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Dilemas de un país amigo Opinión

Dilemas de un país amigo

Sergio Arancibia
Por : Sergio Arancibia Doctor en Economía, Licenciado en Comunicación Social, profesor universitario
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Hay que ver en forma más detallada la situación que enfrenta cada país, en su comercio con China y con el mundo, y analizar la evolución de todo aquello a la luz de las tendencias y las políticas previsibles sobre el futuro próximo. En otras palabras, como decíamos antaño, hay que analizar en forma concreta la situación concreta. 


Circula con mucha intensidad en las noticias internacionales la posibilidad de que varios países abandonen el dólar y pasen a utilizar el yuan –moneda nacional de la Republica de China– como medio de cambio internacional. Todo esto merece algunas reflexiones adicionales

Supongamos que existe un país llamado Amigo, que vende un volumen determinado de bienes y servicios a China, recibiendo a cambio de ello una cierta cantidad de yuanes. Si utiliza posteriormente esos yuanes para comprar bienes y servicios en China por el mismo valor, los yuanes volverán a China, el intercambio de bienes y servicios entre ambos países se habrá realizado sin problema alguno y todos quedarán felices y contentos. No necesitarán para nada de esa cosa llamada dólar. Para todo ello, se necesita que las compras entre los dos países sean iguales a las ventas. En palabras más técnicas, que la balanza comercial entre ambos países esté totalmente equilibrada, o que no haya déficit ni superávit en ese comercio bilateral. Pero aun siendo así, si ese comercio con China representa, a modo de ejemplo, el 30% de las compras y las ventas internacionales de Amigo, este necesitará de dólares para seguir funcionando en lo que respecta a las compras y ventas con el resto del mundo, que representarán el 70 % de su comercio exterior. 

Pero si lo que Amigo vende a China tiene un valor más alto que los bienes que quiere posteriormente comprarle –es decir, si la balanza comercial entre China y Amigo es favorable a este último–, entonces Amigo se quedará en sus manos con una cierta cantidad de yuanes, que solo le servirán para comprar cosas en algún país que quiera posteriormente comprarle bienes a China. Ese tipo de países son cada vez más abundantes en el mundo actual y no sería difícil para Amigo encontrar un país que terciaría en la forma indicada en su comercio con China. En este caso también todos quedarán finalmente felices, siempre y cuando Amigo encuentre ese país que tenga las mercancías que Amigo necesita y que esté dispuesto a recibir a cambio de ellas los yuanes que posteriormente le permitirán comprar cosas en China.

Pero si Amigo quiere ocupar esos activos para comprar mercancías en otro país que no tiene interés en recibir yuanes, entonces se verá en un problema. Tendrá yuanes, pero no podrá ocuparlos en comprar lo que quiera y a quien quiera. ¿Qué hacer en esas circunstancias? ¿Pedirle a China que la diferencia entre sus compras y ventas bilaterales se la pague en dólares, para ocupar esos activos con entera libertad? Posiblemente China no se opondría a ello y todo seguiría funcionando más o menos como funciona hoy en día la mayor parte del comercio internacional. 

También podría suceder –en el caso de la balanza comercial favorable a Amigo– que este opte por quedarse con ese monto de yuanes en la mano, a la espera de tiempos distintos. Podría hacerlo, y China quedaría muy contenta con ello, pues su moneda se pasaría a utilizar como moneda de reserva, sin que nadie le esté exigiendo mercancías a cambio de ella. Pero es difícil que Amigo opte por esta alternativa, a menos que no esté muy necesitado de compras externas, y sus ventas en el mercado internacional superen cómodamente a sus compras.  

Si lo que Amigo le vende a China es menor que lo que le compra –es decir, si su balanza comercial es deficitaria en su comercio con China–,  aun cuando reciba yuanes a cambio de sus ventas, esa cantidad de yuanes no le alcanzarán para cubrir el total de sus compras en ese país. Mucho menos le alcanzarán para andar comercializando en yuanes con otros países. ¿Qué pasará en esas circunstancias? ¿China le prestará la diferencia? Eso sería muy bueno para Amigo y no tan bueno para China, aun cuando contabilice esa deuda en yuanes. ¿O China le pedirá a Amigo que le pague esa diferencia en dólares? Si es así, Amigo tendrá, con más razón que antes, que tratar de incrementar sus ventas a aquellos países que compran y venden en dólares –que no es solo Estados Unidos–  para poder pagar su déficit comercial con China.

Todas estas reflexiones solo sirven para poner en evidencia que el problema no es solo elegir entre la moneda emitida por Estados Unidos y la moneda emitida por China. Hay que ver en forma más detallada la situación que enfrenta cada país, en su comercio con China y con el mundo, y analizar la evolución de todo aquello a la luz de las tendencias y las políticas previsibles sobre el futuro próximo. En otras palabras, como decíamos antaño, hay que analizar en forma concreta la situación concreta. 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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