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Evito a Foucault

Evito a Foucault

Juan Guillermo Tejeda
Por : Juan Guillermo Tejeda Escritor, artista visual y Premio Nacional "Sello de excelencia en Diseño" (2013).
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A Foucault más bien lo evito por pesadito, es de esos pensadores que han venido al mundo a ajustar cuentas, a describir con precisión quirúrgica las maldades del mundo, o sea, más bien lo consulto que lo leo, en eso es como Marx o como Byung-Chul Han. Marx es tan espeso y Han como una bebida refrescante asiática de tonos rosados y celestes, en tanto que Foucault es como un insomnio.


Son escritores sin afecto, no son nunca ni tiernos ni querendones, habitan en mundos implacables.
Pero bueno, yo quería ir a un cachirulo que le leí al pasar a Byung. Él afirma solemnemente siguiendo a Foucault y como ustedes saben, que el control y la vigilancia a la que estamos sometidos los humanos se reforzó modernamente con instituciones como la cárcel, el cuartel militar, la fábrica, el hospital o la escuela, se trata de grandes edificios en modo panóptico, es decir, que los encargados pueden vigilarnos fácilmente, y donde se nos impone una división del tiempo basada en módulos horarios, una división del espacio basada en salas y muebles, una división de las personas basada en rangos y roles, una división de la actividad basada en tareas, una división de los cuerpos embutidos en trajes o uniformes o estrellitas, y así sucesivamente.
Hacemos lo que nos imponen, y nos tienen supervigilados o, mejor dicho, súper abandonados hasta que llega el momento del examen, de la comisión evaluadora, y en ese instante nos apuntan con todos los focos de luz y mientras temblamos nos perdonan la vida o nos felicitan o nos castigan, para después volver a olvidarnos.
Hasta ahí Foucault, lo que pasa es que Byungcito, cuyo cutis según he comprobado no tiene la suavidad de las pieles que aparecen en las teleseries coreanas, abandonó Seul para instalarse en Alemania, él a ese lote de instituciones controladoras añade por su cuenta ‘la familia’. La familia no es un edificio institucional como la cárcel o el cuartel o la escuela o el hospital o la fábrica, pero tiene algo de todas ellas.
Y sentí al leer eso que se me removía el tema familiar. Es que en la familia trabajamos mucho, como si nos estuvieran vigilando desde el panóptico del hogar perfecto, y tratamos todo el rato de ser una pareja feliz, un buen hijo o hija, buen padre, estupenda mamá, que haya un rico ambiente, que funcione… pero a menudo los miembros de la familia, pese a tanta tibieza, prefieren no estar en casa o se la llevan peleando o les da lo mismo y al final se separan, pero antes nos llevan al psicólogo, a terapia, a ver si retomamos lo de la rica relación de pareja.
Hoy las familias se separan mucho, y la pensión alimenticia es un nuevo elemento que viene a suplir a los anteriores, un cajero automático o no tan automático que reemplaza a la artesanía de los cuidados, que amplía el panóptico. ¿Tendrá familia el propio Byung-Chul Han? ¿Pagará pensión alimenticia? ¿Va a terapia de pareja? No lo veo con una señora insatisfecha en un parque con los niños que se le escapan o quieren que les compren un helado de 5 bolas… y además una mascota.
He sido más bien profamilia, quizá porque fui un poco huérfano, en mi casa no había normalmente nadie salvo una nana que miraba o colgaba por la ventana desde el quinto piso, y la silenciosa pero apasionante biblioteca de mi padre, por eso quizá tuve una infancia un poco rara, y por eso he añorado siempre esa tibieza que no tuve, apostando por parejas y familias para toda la vida que, pese a mi empeño y supongo que debido a mi ineptitud, no han resultado mucho, aunque logré durar bastante. Y no sé para qué.
Del colegio caché de inmediato que era un panóptico desolado, un emprendimiento de curas, un centro de confinamiento más que un lugar para aprender o socializar, y lo mismo luego de las oficinas, trabajé dos meses a los 16 años en una oficina y ahí se consolidó mi vocación digamos artística, que tampoco he sido un artista propiamente tal, pero, como decía Couve, lo que teníamos en común los de Bellas Artes era que no queríamos ir a una oficina.
Ahora con un poco más de perspectiva me pincha en el cuerpo el punctum de Byung, que la familia es como una prisión o un colegio, un lugar donde se nos norma y se nos somete corporalmente, o donde sometemos a los demás sometiéndonos a nosotros mismos. A esta hora se come, a esa persona tienes que amar, así se ocupa el baño, estas son las horas de llegada y salida, esto otro hay que hacer los domingos, así se discute, etc. Un manual de normas. Un sometimiento del cuerpo, una burocratización de los placeres y los afectos.
Claro, la familia nos brinda seguridad. Nos asegura una rutina. Como la empresa en la que trabajamos. Como el colegio. Como la cárcel. Vaya con estos niños Foucault y Byung. Qué malvados, qué falta de ternura y de respeto por sus mayores.
* Esta columna de opinión fue publicada originalmente en el Facebook de Juan Guillermo Tejeda. Leer Aquí
  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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