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Reforma Educacional: ¿quién lleva la batuta?

Graciela Moguillansky
Por : Graciela Moguillansky Economista. Especialsta en temas de desarrollo productivo, competitividad e innovación.
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Hoy, en Finlandia, todos los profesores provienen de universidades y solo pueden ejercer con grado de master. Solo un 10% de los 5 mil postulantes anuales son aceptados en las universidades. Esta es una de las carreras mejor remuneradas y de mayor estatus en el país. Durante toda su vida profesional, los profesores tienen la obligación de realizar post grados.


Las grandes batallas no se ganan en un día. Por eso, cualquiera sean los términos de la negociación entre el gobierno y el movimiento estudiantil, los jóvenes  deberán volver a clases, pero también tendrán que  estar alertas y movilizados. No se trata de hacer la revolución en la educación, si no de realizar una reforma profunda, y ello lleva tiempo.

Un buen ejemplo a revisar es el de Finlandia,  uno de los países más ricos y económicamente competitivos del mundo, y también uno de los más igualitarios y  exitosos en materia educativa. Hace ya 43 años inició una Reforma Educacional, producto de la cual, sus estudiantes hoy  superan a sus pares de 43 naciones, incluidas Estados Unidos, Japón y  Alemania, en matemáticas, ciencias y comprensión de lectura.

Desde los años 60’, la sociedad finlandesa ha otorgado  a la educación la mayor importancia. Es más, la consideran el motor del crecimiento. Competir desde un país tan pequeño, con 5,3 millones de habitantes, solo se veía posible mediante la inversión en conocimiento e investigación, impulsando la innovación.  Así  construyeron un  camino hacia la frontera del conocimiento,  en áreas, como las tecnologías de las comunicaciones. Una de sus marcas más difundidas a nivel global es Nokia.

La educación en Finlandia es gratuita en todos los niveles: básico, medio y universitario.  Existe educación privada optativa, pero sus resultados son equivalentes a los de la educación pública. De hecho Finlandia es el país donde la brecha de entre el mejor y el peor  puntaje, en las pruebas internacionales, es la más reducida del mundo. Esto se traduce en que posee uno de los mayores niveles de igualdad, en ingresos y  oportunidades

[cita]Hoy, en Finlandia, todos los profesores provienen de universidades y solo pueden ejercer  con grado de master. Solo un 10% de los 5 mil postulantes anuales son aceptados en las universidades. Esta es una de las carreras mejor remuneradas y de mayor estatus en el país. Durante toda su vida profesional, los profesores tienen la obligación de realizar post grados.[/cita]

Los expertos señalan que una de las claves de su éxito fue la participación de todos los involucrados a lo largo del proceso de reforma. Mirando lo que ocurre en nuestro país es válido preguntarse, cuando los estudiantes vuelvan a clases, ¿Cómo seguirán participando? ¿Qué papel jugarán las familias, los profesores, los rectores de las universidades, los directores de escuelas en la reforma? ¿Cómo se llevará a cabo el diálogo con el gobierno?

La reforma en Chile requiere de un grupo conductor multidisciplinario, pero también representativo de los actores que, hasta ahora, se han involucrado en el movimiento. Este grupo debiera ser la semilla de un Consejo Nacional de la Educación, que genere consensos y/o entendimientos sobre cómo asegurar educación de calidad para todos; igualdad de oportunidades a los egresados de las escuelas, de los institutos técnicos y de las universidades, perfeccionamiento permanente de los profesores, fiscalización de la calidad, eliminación del lucro, eliminación del estatuto docente  y financiamiento público, entre los aspectos que se han venido discutiendo en el último tiempo.

A diferencia de otros consejos, éste debería ser permanente, con un rol asesor al  Ministerio de Educación, un Consejo capaz de recoger y llevar la discusión y las decisiones al nivel local, para sumar el aporte de las comunidades escolares, autoridades locales y expertos educacionales.

En Finlandia, la reforma se construyó a partir del consenso social, generado por  una organización tripartita de gobierno, empresarios y sindicatos, quienes convocaron a la discusión de la reforma educativa a las organizaciones de profesores, a los científicos y expertos de distintas áreas, quienes aportaron en los niveles locales, regionales y nacional, sus conocimientos y experiencia.

Y la clave  para mantener la calidad de la educación son las Comunidades de Profesionales para el Aprendizaje. Se trata de una instancia colectiva formada por las autoridades políticas locales, los expertos y  los directores de los colegios, quienes lideran colaborativamente el proceso, con evaluaciones permanentes y alta credibilidad. Los miembros de estas comunidades  son cuidadosamente seleccionados sobre la base de  su comprensión del desarrollo de la educación, su experiencia en la enseñanza y sus sólidas capacidades administrativas. Sus experiencias retroalimentan el sistema y son difundidas a nivel local y regional.

Para muestra otro botón: hoy, en Finlandia, todos los profesores provienen de universidades y solo pueden ejercer  con grado de master. Solo un 10% de los 5 mil postulantes anuales son aceptados en las universidades. Esta es una de las carreras mejor remuneradas y de mayor estatus en el país. Durante toda su vida profesional, los profesores tienen la obligación de realizar post grados.

Chile está muy lejos de esta realidad hoy. Pero si comenzamos una reforma en serio,  ya, en diez años habremos avanzado mucho. De no lograrse ciertos acuerdos hoy, no tendremos peldaños sobre los cuales seguir avanzando. Lo peor que podría  pasar es que  por falta de instancias de participación para  generar consensos, la movilización se agote y todo quede en una ley trabada en el parlamento. Es la hora de crear una nueva institucionalidad, que tenga expresión a nivel del gobierno central  y también de las comunidades educativas locales. En definitiva de todos los actores involucrados.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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