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La capacidad intuitiva de Renato Cristi

Por: Claudio Arqueros V., Fundación Jaime Guzmán


Señor director:

En respuesta a mi columna anterior, Renato Cristi realiza un esfuerzo valorable (pero estéril) por darle valor de certeza -una vez más- a sus intuiciones sobre Guzmán. Pero además, confunde ironía con ofensa, desestimando que la primera es una herramienta filosófica legitimada, al menos desde Sócrates en adelante y tiene como objeto demostrar el error del otro.

Lo cuestionable, no obstante, es que no se hace cargo de varias de sus afirmaciones anteriores.

Así, por ejemplo, sobre las diferencias medulares que denunciamos entre Hayek y Guzmán -concretamente, en el hecho de que el segundo propugna la justicia social como valor, mientras que el primero la niega-, no observamos que se hiciese cargo de aquello en su última columna. Por el contrario, ahora acude a una coincidencia más lateral y en otro plano entre Guzmán y Hayek, para convertirlo otra vez apresuradamente en hayekiano. De este modo, lo que “se le escapa” a Cristi es que los límites a la democracia que establece Guzmán no tienen un arraigo neoliberal. Por el contrario, a lo que se refiere el mártir gremialista (sí, mártir) es a que no basta con la voluntad de las mayorías para dirimir temas fundamentales referidos a las personas, pues hay otros criterios éticos que la democracia debiese considerar y que responden al reconocimiento y respeto de una naturaleza humana, cuestión que tiene raíces en la espiritualidad cristiana de Guzmán, a no ser que Cristi piense que la iglesia también es neoliberal (o que la Doctrina Social de la Iglesia está influida también por Hayek).

Por otra parte, aun cuando el columnista le atribuyó expresas intenciones a la Fundación de no querer reconocer en Guzmán la  influencia de un darwinista no creyente como lo fue Hayek, con el objeto de no comprometer su imagen, en su respuesta tampoco se hace cargo de dicha afirmación y la omite.

Pero Cristi tampoco logra demostrar que Guzmán quisiese pasar de una democracia liberal a una democracia orgánica (que es lo que el corporativismo promueve), por cuanto ésta última reemplaza a los partidos políticos, cuestión que en ningún caso Guzmán propicia (como señalamos en nuestra columna anterior), al punto que ni las citas explícitas recogidas por Cristi en respuesta a mi columna lo expresan. En este ámbito, nuevamente la intuición puede más que la realidad.

Además, Cristi, abusando de una cita parcial de un artículo de Guzmán publicado en PEC en 1971, concluye que el “«antídoto fatal» [que ve Guzmán en la lucha contra el marxismo en Chile] es ceñirse al procedimiento democrático liberal que exige respeto por las mayorías y elecciones populares”. Desde aquí, Cristi, va más allá y proyecta que esto dejaría claro “que la democracia liberal no es el régimen que Guzmán favorece”, por lo cual (suprema intuición de Cristi), para él sería “necesario abrogar la legitimidad democrática que ha imperado en Chile desde su Independencia”. Sin embargo, las conclusiones del filósofo son injustas y faltan a la mínima cortesía intelectual respecto de lo que piensa el político. Nada de lo que imagina Cristi es cierto, ya que el artículo citado lo que hace es decir una cosa muy diferente. Guzmán está hablándoles a los que confían en que el gobierno marxista del Presidente Allende realizará los cambios que propugna respetando las formas democráticas. Es frente a ello que Guzmán sostiene que es necesario “Poner atención en el contenido de la Revolución que la Unidad Popular nos tiene preparada, más que en el modo por el cual aspira a llevarlo a cabo (…)”. Su tema de preocupación es que la ciudadanía, confiando en el respeto por las formas, de todos modos se vea arrastrada a un régimen totalitario, aunque no sea por la violencia armada. Así lo señala Guzmán cuando indica que: «El error reside en creer que lo verdaderamente importante está en el medio, en el camino que se escoja para hacer las transformaciones anunciadas. Chile no será o dejará de ser «una segunda Cuba», si haya o no paredones, violencia o imposiciones dictatoriales. Chile será o no «una segunda Cuba», de acuerdo a cuál sea el contenido, y no el método, de los cambios que se efectúen a nuestro armazón institucional, económico, y político social». Por eso, justo antes de la cita que recoge Cristi, Guzmán afirma: «El esfuerzo hay que centrarlo en combatir el contenido de éstas [ideas marxistas de la UP], en cuanto lleven consigo un cercenamiento de la libertad y el Estado de Derecho». Como se ve, la inquietud que plantea Jaime Guzmán es que, por la vía que sea, el marxismo totalitario podría instalarse en el país. Si la preocupación de los ciudadanos se concentrase solo en los medios, entonces no habría razón para enfrentarlo, cuestión que sería un grave error y constituye lo que llama un “antídoto fatal”. Así afirma que «¿Y si se instala por la vía democrática un estado totalitario, es que entonces los hombres libres de Chile no tendríamos nada que objetar?». En fin, culminando ese artículo Guzmán, contrariamente a lo que intuye y proyecta Cristi, deja más que claro su compromiso con la tradición democrática de Chile al señalar que “más que en el método democrático, hay que velar por el contenido democrático del nuevo régimen [la UP]. Y para que ese contenido democrático se dé en el campo de los valores espirituales y humanistas, en el de las libertades públicas y de la vigencia de nuestro régimen republicano, es indispensable luchar para que, en lo económico, no sea implantado en Chile un régimen socialista”. Es muy legítimo que Cristi disienta de Guzmán, es legítimo que estime que esa visión produce inconvenientes, pero resulta claramente inaceptable que a partir de una cita trunca intuya y proyecte cosas que Guzmán no sostuvo, ni dijo.

Por otra parte, la valoración inadecuada que hace Cristi sobre la UDI, atribuyéndole un objetivo diferente al de los partidos en una democracia liberal, ya que habría nacido “para abrir canales de representación política a (…) instituciones intermedias, particularmente a las fuerzas armadas”, tiene su origen en otra cita parcial: la del Nº 14 de la declaración de principios de la UDI. En ella, recuerda Cristi, se reconoce que las FF.AA. “han de garantizar el orden institucional de la República”. Sin embargo, fuera de las consideraciones jurídicas (esa expresión estaba en el texto constitucional) e históricas (hasta el Presidente Allende recurrió a las Fuerzas Armadas incorporándolas a su gabinete para precisamente garantizar la vía institucional), la proyección que Cristi hace, se basa en omitir elementos importantes de la misma declaración de principios; solo menciono dos. Primero, en el mismo Nº 14, después de lo citado por Cristi, se señala enfáticamente que las FF.AA han de estar sujetas al orden jurídico y que, como consecuencia, “no son deliberantes”. Segundo, y quizá más importante, es que cuando la declaración habla en el Nº 8 del régimen político para Chile, la UDI “afirma que el régimen democrático propio de Occidente es la forma de gobierno inherente a la tradición e idiosincrasia chilena.” ¿Puede, legítimamente, sostenerse que la UDI no nace para constituirse en partido político conforme a la tradición democrática chilena? Me parece que la corazonada de Cristi, también en este caso, es forzada al extremo.

Todo esto me permite pensar legítimamente que las imputaciones de Cristi a Guzmán y a la Fundación que lleva su nombre no se basan en otra cosa más que en intuiciones. Ahora bien, la intuición por sí misma no es un defecto, pero para definir el pensamiento de un político o quien sea -del modo categórico como lo hace Cristi- ciertamente se necesita algo más. Por eso, insisto, citar ad infinitum a Guzmán no resolverá nada en esta disputa, pues su error está en el plano de las ideas, debido al valor que le otorga Cristi a su capacidad intuitiva. Tanto es así, que gracias a ella, llega al extremo de atribuirle a Jorge Alessandri la intención de querer impulsar un proyecto corporativista en Chile… todo para imponer sus sospechas sobre Guzmán.

 

Por Claudio Arqueros V., Fundación Jaime Guzmán

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