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Educación en un contexto de amenaza de tsunami en Chile central Opinión

Educación en un contexto de amenaza de tsunami en Chile central

Cristian Araya Cornejo
Por : Cristian Araya Cornejo académico Departamento de Geografía U. Alberto Hurtado.
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Ante estos escenarios críticos, donde existen muchos aspectos que aún no han sido evaluados, se requieren medidas rápidas y efectivas para reducir la vulnerabilidad de la población.


Comenzó la temporada estival y, como todos los años, se concentra una gran cantidad de población en el litoral de Chile central. Incluso, debido a la celebración de Año Nuevo, se invita a turistas tanto nacionales como internacionales a eventos masivos en la costa, como es el caso de la concurrida celebración de Año Nuevo en ciudades como Viña del Mar y Valparaíso. Por lo tanto, en estos dos meses y fracción, es cuando ocurre la mayor exposición ante un fenómeno natural que no ocurre desde 1730: un tsunami con potencial destructivo. Y es que el 8 de julio de 1730 ocurrió un terremoto magnitud 9, que provocó un tsunami que inundó lo que se conoce actualmente como Chile central. Si bien han ocurrido terremotos posteriores que han generado gran destrucción en esta misma zona, como los de 1822, 1906 y 1985, estos solo generaron tsunamis menores o “instrumentales”. 

Entonces, existe un “tsunami gap” o brecha temporal de más de 293 años en que no ocurre un tsunami destructivo en esta zona. Distintas investigaciones científicas y los GPS geodésicos instalados a lo largo del país, nos indican que en el segmento existente entre Los Vilos y Santo Domingo existe energía acumulada suficiente como para que vuelva a ocurrir. Solo para hacerse una idea, según cifras oficiales, las comunas costeras localizadas en este segmento suman una población total residente de un poco más de un millón de personas, pero si se suma la población flotante (total anual), cuyo peak concurre en verano, se superan los 14 millones. Si bien no todas las personas se concentran en la costa, una cantidad importante se encontrará expuesta a esta amenaza.

Con esta información en mano se suscitan distintos cuestionamientos relacionados con el riesgo y los desastres: ¿Conoce la población expuesta esta amenaza? ¿Tiene la información necesaria como para actuar eficientemente en el caso de que ocurra un tsunami con potencial destructivo? ¿Se encuentra la información necesaria disponible y accesible para la población que lo requiera? ¿Existe señalización adecuada y zonas de seguridad suficientes como para que puedan albergar un gran volumen de personas? ¿En ciudades como Viña del Mar, es suficiente la evacuación horizontal o se debe sumar como opción la evacuación vertical? ¿Está Chile preparado para enfrentar un evento de tal magnitud con potencial de desastre?

Es posible que muchas de estas preguntas no tengan respuesta o, en su defecto, esta sea negativa. La ciudad de Viña del Mar es un caso particular, debido a que es la comuna que tiene mayor población residente (364.472) y flotante (2.941.014). Debido a su topografía plana, trama urbana y la presencia del Estero Marga Marga, existen ciertas zonas que tienen una alta probabilidad de desastre producto de un tsunami que las inunde, como es el caso del área aledaña al Casino.

Para esta área, la zona de seguridad más cercana se encuentra en el cerro Sausalito, a más de dos kilómetros de distancia (en línea recta) y a más de 30 m de altitud, lo que implica un claro desafío para la mayoría de las personas según los tiempos de arribo de tsunamis que pueden ser inferiores a 20 minutos. Es posible que, en estos casos, la única opción sea la evacuación vertical, situación que en la actualidad no se encuentra regulada en nuestro país. Según estudios como el desarrollado por León, Catalán y Gubler, en algunos casos, de seguir las estrategias de evacuación nacionales actualmente disponibles, se podrían experimentar pérdidas significativas de vidas humanas. Dentro de los factores analizados, dependiendo del tiempo que demore el inicio del proceso de evacuación, estás pérdidas podrán ser mayores o menores. Para reducir estos tiempos, se requiere de un proceso de entrega de información eficiente y de un entrenamiento constante, lo que es aplicable principalmente a la población residente, no así para la flotante.

Ante estos escenarios críticos, donde existen muchos aspectos que aún no han sido evaluados, se requieren medidas rápidas y efectivas para reducir la vulnerabilidad de la población. El objetivo principal es salvar vidas y la única medida de rápida aplicación y efectiva, que requiere de menos recursos respecto de otras (por ejemplo, estructurales), es la educación. Los desastres no son naturales, son culturales, por lo que se deben elaborar estrategias para enseñar a la población sobre la amenaza y sobre lo que deben hacer en caso de un eventual tsunami.

Para lo anterior, es primordial el entrenamiento continuo sobre evacuación enfocada en la población residente (el reconocimiento de señales propias de un terremoto y las institucionales como alarmas, conocimiento de vías de evacuación y zonas de seguridad, etc.), que ayude no solo reducir tiempos de respuesta, sino que también genere círculos virtuosos que permitan a los residentes guiar a la población flotante en caso de tener que evacuar. Si bien existen experiencias enfocadas en el entrenamiento, como es el caso de los simulacros de evacuación, estas no son suficientes si lo que se quiere es lograr un cambio cultural, que se debiera ver reflejado en cambios de conducta frente a emergencias reales.

En el caso de la población flotante en época estival, se debe reforzar el proceso de entrega de información mediante campañas masivas enfocadas no solo en las zonas de veraneo, sino que también en aeropuertos, terminales de buses, hoteles y otros nodos frecuentes, que exprese de manera clara y en múltiples idiomas las amenazas de un lugar, las vías de evacuación y zonas de seguridad, entre otros. El problema es que en medios oficiales enfocados en el turismo, como SERNATUR, no se ofrece información de este tipo, o, al menos, no es de fácil acceso. 

Tenemos entonces un gran desafío que, debido a la magnitud de la amenaza y la población potencialmente expuesta, requiere de acciones decididas y rápidas que, si bien son multisectoriales, deben mejorar en lo que respecta al proceso educativo que es el primordial para evitar futuros desastres.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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