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El Populismo y su agenda para el 2019 Opinión

El Populismo y su agenda para el 2019


El nuevo año nos trae desafíos importantes y no sólo porque vienen 365 días de expectativas, sino que también porque es el cierre de una década y con ello los análisis más de largo plazo surgen con fuerza. El 2018 terminó para muchos bajo una mirada expectante de qué nos deparará este año, por un lado, habrá elecciones que decidirán el rumbo de naciones como Uruguay, Argentina y Bolivia, pero por sobre todo me atrevería a augurar que la palabra del año será el “miedo”, cómo este término acapara campañas, cómo la Post-Truth y las FakeNews se sirven de ella para transmitir temor, la hacen evidentemente fundamental para lo que queda de folio. Quienes las usan juegan con ese sentimiento colectivo del miedo y prometen restaurar el orden, casi bajo la Ley del Talión.

Este tema, de una u otra forma se entrecruza y cuestiona el rol del Estado, el Gobierno y la ciudadanía, y aunque no es una estrategia nueva -hay ejemplos a lo largo de nuestra historia que confirman el uso y daño que las ideologías extremas le han hecho al mundo sirviéndose del miedo-, lo novedoso es que quienes han llevado sus banderas de lucha hoy son líderes en sus diferentes países: una cosa era escuchar a uno que otro exaltado hablar con pasión de la dictadura militar chilena o del régimen comunista de Cuba, pero otra es que esto se transforme en tema electoral o que quienes los defiendan hoy ostenten el poder, basta ver algunas figuras como Putin (Rusia), Órban (Hungría), Erdogan (Turquía), Trump (Estados Unidos), Duterte (Filipinas), Maduro (Venezuela), López Obrador (México) y Bolsonaro (Brasil), para saber que el temor es rentable en política.

¿Es lógico que la mejor solución para un país en crisis sea un recambio que venga del otro extremo ideológico? Si a los Zares les siguió la Revolución Rusa; a Batistas, Castro; a Allende, Pinochet; con todo lo que estos quiebres significaron, uno podría concluir que ese no es el camino, sin embargo, algo hace sentir que la historia se repite, evidentemente los quiebres no son violentos, sino que a través de las urnas, pero el efecto puede llegar a ser tan nefasto como las revoluciones o golpes de Estado vividos.

¿Es peligroso? Sí y mucho: Se vuelve a una confrontación de pasiones similar a la vivida en década anteriores donde todo se veía en blancos y negros puros. La admiración de algunos las corrientes fascistas de Michaloliakos (Grecia) y Strache (Austria) o de extrema izquierda como Morales (Bolivia) y Ortega (Nicaragua), son el fiel reflejo de esta pasión desmedida, subjetiva y por sobre todo populista. Los fanatismos dividen países, generando quiebres que muchas veces son casi imposibles de reconstruir. Como no recordar, por ejemplo, el fin de la dictadura de Tito en yugoslava y sus consecuencias en la guerra de los Balcanes.

Pero además es riesgoso porque en esta época de globalización, los modelos se replican con inmediatez y mayor fuerza. El populismo, el extremo conservadurismo y Neonazismo despertaron un fascismo que ha empezado a prender con fuerza: El Partido de la Independencia de Reino Unido (UKIP) logra el Brexit; en Francia, el Frente Nacional de la ultranacionalista Marine LePen ataca la inmigración; La Alternativa para Alemania (AfD) promueve el euroescépticismo y la islamofobia; y en Chile el movimiento Acción Republicana y su líder José Antonio Kast, reivindican orgullosos el pinochetismo y sus prácticas tiránicas.

Bajo este escenario, el 2019 pareciera venir cargado de un protagonismo que más allá de las ideas, lo que procurará es movilizar a las masas a través de discursos amenazantes y radicales. Si a Estados Unidos, México y Brasil les funcionó ¿por qué no replicar el modelo y recurrir a promesas populistas y demagógicas -que acaparan portadas y titulares- con mensajes intimidantes y promotores del odio? Y por otro lado ¿qué estamos haciendo como sociedad para evitar que el populismo se transforme en la única voz válida? Gran desafío para este año.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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