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En respuesta a la columna de opinión de Modesto Gayo

Por: Benjamín Meller


Señor Director:

Hoy en la mañana me llegó un correo de una tienda de ropa, con un cupón de un 20% de descuento. Nada raro hoy en día, considerando que uno recibe correos publicitarios a toda hora, y se llega a tener el correo lleno de spam.

Ahora bien, lo que me llamó la atención fue lo siguiente: Resulta que tengo un matrimonio en tres semanas más y, anoche, estuve buscando ternos para vestir en el día del evento. La búsqueda la hice a través de Google, enfocándome principalmente en aquellos que estuvieran con descuento y, justo a la mañana siguiente, como por arte de magia, me llega un correo en el que se me ofrecía un descuento del mismo terno y marca que quería. ¡No lo podía creer! ¿una coincidencia? ¿un ángel de las compras habría escuchado mis plegarias por encontrar un terno más barato? No, nada de eso; sino que, el gigante de la internet es, actualmente, capaz de monitorear todos nuestros movimientos en la web e, incluso, escuchar lo que hablamos por medio del micrófono de nuestros teléfonos inteligentes, para luego generar un perfil sobre nuestros gustos, que luego son vendidos a las compañías interesadas. De este modo, estas logran crear campañas publicitarias a medida y personalizadas (estar precisamente en el momento en que el consumidor está buscando mi producto, estar en lo que llamamos en el mundo del marketing, en el momento cero de la verdad).

¿Es esto algo bueno o malo? A mi parecer, como estudiante de ingeniería comercial, es una extraordinaria herramienta de marketing con un potencial sin límites. Sin embargo, al analizarla desde una perspectiva más objetiva se deduce que, como todo, tiene sus pros y sus contras.

De cierta manera, esto nos facilita la vida diaria, ya que, por un lado, nos permite acceder a lo que buscamos en el momento justo y preciso en el que lo necesitamos; pero, por otro, también incentiva constantemente al consumo. Además, es necesario considerar el hecho de que se está entregando, regular e inconscientemente, grandes cantidades de información privada sobre nuestros gustos e intereses a grandes bases de datos que, luego, sin consentimiento alguno, son vendidas al “mejor postor”.
Cabe preguntarse qué hacer frente a esta creciente tendencia, que a la vez se ve inevitable. La digitalización es el futuro, ya que nos ha traído los mejores avances, pero a su vez, hay que saber cuidarse de ella, es decir, no exponer todos nuestros datos íntimos. Discernir bien si los sitios a los que les facilitamos nuestros datos son de confianza.

Para finalizar, es importante agregar que sí existe una solución para aquellos que están en contra de esta nueva tendencia: Se pueden ocupar los navegadores en ventanas “incógnito”, desactivar la localización y el micrófono para ciertas aplicaciones y, finalmente, cada cierto tiempo borrar las cookies de estas aplicaciones. De esta forma, es posible cuidar la información personal y no compartirla si no se quiere.

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