Señor Director:
En marzo de este año fui diagnosticado con COVID-19. Aunque no presentaba síntomas claros, o directos con la enfermedad, pues el doctor me dijo con calma: "mejor prevenir, que curar". De curar, poco se sabía en ese momento, y al dar positivo he de decir que pasé del desconcierto, al miedo, y del miedo al temor de morir. Claro, es que nos invaden de noticias y cifras y todos son, hoy por hoy, expertos en el susodicho virus. Lo cierto es que, durante mi cuarentena, leí tanto artículo "chanta", tanta opinión "chanta", que pensé: voy a morir. Y mi punto es, para hacer breve esta carta, que ni los expertos mencionados que surgieron como hordas vikingas en twitter, señalando documentales de youtube -y claramente poco confiables- sobre la enfermedad, o el mismo MINSAL, sabían qué hacer conmigo. "Si tiene esto, es por esto y ocurrirá esto, pero es probable que ocurra todo lo contrario". Y así. Me sepultaron en tratamientos naturistas, fui una cifra más para un Ministerio (el de Salud) que no tenía clara la película, ni cuándo llamarme, ni cuándo darme el alta, o si me daban el alta, cómo retomar mi vida post-COVID. Y las huestes de "expertoides", que atacaban Gobierno y la OMS por igual, mezclaban información de fuentes dudosas con los datos entregados por nuestro Gobierno a cargo de la pandemia y, claro está, resultaba siempre un mix difícil de tragar, o creer, o al menos, puntos confiables de los cuales aferrarme para cruzar el puente COVID sin caer al agua. Y sobreviví. Sané. ¿Pero sané realmente? El Senador Ossandón ha caído nuevamente. Y entre tanta fake news, les juro que no sé si confiar, no sé en qué confiar, solo puedo tener certeza de lo que siento, cómo me siento, y estar atento a síntomas que me señalen que -quieran los Dioses que no- recaer y enfermar por segunda vez. Es que insisto, es tal el miedo difundido por las fake news y el panel de millones de expertos surgidos a partir de sus breves estudios en Internet, que solo resta confiar en uno mismo, autocuidarse, aprender a discernir y elaborar, internamente, una base de datos "real" con la experiencia ya vivida. Pero ahí afuera hay muchos que siguen tratando de entender una enfermedad contagiosa desde la perspectiva de la conspiración, las oscuras intenciones de poderes económicos que nos desean enfermos, y -como ya dije- breves documentales en youtube realizados quién sabe por quién. En fin. Menos oído, más corazón. Menos "creique" y más "penseque". Y entender, de una vez, que medidas buenas o malas, en el bosque del mundo arrecia un viento pútrido que enferma y se llama COVID.
Matías A. Cornejo Bunger