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¿Por qué el Banco Central ignora el bitcoin? Opinión

¿Por qué el Banco Central ignora el bitcoin?

Pedro Solimano
Por : Pedro Solimano Cientista político, autor y fundador del boletín La Cadena, dedicado a la investigación y análisis de educación financiera. @pedrodelacadena
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Desde la capital de El Salvador, San Salvador, llegan noticias de una nueva cumbre para la Alianza por la Inclusión Financiera, donde representantes de Bancos Centrales de cuarenta y cuatro países se reunieron para ver la experiencia que vive el pequeño país centroamericano con la adopción de Bitcoin como moneda oficial. Según el presidente, Nayib Bukele, las autoridades financieras asistieron para discutir temas relacionados a la economía digital, bancarización de personas fueras del circuito financiero y el avance en la adopción de Bitcoin en el país para esta nación centroamericana.

Mientras tanto, en Chile, hace unas semanas, el Banco Central publicó un informe, bastante insípido, sobre la posible creación de un peso digital, perteneciente al grupo de monedas digitales de bancos centrales (conocidas como CBDC’s en inglés). Dada la importancia para la economía y la sociedad que tiene el dinero, vale la pena analizar este reciente informe del instituto emisor.

Hoy, cuando menos del diez por ciento del dinero que se transa alrededor del mundo es a través del efectivo (billetes y monedas o lo que se denomina técnicamente como la “base monetaria”), surge naturalmente la pregunta de qué tan necesaria es una moneda digital emitida por un banco central. ¿Será una medida para mantener el monopolio que mantienen las autoridades sobre la creación del dinero, o realmente para innovar el sistema de pagos y llenar los vacíos que hoy deja el sistema financiero tradicional?

Por el hecho de que el Banco Central, en su informe, ignora casi por completo las innovaciones que entrega Bitcoin —que creó la libre competencia de sistemas monetarios, entre otros— resulta plausible que el ente emisor esté interesado más en perpetuar el control financiero que mantiene sobre la población, que en proveer la competencia en la producción de dinero beneficiando de mejor manera a las y los ciudadanos.

Pongamos un poco de contexto. En 2009, un programador anónimo publicó un documento titulado: “Bitcoin, un sistema de efectivo electrónico de persona a persona”. En nueve páginas, Satoshi Nakamoto —el o los creadores— describió las características de un nuevo tipo de dinero. Completamente digital, descentralizado, escaso, neutral, resistente a la censura, y que utiliza energía del mundo físico para emitir nuevos bitcoin y mantener la seguridad de su red, inventó, por primera vez en la historia, una manera de enviar, recibir y guardar valor sin necesidad de un intermediario.

Bitcoin permite que cualquier persona en cualquier lugar del mundo con una conexión a internet pueda entrar a participar en una red monetaria descentralizada con reglas claras y justas para todos. Bitcoin no es controlado por nadie en particular y su red usa técnicas de criptografía, rama de la matemática que usa códigos computacionales para mantener protegidos los datos que se transmiten por el internet. Su libro de cuentas (llamado blockchain, donde se registran todas las transacciones de la red) es inmutable y de conocimiento público. La red no censura ni discrimina y permite que personas guarden valor en una moneda escasa y difícil de confiscar. Es la última evolución natural del dinero.

Sin embargo, el marco institucional que obliga al Banco Central a desarrollar su moneda digital es de acuerdo a lo que ocurre en más de cien países alrededor del mundo que hoy se disponen a una innovación monopólica disfrazada de innovación tecnológica. China y Suecia son las naciones más avanzadas en estas materias, estableciendo programas piloto y desarrollando rápidamente sus nuevas redes monetarias.

A primera vista, la iniciativa del Banco Central trata de dar una respuesta a la presión que establecen monedas virtuales realmente innovadoras, como Bitcoin, pero deja muchas preguntas y riesgos para el ciudadano de a pie. ¿Esta moneda resolverá los efectos inflacionarios que hoy nos afligen, exacerbados por políticas monetarias discrecionales? ¿Existe algún incentivo para la autoridad por proteger la privacidad de sus usuarios en sus transacciones diarias? ¿Podrá ser censurado el dinero digital, al estar en control del Estado?

Si el sistema financiero actual, dirigido por la banca comercial y los banqueros centrales, excluye a millones de personas y establece enormes barreras de entradas por diseño, ¿qué nos hace pensar que mayor control estatal sobre el dinero y las finanzas (ahora digitales) van a arreglar ese problema?

La prioridad de hoy debe ser de cara a las exigencias que tiene la ciudadanía: inclusión, democratización, y desarrollo humano, ninguna de las cuales fueron nombradas por este nuevo informe del Banco Central. De hecho, el énfasis fue sobre los efectos que tendrá para los actuales rentistas del sistema tradicional, protegidos por el monopolio que mantienen las autoridades financieras de cada país.

Mientras que una moneda del banco central se parecerá más al intranet con cerrojo, cuyas llaves pertenecen a un puñado de funcionarios de la banca central, Bitcoin es como el internet, abierto y cuyo desarrollo se realiza para y por todos. Sería interesante que el Banco Central Chileno, como están haciendo en El Salvador, se abra a la posibilidad de entregar un poco de su poder, y trabaje para desarrollar un ambiente monetario libre y abierto.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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