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¡Guido es del pueblo!

“¡Guido es del pueblo!”, le había gritado mientras pasaba. Sí, eso era, él era el “Presidente del Senado del Pueblo”. El hombre tenía un poco de olor a trago cuando Guido se acercó a darle la mano y agradecerle esa demostración de cariño. Si bien no le había dado la “luca” que le pidió, lo habría hecho si hubiese andado con más tiempo.


Era ya tarde, la noche había caído sobre Santiago. Se abrían los portones del estacionamiento de su casa, mientras su auto ingresaba por fin a su hogar. En la calle quedaban las escoltas motorizadas de Carabineros y el vehículo con policías de civil encargados de su seguridad, hombres del GOPE, con cursos en la escuela de fuerzas especiales, son la elite de Carabineros de Chile.

Esta fuerza de elite, todas las mañanas, tenía por misión comprar los diarios y cigarros, además de otros menesteres como servir café, pagar las cuentas, sacar a pasear el perro y llevar los ternos a la tintorería. En resumen, todo lo que un Presidente del Senado necesita.

En su casa estaban todas las luces apagadas. Mientras buscaba el interruptor para encender la luz (estaban todos durmiendo), repasaba los acontecimientos del día. “¡¿Cómo resumir esa memorable jornada?!”, pensaba el Presidente del Senado. Tal vez, todo ese glorioso día se podía condensar en el grito de ese señor de edad, que estaba sentado en la vereda del Congreso, justo frente al Conservador de Bienes de Raíces de Santiago.

[cita]Pero no todo había sido bueno. Le entregaron los resultados de la encuesta flash que había encargado. La mayoría de la gente de izquierda condenaba su vuelta carnero en el caso de los estudiantes. La gente de izquierda encuestada decía que se había “acobardado”, que ahora “estaba entregando a los estudiantes”.[/cita]

“¡Guido es del pueblo!”, le había gritado mientras pasaba. Sí, eso era, él era el “Presidente del Senado del Pueblo”. El hombre tenía un poco de olor a trago cuando Guido se acercó a darle la mano y agradecerle esa demostración de cariño. Si bien no le había dado la “luca” que le pidió, lo habría hecho si hubiese andado con más tiempo.

“Ese hombre –pensaba el presidente del Senado- representa lo mejor de nuestro país y había dado en el clavo”. Por fin lo reconocían como lo que era, un defensor del Pueblo, por su valiente defensa de los estudiantes que se tomaron el Congreso en medio de la discusión de la Ley de Presupuesto.

Se sentó en el living y prendió el televisor, muy bajo y a media luz para que nadie lo notara. Quería ver las últimas ediciones de las noticias.

“Una lástima” –pensó-, los estudiantes habían aparecido casi el doble de tiempo que él en las noticias y, más grave aún, no lo habían enfocado en su mejor perfil.

Marcó su teléfono. “Aló, Pedrito (su asesor de prensa) oye huevón, habla con los editores mañana para que al menos me pongan en la portada. Estos cabros huevones se están llevando todas las cuñas y los mejores tiros de cámara”.

“No viejito, ve tu como lo haces para eso te pago… No, si ya sé que te paga la Presidencia del Senado, pero igual, yo soy el presidente del Senado así que empieza a moverte no más”.

“Guido es del pueblo… o había dicho Guido defiende al pueblo… O el Guido vale C… No, no, no pude haber escuchado mal, debió haber sido Guido es del pueblo, el que no me haya querido dar la mano al principio debe haber sido por la timidez propia del pueblo chileno”, reflexionaba el presidente.

“Bueno, mañana será otro día –pensaba-, glorioso como hace tiempo no me ocurría”.

Al día siguiente, nuevamente llegaba tarde a su casa. De nuevo estaban las luces apagadas y volvió a sentarse en el living prendiendo el televisor para ver las noticias de última hora.

El humor del Presidente del Senado ya no era el de ayer; estaban amenazándolo con una censura.  En tiempos normales no le importaría si no fuera porque algunos senadores DC se habían frotado las manos cuando escucharon la noticia.

“Capaz que me saquen de la Presidencia del Senado” –meditó Guido-… “Yo sin ese poder, Dios mío, qué será del pueblo chileno si eso ocurre…”

Marcó rápidamente el número de su jefe de prensa… “Aló, Pedrito, cita mañana a conferencia de prensa, digamos que voy a ejercer acciones legales en contra de los estudiantes que se tomaron el Congreso. Sí, eso mismo, no huevón es que si pierdo el cargo, te imaginas… tú sales cagando también de la oficina junto conmigo, así que empieza a moverte no más”.

Una vez que colgó, estuvo seguro que eso calmaría a la DC. Al menos, eso le habían dicho otros senadores del partido.

Antes de ir acostarse, sintió una rabia profunda por esa carta a El Mercurio de Correa Sutil, “ese DC tal por cual” -pensó-, “mira que preocupado de la democracia…. Huevadas, son unos envidiosos, el pueblo por fin me quiere y eso los mata. Bueno mañana será otro día”.

Nuevamente llegaba de noche a su casa, tenía ganas de fumar así que mando al equipo de Carabineros de fuerzas especiales a comprarle cigarros, no importaba la hora, quería sus cigarros ahora, así que ellos verían cómo los conseguían.

Una vez más se sentaba a oscuras en el living, había sido otro día intenso. La conferencia de prensa de la mañana había resultado un éxito, estaban todos los canales y en el noticiero de la hora de almuerzo por fin lo habían enfocado en su mejor ángulo (resalta mi perfil europeo, pensaba).

Pero no todo había sido bueno. Le entregaron los resultados de la encuesta flash que había encargado. La mayoría de la gente de izquierda condenaba su vuelta carnero en el caso de los estudiantes. La gente de izquierda encuestada decía que se había “acobardado”, que ahora “estaba entregando a los estudiantes”.

“¡Eso no puede ser!”, reflexionaba. Hace dos días había subido 15 puntos en las encuestas y ahora bajaba 10 por decir que ejercería acciones legales. Había que hacer algo urgente.

“Aló Pedrito… contesta po Pedrito de mierda… Al fin contestas ¿dónde estabas?… Oye, tenemos que citar a otra conferencia de prensa mañana. La izquierda me está sacando la cresta, así que salgamos diciendo algo populachero… si eso como le gusta a la gallá… no eso no, no tampoco, piensa po Pedrito, piensa Pedrito… Eso, eso es, bien Pedrito, me gustó: ‘Prefiero perder el cargo a traicionar mis principios’. Eso está bueno”.

Luego de una breve pausa, le dijo a Pedrito: “¿Y si estos DC me toman la palabra y me hacen renunciar, qué hago? Tú creis que no. Bueno démosle entonces, pero prepárate otra cuña por si acaso me dicen que tengo que renunciar… Si po huevón, si no puedo perder esta tribuna del presidente del Senado”

Ya Pedrito, nos vemos mañana.

“¡Guido es del pueblo! ¡Guido es del pueblo!”, escuchaba en sus oídos mientras se quedaba dormido. La figura de ese hombre a la salida del Congreso le rondaba una y otras vez. “Ese es mi pueblo chileno, sí señor ¡Viva Guido!” y se quedó plácidamente dormido.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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