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Los “pobres” en el trapecio

Ximena Valdés
Por : Ximena Valdés Observatorio Género y Equidad.
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La pobreza pasó a constituir un tema de Estado, de la Academia y de Iglesia sin que ese tema cobijara nominaciones explícitas de quienes eran estos pobres y a qué se debía su frágil situación en la estructura social.


Los indicadores de pobreza conforman un tipo de barómetro de lo social. Desde la creación del Mapa de la Extrema Pobreza en los setenta se preguntaban las autoridades acerca de dónde están y cuántos son los pobres. Las políticas universales se reemplazaron por políticas focalizadas.

El registro se perfeccionó a partir de la década siguiente con la CASEN lográndose medir periódicamente cómo evolucionaba la cantidad de pobres e indigentes. La línea de la pobreza se fue dibujando como una frontera móvil que permitió aplaudir los avances de la economía, la sociedad y el Estado o bien señalar sus limitaciones. Hubo un momento en que se habló de una “pobreza dura” renuente a morigerarse y también se habló de la “pobreza de los modernos”.

En este último caso se trataba de las poblaciones integradas para las cuales cualquier avatar de la economía las desplazaba por debajo de esta línea clasificatoria. Eran las poblaciones “vulnerables”. Estas poblaciones estaban en un trapecio que se movía desplazándolas de escalón según factores que incidían en sus ingresos para mal o para bien.

[cita] La pobreza pasó a constituir un tema de Estado, de la Academia y de Iglesia sin que ese tema cobijara nominaciones explícitas de quienes eran estos pobres y a qué se debía su frágil situación en la estructura social.[/cita]

Las preocupaciones por el problema de los pobres redundaron en formas institucionales como la creación de la Fundación para la Superación de la Pobreza, en discursos públicos para mitigarla –si las mujeres se integraban al mercado de trabajo las familias podrían dar un salto delante de la línea de pobreza-, en propuestas del clero de “ingreso ético” y así en adelante. La pobreza pasó a constituir un tema de Estado, de la Academia y de Iglesia sin que ese tema cobijara nominaciones explícitas de quienes eran estos pobres y a qué se debía su frágil situación en la estructura social. Se los despojó de nombre y de identidad. Constatada la existencia de esa frontera móvil que separaba los pobres de solemnidad de los pobres por circunstancia, se construyó un conjunto de políticas sociales (subsidios, programas anti-pobreza, nuevo sistema de
protección social) que dados los resultados arrojados por la última CASEN parecen no mostrar porosidad a la cuestión social contemporánea.

Al observar lo que ocurre con algunas franjas de esas poblaciones “vulnerables” sujetas al vaivén entre la integración y exclusión social podemos sugerir atender a lo que ocurre con los trabajadores/as del sector exportador: por ejemplo, salmones, fruta y vino y sus circunstancias laborales en las cuales se encuentra enraizada su vulnerabilidad social. La primera concierne la legislación laboral que aparte tímida, no hay una disposición política para encauzar la conformación de actores que logren defender sus derechos. En muchos valles frutícolas existen no sólo listas negras de trabajadores/as que intentan sindicalizarse sino listas negras de trabajadores/as que ya no sirven (demasiadas enfermedades y males por desgaste laboral y persistencia de enfermedades profesionales). Resultante: miedo a sindicalizarse, fragmentación del mundo del trabajo, desorganización social que alimenta la desprotección laboral y así en adelante.

La segunda atañe las regulaciones ambientales y la legislación en que operan las empresas nacionales y extranjeras: el caso del salmón es elocuente, ha arrojado a grandes cantidades de trabajadores/as a la calle en el sur del país. Podrían citarse múltiples situaciones que contribuyen a colocar a los llamados “pobres modernos” en este trapecio inestable que los desplaza en esa frontera móvil por encima y por debajo de esta línea de pobreza. No se trata de una masa informe de pobres, se trata de trabajadores de ambos sexos que laboran en los rubros más exitosos del modelo exportador chileno, más aventajados que muchos otros. La OCDE exige estándares ambientales y laborales. No queda más que ponerlos en práctica.

La pobreza pasó a constituir un tema de Estado, de la Academia y de Iglesia sin que ese tema cobijara nominaciones explícitas de quienes eran estos pobres y a qué se debía su frágil situación en la estructura social.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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