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¿Sobrevivirá la Concertación?

Adolfo Castillo
Por : Adolfo Castillo Director ejecutivo de la Corporación Libertades Ciudadanas
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El debate que está teniendo lugar sobre las opciones de continuidad de la Concertación de Partidos por la Democracia, se está circunscribiendo a cuestiones formales, obviando la crucial pregunta por la vigencia de un proyecto  y el consentimiento social que suscita en la ciudadanía. Existen razones para pensar que su tiempo histórico ha concluido.

En primer lugar es preciso concordar en un punto crucial. El fin de la república democrática luego de la contra revolución conservadora de septiembre de 1973, y la fundación de un nuevo Estado chileno, constituye un proyecto en desarrollo aun en movimiento. El retorno a la democracia que hemos vivido desde 1990, significó el restablecimiento de libertades y garantías básicas, pero no debe llevar a pensar que el orden autoritario institucional y económico concluyó. Por el contrario, y en un sentido laxo debe reconocerse que el proyecto concertacionista fue una extensión civil del programa neoliberal activado bajo lo militares dirigidos por la tecnocracia que hoy gobierna. Estructuralmente la constitución política garantizó la reproducción de los equilibrios de poder necesarios para la mantención del status quo, no existiendo cambios estructurales del modelo.

Diversas razones pueden explicar la perdurabilidad de ese proyecto concluido, entre los que debe apuntarse el abuso de recurso del miedo, señalando la involución autoritaria, las pesadillas del terror militar, los errores del pasado, la polarización política, el post comunismo, entre otras. Lo concreto es que la Concertación contribuyó a generar disciplina social hacia las reglas del orden establecido, debiendo en consecuencia demostrar capacidad de gobierno y respeto por una institucionalidad ajena, como usando un ropaje prestado. Algunos vistieron esas prendas sin pudor, otros, ocultando la condición de parientes pobres administrando la casa de los patrones generosos.

La instalación en el Estado de nuevos gobernantes, junto a las medidas adoptadas en este primer tiempo de gestión y de las dificultades observadas, sólo da cuenta de un hecho: podrían haber dejado en la administración al anterior bloque político y haberse ahorrado muchos malestares, después de todo hacían una buena labor de protección de las reglas del modelo.

Preguntarse por la vigencia de la Concertación remite a la vieja pregunta gramsciana sobre si existen nuevas condiciones para la organización de la voluntad colectiva nacional popular, que permita la articulación de los grupos sociales subalternos, dando origen a una fuerza social y política transformadora que avance en un proceso de acumulación de fuerzas capaz de crear un nuevo Estado. Si la Concertación reúne las capacidades y es capaz de organizar esa voluntad hoy fragmentaria tendrá opciones. De lo contrario, habrá de asumir que su vida política ha concluido y deberá replegarse, dando paso a la emergencia de un nuevo bloque histórico en formación, cuya composición aun en desarrollo indica que será un espacio plural y con vocación de cambio, con un repertorio de nuevas prácticas democráticas aprendidas en la acción colectiva, con las lecciones obtenidas de su lectura crítica de la realidad, anclado sobre bases nacionales y con perspectiva internacional y regional. Sus  contornos  son hoy difusos, aun cuando se siente en el aire público que el cambio mayoritario anhelado es inminente.

Vivimos en medio del cambio social y político donde lo viejo lucha por perdurar y el parto del nuevo proyecto democrático tiene lugar en medio de las juventudes que se abren paso entre los trastes del pasado, los códigos desvencijados, y una elite política aferrada a sus símbolos e historias, como buscando huir de un destino  ineluctable.

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