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Las omisiones del señor Waissbluth Opinión

Las omisiones del señor Waissbluth

Si en algo coincido con el señor Waissbluth, sin perjuicio de sus graves omisiones históricas, es en unirme a una sensación generalizada de pesimismo, pues en Gaza se está cometiendo una barbarie absoluta bajo la excusa de cazar a un grupo terrorista.


El pasado 23 de octubre de 2023, El Mostrador publicó un artículo del señor Mario Waissbluth, cuyo propósito estribaba en compartir visiones personales y en el intento escueto de delinear un contexto histórico a lo que ocurre hoy en Gaza, además de sugerir ciertas medidas y finalizar con una petición de opiniones a los lectores. En vista de su solicitud, me tomo el tiempo de responder, reconociendo un afán de equidistancia y cordura en el señor Waissbluth. Debo decir, primeramente, que condeno la matanza de civiles en cualquier sitio, tanto las efectuadas por Hamás como las llevadas a cabo por el ejército de Israel, aunque dicha condena no sea más que un imperativo moral. Aunque dicha condena no sirva para debatir nada que merezca ser seriamente discutido, así como tampoco aporte datos para comprender el origen, la historia y el estado actual de tanta brutalidad encarnizada en Medio Oriente.

Pese a lo anterior, los grandes medios norteamericanos y el lobby israelita pretenden centrarse exclusivamente en el ataque de Hamás e imponer un relato desprovisto de contexto, que lleva dos semanas repitiéndose incesantemente como un mantra, o más bien como un calco del relato de los atentados a las Torres Gemelas. Dicha narrativa puede resumirse de la siguiente manera: “Un día, sin motivo alguno, aparecieron unos bárbaros terroristas desde debajo de la tierra y asesinaron a miles de civiles inocentes”.

Para un espectador desinformado o cínico, esa interpretación es válida y suficiente. Para un intelecto mínimamente curioso, la fanfarria mediática del establishment genera más dudas que certezas. ¿De qué circunstancias nace Hamás? ¿Dónde estaban los colonos asesinados? ¿Cuántos muertos tiene cada bando en su historial? ¿Cómo se impusieron las fronteras actuales de Israel? ¿Cómo y cuándo se instaura, de hecho, el Estado de Israel? ¿Y por qué existe una cárcel a cielo abierto como la Franja de Gaza? ¿Había este nivel de violencia entre judíos, musulmanes y cristianos durante el imperio otomano o durante el mandato británico de Palestina?

La respuesta a cualquiera de estas preguntas requiere un análisis histórico mínimo, y el escollo en este triste tema es que su contexto suele esconderse bajo la alfombra: se esconde, se omite, se tergiversa o se falsea voluntariamente ante la opinión pública. Resulta imposible sintetizar cada arista de esta tragedia en un artículo de prensa, pero resumo mi postura: el origen de esta tragedia proviene de la irrupción del sionismo europeo y de la invasión demográfica, colonialista y militar que ocurrió (y sigue ocurriendo) en Palestina, bajo los principios de dicho movimiento político-religioso de carácter mesiánico.

El repaso histórico inexacto del señor Waissbluth evita este último punto, acaso porque le resulta incómodo; no obstante, el hecho es que en toda la Palestina histórica (incluido el actual territorio de Israel), no había más de 8.000 habitantes judíos hasta mediados del siglo XIX. Para evitar polémicas sobre fuentes, aclaro que la información que manejo es de la biblioteca virtual judía, la cual puede consultarse aquí.

El censo de 1882 arroja un cómputo de 24.000 judíos en Palestina, es decir, un 8% de la población total del país. Es importante destacar que el 99% de la población judía mundial no vivía en Palestina por aquel entonces, ni tampoco tenía ascendientes cercanos o bisabuelos comprobables en esa supuesta tierra prometida. A partir de este periodo se nota el influjo de la primera oleada sionista, tal como refleja el censo de 1914, que contabiliza casi 100.000 habitantes judíos en Palestina, o sea, un 13,6% de la población total.

Durante el mandato británico, la población judía pasa de 83.790 habitantes judíos en 1922 (11% del total) a 630.000 en 1947 (32% del total). La tabla adjunta habla por sí sola, así como los hechos que se desencadenaron después: la validación, financiación y creación de Israel como moneda de cambio por los sufrimientos atroces padecidos por el pueblo judío a manos del régimen nazi y de sus colaboradores (y el apoyo irrestricto, por otra parte, a un nuevo Estado que daba garantías ab initio de representar los intereses de Estados Unidos en el polvorín de la Tierra Santa).

¿Pero qué responsabilidad les cabía a los palestinos (o árabes) respecto de la shoa y el genocidio perpetrado por los nazis? ¿Por qué debían sufrir ellos las consecuencias de la autodeterminación de un pueblo que venía huyendo de Europa? ¿Por qué un pueblo autóctono debe o debía admitir la irrupción de una fuerza foránea en su suelo, que además pretendía imponerse como la nueva élite regente del territorio? ¿Acaso el mito de una tierra divina valía más que el derecho de los palestinos a habitar su terruño, una geografía que, por cierto, habitan desde hace más de nueve o diez siglos?

Creo, señor Waissbluth, que desde tales preguntas ha de comenzar cualquier recuento serio en cuanto a lo que acontece en Gaza y en Israel. O sea, desde el modo y la forma en que una oleada invasora de sionistas europeos, basándose en una política mesiánica, expulsó a sangre y fuego a la población autóctona árabe de un territorio, arrasando pueblos completos, asesinando a cuanto estuviera por delante y expulsando a cientos de miles de personas de sus hogares, mientras el “mundo libre” callaba, pues su aparato mediático no se atrevía a denunciar que tantos descendientes del Holocausto se habían transformado en verdugos y en perpetradores de nuevos pogromos.

Me adelanto a cualquier infundio de antisemitismo, aclarando que todos los árabes, cristianos y judíos originarios de esos pagos son semitas, es decir, descendientes de Sem. Y señalo, por añadidura, que el sionismo comparte muchos principios ideológicos con el nacionalsocialismo alemán y que las acciones militares indiscriminadas del Estado de Israel no cuentan con la venia de todos los judíos del mundo, tal como lo demostró la protesta en el Capitolio de Estados Unidos o como lo evidencia la opinión categórica de Avi Shlaim, destacado historiador israelo-británico, quien en una reciente entrevista con el diario El País calificó la respuesta de Israel como “terrorismo de Estado”. Raz Segal, un académico israelita del genocidio, fue todavía más allá en una entrevista con democracynow.org, y calificó el actuar de Israel como “un caso de genocidio de manual”.

Si en algo coincido con el señor Waissbluth, sin perjuicio de sus graves omisiones históricas, es en unirme a una sensación generalizada de pesimismo, pues en Gaza se está cometiendo una barbarie absoluta bajo la excusa de cazar a un grupo terrorista. Y es una barbarie específica que tiene un nombre: limpieza étnica. Una limpieza étnica ante los ojos de aquella lerda ballena impotente que recibe el nombre de “Comunidad Internacional”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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