones geopolíticas por el uso de materiales sensibles de uso militar. Hace 30 años que la industria nuclear está estancada por el rechazo ciudadano y el desinterés de los inversionistas, a causa de los costos en seguridad; en desmantelamiento de las centrales y en resguardo por miles de años de basura radioactiva.



La opción nuclear no es «económicamente sostenible», pues requiere grandes inversiones, altos gastos en personal especializado, estrictas medidas de seguridad y control por su peligrosidad radiactiva y su posible uso bélico; y poco sostenible por la costosa dependencia tecnológica y el montaje institucional para su licenciamiento, monitoreo y control internacional por la Agencia de Energía Atómica. El sistema de controles de esta industria no permite acceder a todo el ciclo de combustible nuclear a consecuencia del posible desvío de materiales desde proyectos civiles a programas militares.



Por eso, Chile, en vez de solucionar su dependencia de suministro usando energéticos renovables, sería dependiente de una decena de países que pueden fabricar combustible nuclear (EE.UU., Francia, Inglaterra, Alemania, Canadá, Suecia, Corea del Sur, España, Japón y Rusia); de 4 países que reprocesan desechos (Francia, Inglaterra, Japón y Rusia); y de uno que acepta almacenar basura radioactiva extranjera (Rusia).



Chambers también asegura que existe «producción constante» de uranio, combustible de la energía nuclear que es un mineral no renovable, pero la Agencia Internacional de Energía sólo reconoce reservas probadas de 4,6 millones de toneladas, lo que podría abastecer la actual demanda mundial por apenas 85 años más (65.000 toneladas por año), pero sin expandirla. A la fecha, la producción de uranio es inferior a la demanda, eso explica en parte que su precio haya subido más de 500% en esta década.



¿Es ‘segura’? Para un país sísmico como Chile, implicaría aceptar riesgos inaceptables para la sociedad, los recursos naturales y el desarrollo. El reciente terremoto en el norte marcó 7,8 grados Richter; el de la zona central en 1985 registró 8,5; y el de Valdivia, en 1960, llego a 9,7 grados, lo que supera la magnitud de 7,7ÅŸ considerada por la seguridad nuclear. Japón, que hasta hace poco era citado como ejemplo de seguridad, sufrió el invierno pasado un terremoto inferior a los márgenes que presenta nuestro país, lo que motivó una fisura en un reactor y fugas radioactivas en el complejo nuclear más grande y «seguro» del mundo. Hasta hoy, tres reactores nucleares en Kashiwasaki siguen cerrados ¿Quién puede responsablemente dar garantías y postular lugares seguros para instalar un reactor nuclear en Chile?



Chamber aventura además que la energía nuclear es «ambientalmente limpia» pues los reactores emiten poco dióxido de carbono (CO2) al momento de generar electricidad. Pero oculta que el ciclo nuclear, desde la extracción del uranio, su enriquecimiento, transporte, fabricación de barras de combustible, reprocesamiento de desechos, desmantelamiento de la central (y sin incluir la disposición final de desechos) implica emisiones de gases de invernadero de 63 a 122 gramos de CO2 por kilovatio/hora generado, según cálculos de la Agencia Internacional de Energía y el Oxford Research Group de Inglaterra. Peor aún, las emisiones pueden superar las de una central a gas si el uranio usado para el combustible nuclear es de baja ley.



Para evitar ocultamiento y manipulación de información como las que usa la industria nuclear, los ciudadanos postulamos que todas las opciones deben ser estudiadas y comparadas, en base a su completo ciclo de combustible (de la cuna a la tumba) en lo referido a insumos de recursos naturales, costos de operación y emisiones. Sólo así se sincera cuáles son las alternativas renovables y sustentables. Claramente, la fisión nuclear no lo es, y además nos condenaría a una vulnerabilidad permanente ante los riesgos sísmicos; a dejar una herencia de desechos radiactivos peligrosos por miles de años; y al riesgo adicional de seguridad de materiales de potencial uso bélico.



____________





Sara Larraín. Directora del Programa Chile Sustentable

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias