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Chile ha cambiado: sexualidades y políticas públicas sin cuerpo

Claudia Dides
Por : Claudia Dides Vocera de Miles Chile
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La colonización de los cuerpos continúa tanto para mujeres como hombres de todas las edades, y tiene un efecto e impacto en lo psíquico y físico. En el caso de las mujeres el cuerpo sigue siendo doblemente colonizado debido a la sobrevalorización como un ente reproductor como único valor, basta recordar el debate del 2012 sobre la despenalización del aborto terapéutico en el Senado. Pareciera ser que estuviésemos exiliados de nuestros propios cuerpos.


Con los silencios e incipientes debates de precandidaturas y candidaturas presidenciales y parlamentarias, nuevamente están ausente aquellos temas que a todos y todas les produce miedo hablar: la sexualidad, la reproducción, lo permitido y lo prohibido. Son temas que se constituyen en tabúes permanentes, que producen conflictos a los grupos de poder y la clase política del país. A partir del retorno de la democracia en Chile, diversas posturas de carácter ético moral han emergido al momento de abordar temas y problemas de diferente índole, que han sido incluidos en la agenda de las políticas públicas tanto de la Concertación como de la Alianza, en la agenda legislativa y en las reivindicaciones de diferentes sectores y grupos sociales y políticos.

En general nos encontramos que tanto la ejecución de políticas y programas sociales como el desarrollo del debate público nacional ha tenido dos grandes tendencias en este campo. Por una lado, un reconocimiento tibio de que lo que hay detrás de estos debates que es una gran disputa política e ideológica por ende una forma de concebir lo social, lo político y el orden social; y por otro, las dos coaliciones del país han estado permanentemente consensuando criterios, que no provoquen grandes quiebres, frente a temáticas como la censura cinematográfica, el desarrollo de programas de educación sexual, las reivindicaciones de la diversidad sexual, las campañas de prevención del VIH/SIDA, los programas de prevención de embarazo adolescente, las reformas penales al catálogo de delitos sexuales, las reformas legales en materias como la igualdad de los hijos y la ley de “divorcio”, las políticas sobre igualdad de género y las programas débiles por parte de instituciones estatales para el empoderamiento ciudadano en materia de derechos sexuales y reproductivos, penalización del aborto, entre otros. En todos estos escenarios han tenido un rol protagónico a favor de las posturas tradicionales y conservadores sectores vinculados a la Iglesia Católica y otras religiones, y/o grupos religiosos conservadores vinculados a ella.

[cita]La colonización de los cuerpos continúa tanto para mujeres como hombres de todas las edades, y tiene un efecto e impacto en lo psíquico y físico. En el caso de las mujeres el cuerpo sigue siendo doblemente colonizado debido a la sobrevalorización como un ente reproductor como único valor, basta recordar el debate del 2012 sobre la despenalización del aborto terapéutico en el Senado. Pareciera ser que estuviésemos exiliados de nuestros propios cuerpos.[/cita]

A pesar de las restricciones y negociaciones anteriores, ha quedado de manifiesto que hay diversas subjetividades en cuanto a cómo diferentes sectores de la población chilena viven y expresan su sexualidad y su forma de reproducirse. Se han desarrollado estudios con diversos tipos de metodologías que lo que vuelve a demostrar continuamente que Chile ha cambiado y también sus sexualidades y la reproducción, así como los tipos de convivencia.

Se constata además, que hay realidades y lenguajes múltiples y contradictorios, una disociación entre los discursos institucionales y las prácticas privadas de las personas, y por ende un sinnúmero de políticas públicas llenas de contradicciones, de índole conservadoras y consensuando la vida íntima de las personas, políticas anquilosadas en un pasado retrogrado. Es decir, Políticas Públicas sin cuerpos. Los principales argumentos esgrimidos por los actores en oposición en este debate giran en torno a si el bienestar de la población se logra adecuando de modo realista y plural las normas de convivencia social a la realidad contemporánea, o si ello se logra exigiendo a la población adecuarse a preceptos ético-morales para encausar su conducta, evitando así una especie de deterioro inminente de los valores morales tradicionales (horror vacui o miedo al desborde).

La colonización de los cuerpos continúa tanto para mujeres como hombres de todas las edades, y tiene un efecto e impacto en lo psíquico y físico. En el caso de las mujeres el cuerpo sigue siendo doblemente colonizado debido a la sobrevalorización como un ente reproductor como único valor, basta recordar el debate del 2012 sobre la despenalización del aborto terapéutico en el Senado. Pareciera ser que estuviésemos exiliados de nuestros propios cuerpos, que estuviésemos afuera de nuestras propias subjetividades. El cuerpo adquiere significado en el contexto donde se sitúa, pero muchas veces la realidad de nuestros cuerpos no figura en el lenguaje o las representaciones, en nuestra vida diaria y menos aún en políticas públicas anquilosadas en paradigma judeo cristiano, que reprime aquello que es constitutivo del ser humano, la sexualidad.

Existen hoy dificultades colectivas que se expresan esencialmente en el ámbito de lo político, la política y lo cultural, donde es posible encontrar en nuestro país una serie de carencias en materia de salud sexual y reproductiva y educación en sexualidad. El pluralismo que debiera expresarse en estas materias tiene una serie de escollos. Si bien es cierto que ha habido avances, todavía nos encontramos con la imposibilidad de ejercer la sexualidad y corporalidad libremente, sin que este libre ejercicio pueda ser causa de ‘castigo’ social (de múltiples formas) al imponer un cierto orden que se pretende como único o al menos como ‘verdadero’.

Existe claramente una disociación entre los discursos y las prácticas. Claro alguien podría contra argumentar que nadie se “mete” en la vida privada de las personas, sin embargo, la violencia simbólica que existe por parte de las políticas públicas y diversas acciones del Estado y privados que ordenan continuamente nuestra sexualidad y reproducción implica un castigo social que se expresa por ejemplo en la no existencia continua de programas de educación sexual en todos los colegios chilenos, la ausencia políticas de prevención del VIH y sida y de las infecciones de transmisión sexual —no basta con pedir el test de Elisa— la ausencia de políticas reales y continuas sobre prevención embarazo adolescentes —concentrándose en los sectores más vulnerables de país—, la no existencia de expendio de condones en los sitios de recreación de jóvenes, la educación en la no discriminación, la ausencia de reconocimiento de la diversidad sexual, la ausencia en universidades chilenas de educación sexual, que más bien conciben a los y las estudiantes universitarias como seres asexuados, etc.

En este sentido, las formas de intervención del Estado a partir de políticas públicas deben contener no solamente aquello que sea entendido como objetivo estratégico de la macro-política de un gobierno, sino que debe entender formas de intervención elaboradas a partir de la acumulación de las experiencias cotidianas de diversos actores y segmentos sociales, que ha desarrollado en un mundo paralelo, diversas políticas e intervenciones para aminorar los problemas en estas materias. Esto equivale a decir que necesitamos de Políticas Públicas que deben ser adecuadas y dar cuenta de realidad socio-político-cultural de las sociedades en un determinado período histórico. Por tanto, es necesario que la clase política chilena se manifieste sincera y responsablemente sobre estos temas y no prometer aquello que no cumplirán. Cada cierto tiempo, esta clase política recuerda que estos son temas sociales y realizan por ende algún pequeño cambio, que no moleste a los grupos de poder, que no implique concebir un cambio profundo, puesto que los sacaría del consenso implícito de no remover aquello que creen que es la verdad absoluta. Son pocos los políticos que han apoyado estos temas, nos sobran los dedos de la mano. Esperamos que estos temas sean enfrentados por los debates políticos ideológicos que supuestamente se deben dar en un escenario de elecciones. Tengo profundas dudas, porque desde el año ‘90 solo hemos tenido promesas y más promesas, y nuestros cuerpos siguen colonizados por políticas públicas tecnocráticas y sin considerar que Chile ha cambiado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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