Publicidad
Artistas sin obra Opinión

Artistas sin obra

Juan Guillermo Tejeda
Por : Juan Guillermo Tejeda Escritor, artista visual y Premio Nacional "Sello de excelencia en Diseño" (2013).
Ver Más

Los artistas sin obra son auténticos, los más enteros y menos corruptos.


Doy con un libro de la editorial Acantilado que tengo sin leer por ahí, el tema es muy bueno y se trata de los y las ‘artistas sin obra’. Comienza con una parrafada del maldito Thomas Bernhard donde habla del sobrino de Wittgenstein, que en su tiempo leí no sé por qué en catalán, esos Wittgenstein eran Ludwig, que fue loco y famoso, y Paul, que fue loco y no famoso aunque igualmente genial. Bueno, a Ludwig le leí con paciencia unos textos que no llevan a parte alguna y me quedo con que le gustaba la soledad y se iba semanas a la montaña hasta que empezó a desesperarse y tuvo que volver, aparte de que regaló su fortuna, amó desdichadamente a un joven, se hizo con sus propias manos una casa, etc.
El libro, que es de un señor Jouannais, es un libro fallido y mal escrito con un prólogo aun más mal escrito, y sin embargo el tema ilumina mucho de mi infancia, es que fui criado por unos padres desatentos, unos curas amargados, unas empleadas de las que recuerdo el olor, y sobre todo por una nube de amigos y amigas de mis padres que eran, o artistas, o artistas sin obra, almas perdidas e ingeniosas, conversadores, espíritus libres, talentos difusos, risas nocturnas. De ellos me vino y me sigue llegando en el fondo lo mejor de mi mísera existencia.
Recuerdo al chico Molina, como le decían entonces, el poeta Molina, habitué de mi casa los miércoles a la hora de almuerzo, agitando en el aire sus manos mientras con el rostro rojizo hablaba de unos versos que jamás compuso o de unos poetas persas que quizás había leído en versión francesa, todo eso mientras escudriñaba la puerta de la cocina desde donde iba a emerger la proteína que necesitaba para seguir fabulando y brillando. Mi padre le sonreía paternalmente. O Carlos Ugalde describiendo en la mansión de los Hamel en Reñaca la novela de hechos, hechos, hechos que según él estaba escribiendo, nunca escribió en realidad nada pero fue un conversador ilustrado y animoso, y nos seducía con el existencialismo de los clochards en Saint-Germain-des-Prés. La Panchita Bertrand regalándome las aventuras de Robinson Crusoe con sus ojos maravillosos y su risa inolvidable. La Tere Castellano celebrando en un tren en que íbamos a Viña ‘Malversación del Alma’ de mi padre Juan Tejeda, él sí fue un artista con obra, aunque en parte importante también un artista sin obra o una obra sin artista. Eduardo Anguita, que junto a su obra poética y a su frecuentación intensa de Vicente Huidobro se dedicaba seriamente al mimo y al patinaje. Las hermanas Aguirre Tupper, más conocida la Isidora o Nené o según mi padre Pierné, y tan genial como ella en formato familiar la Ignacia, o Choquita, toda esa familia, los Edwards Aguirre y Aguirre Tupper, han sido artistas con o sin obra, e incluso como que tienen más caché los sin obra, aquellos que prefieren dormir una siesta pensando tal vez en Proust o quizá en el sabor de unos damascos maduros, antes que seguir la mísera ruta del artista exitoso con sus pesadillas de editar, concursar, publicar, presentar y vender un libro para aparecer unas pocas veces en los periódicos o lo mismo con unos cuadros en el sórdido circuito de galerías y museos o un concierto dificultoso. Y dejo sin nombrar a muchísimos.
Manuela Gumucio, que se crió más o menos con los mismos personajes que yo, me comentaba que todos ellos, los Gumucio, los Rivas, los Araya… los Sanhueza, los Vargas… los Carrasco… los Gana… las Lagarrigue, los Toro… los Tejeda… vivían imaginariamente en París o en algún recodo de la infancia, en ciudades imaginarias y cafés soñados, se sentían parte de la vanguardia europea o parte de la nada, no eran autores de cosa ninguna pero se consideraban autores de todo y tampoco le daban a nada tanta importancia… al Queque Sanhueza le preguntaban si se había leído la Crítica de la Razón Pura de Kant y decía sonriendo: no, pero vi la película.
Los artistas sin obra son auténticos, los más enteros y menos corruptos. Ayer un aun joven exalumno de mis tiempos en que yo daba clases, y sigue él visitándome a veces, me daba una lista de compañeros suyos, o sea, que fueron mis alumnos, y que pese a su evidente talento no se han hecho ni ricos ni famosos, y todo en su actitud más abajista que arribista apunta a que sencillamente no les interesa, que han logrado sobrevivir dentro del mundo de la sensibilidad artística sin matarse tanto y sin famosearse nada, son también ellos talentos difusos, artistas sin obra, o su obra es precisamente esa antiobra: su actitud, su plante, su evasividad ante un mundo absurdo… y los entiendo bien, es lo que he sido yo mismo la última década, un poco por la fatiga de trepar y flotar en base a simulaciones en el precario y modesto mundo local de los artistas con obra, es tanto más linda y limpia la no obra…
*Esta publicación fue originalmente publicada en el Facebook de Juan Guillermo Tejeda. Ver AQUÍ
  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias