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Proyecto «Aula Segura» o la decadencia de la historia republicana de Chile

Por: Stefan Palma


Señor Director:

¡Qué más quisiéramos que el vandalismo y la violencia fuera lo último que viéramos en nuestros Liceos y, fundamentalmente en nuestro Liceo de Aplicación! Veamos qué causas provocan las motivaciones de jóvenes involucrados en los enfrentamientos con Carabineros, y podremos comprender cómo actuar al respecto. Que haya desmanes y actos de desobediencia civil con efectos de daños a la propiedad, a policías y a personas; son hechos reprochables en sí mismos. Pero, ¿de qué valdría el estudio de la Historia de Chile si no fuéramos capaces de interpretar las conductas de los seres humanos sociales y políticos, implicados por conflictos, intereses e ideologías sobre clases, lenguaje y hegemonía? ¿De qué valdría estudiar la Carrera de Historia, Geografía y Ciencias Sociales, si pensáramos que las conductas fuera de las normas convencionales de convivencia, carecen de sentido, significación e ideología? El Proyecto Aula Segura, lo que hace, es negar y/o cosificar a los estudiantes, sus aspiraciones reivindicatorias y demandas que son siempre políticas y sociales sobre situaciones que esperan ser emancipadas. Lo que implica Aula Segura, es correr la problemática y el conflicto hacia otros lugares, que pueden, sin duda, ser aún más radicales sus consecuencias para la sociedad y la comunidad. Si el Estado nos asegura que con el castigo nos previene de futuras violaciones a la paz, entonces no estaríamos en condiciones de reprochar el cuestionado Proyecto. Si, por otro lado, no están dispuestos a proponer otras formas más creativas y democráticas para enfrentar estas conductas negativas de los estudiantes, nos preguntaremos, ¿cómo confiar entonces en los postulados éticos que rigen a nuestras autoridades en áreas tan significativas como es la educación de nuestros hijos e hijas? Hemos de admitir, no obstante, que en algunos casos, ni todo el diálogo profundo hará que las conductas violentas continúen; dada la multiplicidad de factores que influyen y surgen del propio sujeto involucrado en sus cosmovisiones de vida y sociedad.

Pero hemos de seguir teniendo confianza-si somos racionales y constructivos-, en las Instituciones y sus comunidades que les dan vida. En este sentido, si un Rector tiene juicio y razón como demanda su cargo, de representar a la Comunidad Educativa con el deber moral que éste implica, debería desechar la idea de expulsar y/o cancelar la matrícula a uno de sus estudiantes. De lo contrario, atentaría contra la tradición de la que podamos estar todavía orgullosos: la Historia Republicana de Chile. Sobre esto último, sabemos que la democracia es un logro histórico y del esfuerzo de los distintos sectores políticos y sociales. Despolitizar las acciones de los estudiantes es caer en el pensamiento-y filosofía política deconstruccionista- de que no hay una verdad histórica que recordar y, por lo tanto, errores que corregir desde esa memoria causal. O que, como están las cosas, no merecen hacerse cambios en educación. Que se entienda bien: el diálogo y la comunicación participativa, son y serán las mejores acciones para enfrentar los conflictos socio-políticos que anhelan los (as) estudiantes. La política del enfrentamiento, la exclusión y la cancelación de matrícula, no son la vía más racional para tales conflictos, y menos para la justicia, la tolerancia y el progreso humano de nuestra Nación. Lo cual exige ahora, una mesa de diálogo al interior de cada Comunidad Educativa, con profesores de Historia, de Filosofía, Sociólogos, Psicólogos, Rectores, entre muchos más, y autoridades responsables del Ministerio de Educación, por supuesto.

Traigamos, pues, a la memoria  el potente lema de Aguirre Cerda, para  revisar nuestro pasado Republicano, donde siempre «Gobernar es educar»; ya que «la educación es el primer deber y el más alto derecho del Estado; en consecuencia,  social y jurídicamente considera, la tarea de educar y enseñar es función del Estado«.

 

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